Un paralelismo histórico en el drama del aborto
Autor: Josefa Romo Garlito
Los que han estudiado la Historia de Roma, recordarán la famosa frase de Julio César a su hijo adoptivo Bruto, al asestarle, éste, una puñalada mortal: ¿“Tu quoque, Brute, fili mi?", o sea, “¿tú también, hijo mío?”. Yo encuentro, aquí, un paralelismo con el drama del aborto, esa muerte violenta del niño procurada por su propia madre, aunque el niño no pueda expresar su perplejidad con palabras como el Emperador. ¿Cabe mayor traición y locura que la de matar a un familiar íntimo, a un padre o a un hijo? Desde ahora, esa práctica del aborto se realizará sin el riesgo de la comisión de un delito; pero sin dejar por ello, de ser lo que es, un asesinato. ¿Quién podrá defender al niño? ¿Su padre? ¿El Estado? Al padre y al Estado, la nueva ley de aborto les deja inermes: una regresión a etapas no civilizadas de la Historia. Existe una esperanza: que el Tribunal Constitucional, en coherencia con su doctrina de 1985, suspenda cautelarmente esta ley de Zapatero, y, con ello, continúe, en la ley, el reconocimiento del derecho del “nasciturus” a la vida. El aborto es un mal moral, social, económico y demográfico, y no debe tener cabida legal en una sociedad civilizada. Contra una ley ilegítima por la inmoralidad que encierra, la objeción de conciencia es una obligación moral.