Transmitir fe en familia

Autor: Josefa Romo Garlito

 

 

Con motivo de las fiestas de Navidad, en algunas iglesias se nos anuncia la necesidad de hablar de Jesús a los hijos. Los pedagogos sabemos que la familia es la primera y principal educadora, sin que deba inhibirse de su obligación ni delegarla en otros.
Nuestra misión de padres no tiene límite temporal (incluso después de la muerte- se me ocurre- seguiremos rezando por nuestros hijos). Al llegar a la juventud, algunos se despistan. Pero los padres debemos insistir. Obligar no se A veces tengo la impresión de que San Pablo escribía pensando en nosotros: “Con ocasión y sin ella difundid la sana doctrina, porque vendrá tiempo en que los hombres no podrán sufrir la sana doctrina, sino que acudirán a una caterva de doctores según su gusto, que halaguen los oídos y se amolden a sus desordenados
deseos” (11 Tim., 4, 1-5). ¿No lo vemos como de primerísima actualidad?

La Universidad Carlos III ha propuesto que en los contenidos de «Educación para la Ciudadanía» se excluya todo planteamiento religioso. ¿Razones esgrimidas? «la palabra Dios no significa nada para el ciudadano», “la palabra Dios es una voz que no tiene sentido”.

En estos momentos en que trata de imponerse una cultura del relativismo ideológico, que desemboca en el “laicismo excluyente” y el ateismo militante, urge la educación de los hijos en la fe. Se avecinan tiempos no vistos en Europa desde la Rusia Soviética.

Las familias cristianas ¿no hemos de defender, unidas, nuestro derecho a educar a nuestros hijos según nuestras convicciones religiosas y morales, sin intervencionismo del Estado? La función del Estado es sólo subsidiaria, de ayuda. Suplantar a los padres sería un intrusismo inadmisible.