Amigos de Dios y de los hombres

Autor: Josefa Romo Garlito 

Cualquier cristiano tiene la obligación de afirmar su esencia cristiana con su vida. ¿Por qué? Porque la fe no debe esconderse ni en las palabras ni en las obras, que han de ir parejas. Apremia hoy el apostolado de los laicos. No se puede ser apóstol-obligación de todo bautizado- sin el silencioso elocuente del ejemplo. Muchos se han convertido, antes y ahora, por el atractivo de vida entregada del cristiano. Impacta porque el cristianismo es atractivo cuando se ve reflejado en una persona que vive su fe de modo coherente. Tenemos la obligación de ser santos, santos alegres ( "un santo triste es un triste santo", decía San Francisco de Sales), amigos de Dios y de los hombres, sin que nos sea extraña la necesidad ajena. A colación con lo dicho, vienen al pelo las palabras de Monseñor Munilla sobre el testimonio de los santos: "Las virtudes heroicas que el Espíritu Santo ha suscitado en los santos, maravillan y cuestionan a todos aquellos que buscan la verdad y están dispuestos a seguirla una vez encontrada. En la historia de la Iglesia hemos podido comprobar frecuentemente que el testimonio de los santos ha ganado más almas para Dios que la erudición de los sabios". Como dice el refrán, "Las palabras convencen, pero el ejemplo arrastra".