Monseñor Munilla y la catástrofe de Haití.
Autor: Josefa Romo Garlito 



Monseñor Munilla: en referencia a Haití, le preguntaron, desde la cadena Ser, sobre “la perplejidad en que se sumen los católicos cuando se preguntan por qué Dios permite estas calamidades”. Lástima los tapones ideológicos, que llevan a tergiversar respuestas sabias. Su amor por los pobres, Monseñor Munilla, es desde antaño conocido. Dada su solidaridad, no es extraña la cifra de 100. 000 euros para Haití, rápidamente ofrecidos por parte de la diócesis guipuzcoana que usted gobierna.
Ante la catástrofe, procedente de ingobernables pero previsibles fuerzas de la naturaleza, usted ha respondido: “ si el mal tuviese la última palabra entiendo que sería incompatible con la existencia de Dios. Ahora bien, creemos firmemente que el mal no tiene la última palabra, creemos firmemente en que Dios nos ofrece una felicidad eterna y creo que existen males mayores, aunque parezca fuera lo que voy a decir, existen males mayores que los que esos pobres de Haití están sufriendo estos días, ¿no? Creo haberle entendido, Monseñor. Hay males mayores: la maldad humana, esa que causa, por egoísmo y soberbia, tantas víctimas. A los inocentes que mueren por una catástrofe o un atentado, les espera Dios Misericordioso; pero quien perpetra la injusticia, se topará con la justicia divina. El mal interior es peor, y, como nos enseñan las Sagradas Escrituras, “nada queda impune ante Dios”, o eso que decía mi abuela: “A Dios nada se le esconde”.