Noviembre 2009. La muerte en positivo.
Autor: Josefa Romo Garlito
Entrañable mes de noviembre, dedicado a honrar a los difuntos. Morir es la meta de la vida. Morir no es acabar, sino empezar de nuevo. “Se puede ser feliz muriéndose, aunque sufro por el dolor que voy a causar” – decía Evaristo Quílez en su agonía (murió en agosto y habló de él Alfa y Omega)-. Lo conocí, tenía fe viva e iba a la muerte como a su boda, en espera del “abrazo de duración eterna”, en expresión del Siervo de Dios Padre Tomás Morales, jesuita. Se puede enfrentar la muerte con serenidad, o situarse frente a ella con horror tras una vida frívola o indigna, que no ayuda a creer en la existencia de otra vida. Para quienes adoran el dinero o el placer, morir es tremendo, pues todo eso termina. Para el que adora sólo a Dios y pone su corazón en el cumplimiento de su voluntad amorosa, morir es el paso necesario para entrar en el Cielo, nuestro destino. El sacerdote vallisoletano José Luis Martín Descalzo, periodista y poeta del siglo XX, susurraba junto a la máquina que le mantenía con vida: Y entonces vio la luz. La luz que enttraba/ por todas las ventanas de su vida/ vio que el dolor precipitó la huida/ y entendió que la muerte ya no estaba./ Morir sólo es morir. Morir se acaba./morir es una hoguera fugitiva./Es cruzar una puerta a la deriva /y encontrar lo que tanto se buscaba./ Acabar de llorar y hacer preguntas;/ ver el Amor sin enigmas ni espejos;/ descansar de vivir en la ternura;/ tener la paz, la luz, la casa juntas/ y hallar, dejando los dolores lejos,/ la Noche-luz tras tanta noche oscura.