Jesús el centro de nuestra vida

Autora: Josefina F. Jiménez Laguna

 

 

Nuestra vida debe girar en torno a Jesús, Él es el centro de toda ella, el punto de intercesión de nuestros sentimientos, deseos, esperanzas, de todo nuestro ser.

No nos basta solo conocerlo a Él sino hacerlo nuestro modelo, el rostro del Padre Eterno en la tierra, es el Dios hecho hombre para los hombres, esta abierto al Padre, con una conexión intima en la oración, siempre en la soledad, es decir sin interferencias, haciendo silencio interior, uniéndose en uno al amor mas alto, nos dice el evangelio “subía al monte a orar”, es decir se elevaba sobre todo lo humano, buscaba lo eterno, lo infinito, lo ennoblecido.

Jesús, al igual que nosotros tuvo un sin fin de contrariedades, no lo dejaron ni a sol n a sombra, Él que venia a ayudarnos era el centro de mira de los envidiosos y codiciosos, de los que no les basta con vivir sus vidas mal, sino que pretenden interponerse en las de los demás, y no solo en las vidas terrenas sino entrometerse en lo espiritual para interferir en nuestra elevación hacia el Padre.

Jesús necesitaba de la oración para sostenerse en este mundo, para sanar las heridas, para volver a la vida sano de espíritu, con animo recobrado y alegre para volver a luchar contra el enemigo, el mal. No hay como la intimidad con el Padre para coger fuerzas de flaqueza, ponerse el mundo por montera y seguir batallando contra las adversidades. La oración nos serena por dentro, nos da paz, tranquilidad, felicidad.....

Pasó por el mundo amando de mil maneras y formas, con las mil caras del amor, recogiendo agravios y sinsabores, penas y tristezas, solo desprecio, se olvido de sí mismo para entregarse a los necesitados, a los más débiles, a aquellos que no tenían esperanza, les dio valor, seguridad, felicidad en su dolor.

En el momento postrero de su vida, aún tuvo palabras de aliento para con los que dejaba en la tierra y sabia que lo necesitaban, según el evangelio de Juan pasó haciendo el bien, entregando su vida por amor, transformándose en la cruz en el gran servidor de la humanidad, cargando con todas las injusticias, los males y los pecados de los hombres, crueles y desagradecidos, sabiendo de sobra que no le iban a reconocer su gesto de amor supremo, LA MUERTE.

Su resurrección es el signo de su victoria, de la victoria de la vida sobre la muerte, de la victoria del mal sobre el bien, y esta resurrección crece cada vez mas a medida de la encarnación de la humanidad en Jesús, cuando nosotros vivimos como Cristo, compartiendo, amando, dedicándonos a los demás con esperanza, sin resentimientos, seamos pacientes, humildes, sinceros, veraces, perdonemos en silencio, callemos, nos despreocupemos de nosotros mismos para volcarnos en los demás, sembremos el amor por doquier, pasemos como Él “haciendo el bien”.

Sentir a Jesús dentro de nosotros y en nosotros, Él se lleva todo lo que nos estorba y nos deja la paz el camino abierto hacia el cielo, Él va asumiendo mi persona, mis debilidades, dejo de ser yo para ser Jesús, Él vive en mí y yo en Él, pensar siempre antes de actuar ¿qué haría Jesús en mi lugar?, así venceremos nuestras limitaciones, superaremos el mal, la negatividad humana y nos elevaremos hacia el Padre.