Al paso de Cristo crucificado

Autora: Josefina F. Jiménez Laguna

 

 

Ya vienen los nazarenos tras la cruz de guía, ya comienza la larga cola de cofrades caminando en silencio, ¿que piensan? , ¿irán rezando?, ¿meditando?.

Todo un año se preparan las cofradías para salir en esa hermosa semana grande de pascua por la ciudad con su Cristo, su virgen ó ambos a la vez.

Han pasado noches enteras ensayando como llevar el paso con  Jesús muerto encima, jóvenes que han dejado novias, mujeres e hijos en la casa para acudir a la llamada de Dios, Cristo les pide su ayuda  para visitar la ciudad, dejando  en su camino amor, desde lo alto de esa cruz mira a sus hermanos y sus amarguras, en su recorrido los hombres se estremecen al ver el sufrimiento extremo, unos se convierten y aprenden a llevar su particular cruz, otros piensan en aprovechar el tiempo, divertirse, no pensar en sus cruces personales, pero a todos les hace recapacitar, nadie queda indiferente ante ese Cristo molido a palos y crucificado.

Las calles se llenan de risas y jolgorio, pero tras ese bullicioso ambiente hay unos rezos y unos lamentos, unas peticiones de perdón, ayuda o simple gratitud. No faltan las promesas cumplidas por algún favor recibido, los devotos agradecidos ponen cadenas en sus pies desnudos, avanzando por el asfalto en la fría noche, rezando el rosario, con devoción y piedad, recordando uno a uno sus misterios de pasión, otros prefieren hacer voto de silencio durante todo el trayecto cada cual según sus fuerzas  cumple con el deseo de dar gracias por los favores alcanzados.

Las señoras lucen su mantilla negra con apostura y elegancia en honor de su Señora  Maria, mientras caminan tras su virgen, en sus mentes la oración de una hija, la callada  fidelidad de quien se sabe querida y mimada.

Hay devoción en unos y simple espectadores otros, pero todos están ahí, al paso del cristo humillado y de la virgen llorosa.

Unos contemplan las joyas de la virgen, los bordados del palio, otros esa cara triste de dolor infinito por la muerte de su hijo, las lagrimas de cera que parecen caer de verdad, y ya no solo por el hijo muerto que va delante, sino por el espectáculo que hemos hecho de su muerte, ó por el sufrimiento de esas otras madres que atónitas miran a la virgen soberana en su esplendor de las noches de semana santa, y que les piden pos sus hijos, también ellas sufren como Maria, quizás es diferente, pero dolor, son llagas en el corazón y lagrimas en los ojos. 

Maria vive año tras año el suplicio de hace 2000 años pero también ve como su muerte( de Cristo) no ha sido en vano, como dicen las escrituras” si hay un solo justo....”, en las calles hay mas de un justo, cada año cristo a su paso rescata mas almas para el cielo.

El espectáculo que unos puedan ver en otros es signo de conversión y cada oveja que entra en el redil es un alma preciosa rescatada al mal.