La familia, nuestro pilar

Autor: Josefa Romo Garlito  

 

 

“Un hijo es ninguno; dos, son uno; tres, ya es tener”- dice el refrán-. Nada es comparable a la sensación de compañía y protección que da la familia, nada más sólido en la sociedad, nada más fuerte. En ella nacemos y crecemos; sin ella, difícilmente nos educamos; rodeados de los nuestros, morimos acompañados. "Se nota cuando detrás de un niño hay una familia” - comentaba en una sesión de evaluación la jefa de Estudios con el asentimiento de todos los
profesores. Lo hemos palpado en la docencia; se constata si el niño tiene apoyo familiar. Los hijos con muchos hermanos, suelen ser niños protegidos y crecen sintiéndose apoyados; a los otros, los arrinconan sin problemas. Es más fácil que sea castigada por el hombre machista, la mujer que no tiene hermanos.
El padre varonil de verdad, es el pilar de su casa, el sostén de su mujer, la fuerza de sus hijos. Éste no se va de casa: se siente responsable de cada uno de los suyos, y lleva la carga de todos apoyado en el brazo mórbido y acogedor de su esposa. La madre buena y fiel, guarda su corazón para su marido, y, con él, se ocupa de los hijos. El hombre y la mujer unidos en
matrimonio, viven el uno para el otro y ambos para sus hijos. Lo primero debe ser la familia; después, la profesión; la diversión, en tercer lugar. Pero hay familias corrompidas: aquellas para cuyos miembros lo primero es el dinero o el placer, o el poder. No sienten escrúpulos por abandonar al abuelo en el asilo o residencia que se dice ahora, o en pedir para él la eutanasia, pues estorba el ancianito a su afán de disfrute, que luego no logran, pues el interior queda
vacío y dolorido. La familia es un valor esencial y no tiene precio.