El Ateo

Autor: Josefa Romo Garlito 

Sobre el asunto de los ateos, me comentaba una conocida: "lo que pasa es que hay mucho miedo a convertirse, por el cambio de vida que comporta". Decía Charles de Foucauld: "Desde que me di cuenta de que Dios existe, no puedo vivir sino como Él". La fe verdadera lleva aparejada la esperanza y la alegría interior; en no pocos casos, incide sobre la salud mejor salud (ha sido noticia: "según numerosos informes, la fe no sólo puede ayudar a superar depresiones, sino que quien acude regularmente a misa goza de un mejor sistema inmunológico, menor presión arterial y pulmones más sanos").En siglo XX ha habido muchos convertidos: entre otros, personalidades como Maritain, Papini, Vittorio Messori, Mondanori, Kilo Argüello, Mercedes Aroz, etc. Pocos conocen la conversión, en Francia, de Manuel Azaña, ni el proceso de conversión de Camus o de Antonio Gramcis. Los hay que han experimentado un encuentro con Cristo a lo San Pablo, por una gracia tumbativa": Claudel, García Morente, Stvelana Stalin (hija del mandatario ruso), el comunista André Frosard (este periodista, fallecido en 1994, es autor de "Dios existe, yo me lo encontré". Editorial Rialp). ¿Qué pasó con Voltaire (s. XVIII)? El que llamaran "padre de los ateos", dejó escrito: "muero confesado, y, si he ofendido a la Iglesia, pido perdón a Dios y a Ella". Dios es Padre y nos busca. Sólo existen estas dos aternativas: o resistirle o dejarse empapar de su amor misericordioso. Federico Sciacca, en El Ateo, escribe: "Si Dios no existe, ¿qué más busco? ¿Qué busco todavía? Busco. Y él, él que no existe, me sigue, me persigue (,,,). Negar a Dios es la hipótesis prohibida, porque es afirmarle (,,,) Tú, el amor, eres implacable como el amor verdadero y sufrido…"