Salir a los caminos
Autor: Josefa Romo Garlito  

 

Un conocido mío de una ciudad castellana y padre de varios niños, me dijo: un grupo de amigos nos hemos decidido a recorrer la ciudad para hablar de Dios a quienes quieran escucharnos. Esta forma de apostolado evoca en mí otra semejante: hace años, conocí, en Cáceres y en Badajoz, a unos grupos de jóvenes, ellos y ellas, que recorrían la ciudad parando a los jóvenes que encontraban en el camino para invitarles a una Misa en honor de la Virgen (era los sábados muy temprano), a Círculos de Estudios (reuniones formativas), a cenáculos de oración, etc.; así, sin complejos ni cobardías. Hoy, hay muchos que no pisan en una iglesia y los católicos se quejan; pero, ¿hacemos algo para presentarles al Señor? Si no hay siembra, ¿cómo va a haber cosecha? ¿No hará falta, otra vez, ese apostolado decidido y alegre alma por alma? ¿Creemos que van a conocer a Jesús si los que lo conocen no quieren o no se atreven a presentarlo? A los jóvenes hay que salirles al encuentro allí en donde se encuentren. Pero los jóvenes apóstoles necesitan ser alentados por sacerdotes que no se duerman, centinelas ellos también; sacerdotes santos y valientes, a los que les duela Cristo en lo más hondo. Si Él murió por todos y a todos quiere abrazar, los que le aman, ¿no deberán compartir su sed de almas? ¿Qué hacemos para atraer a los jóvenes? Los santos ven, reflexionan y actúan; imaginan nuevas formas de apostolado y de presencia y se lanzan; sueñan y hacen realidad su sueño de apostolado fecundo, a veces original.