La Santa Misa

Autora: Josefina F. Jiménez Laguna

 

 

La eucaristía es un encuentro personal e intimo con el Señor en el que revivimos su pasión y muerte. En ella nos hacemos participes de su sufrimiento y unimos los nuestros ¡ cuánto mas pequeños! a los que sufrió el Señor en el Santo Madero.
Saludamos a Cristo como si de un amigo se tratase, le pedimos perdón por 
todo aquello que le ha ofendido, nuestra falta de caridad de solidaridad humana de comprensión...

Escuchamos y meditamos sus palabras, con fervor y devoción como si de el 
mismo se tratase, como si fuéramos ese Jacob, Abraham o Isaac. , es a nosotros a quien nos habla proponiendo siempre paz y amor.

Recordamos todo en lo que creemos y lo que esperamos, pidiéndole a continuación los dones necesarios para una santa vida o los favores para los 
hermanos necesitados, poniendo en común algún óbolo material para los mas 
desfavorecidos.

En la elevación del Cáliz y de la Sagrada Hostia se nos recuerda la sangre vertida al elevarse la Cruz en aquella nefasta ocasión, pero con el Padre Nuestro se nos adentra en el amor inmenso del Padre hacia todos sus hijos, dándonos la esperanza de la feliz resurrección.

Suplicándole al Cordero que quita el pecado del mundo que nos proteja y que 
ruegue por nosotros al Padre para llegar al instante que Jesús se hace uno 
con nosotros en la sagrada comunión, en ella punto culminante y meta ansiada 
nos entregamos como esposo a la esposa para unir su amor, le pedimos a su 
cuerpo que nos salve a su sangre que nos embriague, al agua que manó de su 
costado derecho que nos limpie de nuestras impurezas, con su pasión confortarnos de nuestros dolores, le pedimos nos oiga y nos introduzca en 
sus santas llagas, nos esconda en lo profundo de su corazón para no apártanos de Él y alabarlo siempre.

Un momento de elevación total de perdida de la realidad y de éxtasis profundo porque todo un Dios se ha dignado ser nuestro alimento para la vida eterna, nuestra fuerza contra el mal y nuestro apoyo en las debilidades, se 
nos considera hijos del Padre misericordioso herederos con Cristo de su 
herencia de amor, ¡qué mas sublime y grandioso!.

Pobres mortales pecadores, que indignos somos si no respondemos al amor con 
amor, a la generosidad con generosidad, a recibir todo y darlo todo.

Pero no contento con todo esto nos da su bendición y nos acompaña a donde 
vayamos hasta la próxima cita con Él, y no cuando El quiera sino siempre 
libres de nuestras vidas cuando nosotros queramos, ¡qué mas amor!.

Vivir la Sagrada eucaristía en toda profundidad es el mayor beneficio de 
nosotros los cristianos, es confianza y consuelo, salud del alma y esperanza del mortal. ¡Viva Jesús!