Sobre la Educación

Autor: Josefa Romo Garlito 

El tema de la Educación es fascinante; pero no fácil. Requiere, más que de ciencia, de paciencia y de sabiduría; de tacto, de amor y de prudencia, e importa a todos. Como madre y profesora, siempre me he sentido bajo el peso de esa responsabilidad, aliviado por el gran entusiasmo que me ha acompañado. La reflexión del Papa la encuentro sumamente interesante y acertada. Él también fue profesor, y quizá sea el mayor intelectual de nuestra época. Entresaco una parte de su tratado, pura sabiduría pedagógica que nos sirve para meditar:

" (…) Aumenta hoy la exigencia de una educación que sea realmente tal. La piden los padres, preocupados y con frecuencia angustiados por el futuro de sus hijos; la piden tantos maestros, que viven la triste experiencia de la degradación de sus escuelas; la pide la sociedad en su conjunto, que ve cómo se ponen en duda las mismas bases de la convivencia; la piden en su intimidad los mismos muchachos y jóvenes, que no quieren quedar abandonados ante los desafíos de la vida (…) Una auténtica educación necesita esa cercanía y esa confianza que nacen del amor (…).Todo auténtico educador sabe que para educar tiene que dar algo de sí mismo y que sólo así puede ayudar a sus alumnos a superar los egoísmos para poder, a su vez, ser capaces del auténtico amor (…). Sería una educación sumamente pobre la que se limitara a dar nociones e informaciones, dejando a un lado la gran pregunta sobre la verdad, sobre todo sobre esa verdad que puede ser la guía de la vida. El sufrimiento de la verdad también forma parte de nuestra vida. Por este motivo, al tratar de proteger a los jóvenes de toda dificultad y experiencia de dolor, corremos el riesgo de criar, a pesar de nuestras buenas intenciones, personas frágiles y poco generosas: la capacidad de amar corresponde, de hecho, a la capacidad de sufrir, y de sufrir juntos (…) El punto quizá más delicado en la obra educativa: encontrar el equilibrio adecuado entre libertad y disciplina. Sin reglas de comportamiento y de vida, aplicadas día tras día en pequeñas cosas, no se forma el carácter y no se prepara para afrontar las pruebas que no faltarán en el futuro (…) Tenemos que aceptar el riesgo de la libertad, permaneciendo siempre atentos a ayudar a los jóvenes a corregir ideas o decisiones equivocadas. Lo que nunca tenemos que hacer es apoyarle en los errores, fingir que no los vemos, o peor aún compartirlos, como si fueran las nuevas fronteras del progreso humano. La educación no puede prescindir del prestigio que hace creíble el ejercicio de la autoridad. Ésta es fruto de experiencia y competencia, pero se logra sobre todo con la coherencia de la propia vida (…). El educador es un testigo de la verdad y del bien: ciertamente él también es frágil, y puede tener fallos, pero tratará de ponerse siempre nuevamente en sintonía con su misión".