Navidad 2011

Autor: Josefa Romo Garlito  

 

 

En cualquier pueblo o ciudad  nuestra geografía,  aparecen iluminadas, ahora, sus calles principales y sus plazas, en claro manifiesto de la proximidad de la Navidad, fiesta entrañable y gozosa. No cabe duda:  las luces, dando vida a una multitud de estrellas, hojas  y arbolitos como bellísimos faroles, son portadoras de la gran noticia del nacimiento del Salvador en Belén.  Este hecho histórico lo  reviven  y celebran, el 24 de diciembre, los dos mil  millones de cristianos repartidos por todo el mundo y que pueblan,  principalmente, Europa y América. Una cosa sorprende: algunos adornos luminosos son confusos, carentes de significado, como si existiera, en sus responsables,  una  vergüenza  indecorosa a la hora de anunciar el nacimiento del Hijo de Dios eterno, que se encarnó en las entrañas de María por amor misericordioso a todos nosotros.

En las ciudades es costumbre el concurso de belenes. Una cosa que encanta a la mayoría: visitar  los belenes, hoy tan extendidos. Muchos escaparates se adornan con el Misterio: San José, la Virgen y el Niño. Yo he tomado la costumbre, cada vez que los veo, de elevar una oración para que el Niño Dios bendiga a sus dueños y empleados,  y le recuerdo, a Jesús, como si fuera necesario, que no lo es, sus palabras del Evangelio: “A todo el que me confesare  delante de los  hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre,  que está en los cielos” (Mat. 10, 32)