Eutanasia, un abuso

Autor: Josefa Romo Garlito  

 

 

Ni Estados Unidos, ni Francia, ni Italia, ni Inglaterra, ni Alemania, ni ningún otro país del mundo, salvo Holanda y Bélgica desde hace dos años bajo circunstancias muy específicas, han legalizado la eutanasia activa ( en estos dos es legal, pero no por ello, moral, además de darse múltiples fraudes de ley ). Es natural: se trata de matar a alguien negando su derecho a la vida (derecho de todos) y a recibir los cuidados paliativos que necesita la persona que sufre de manera indecible. La eutanasia hunde sus raíces en el ateísmo: sólo el hombre ateo ( no todos los ateos), puede aceptar adueñarse de la vida de otro, usurpando un derecho divino. Dios es la mayor garantía, acaso la única, del respeto a la vida del hombre. El que no cree, fácilmente confunde al ser humano con un animal más, sin dignidad, valorándolo exclusivamente por su utilidad. El que tiene fe verdadera, ve en el otro a un hermano al que hay que ayudar y querer. Cuando se quiere de veras, no se hace daño, y no hay mayor daño que propinar la muerte.


Cuando se ama, se ayuda, se espera, se sufre y se goza con la compañía del ser amado. Hay enfermos – también sanos- que quieren morirse, y no me extraña: carecen de amor, se sienten o se saben un estorbo, una pesada carga, o se ven abandonados; así es natural caer en una depresión, que, unida al dolor físico, hace sentir lo malo como lo mejor.