Amor y ortografía

Autor: Josefa Romo Garlito

 

Original e ingeniosa la comparación del amor con la ortografía, que hace el periodista Enrique Monasterio: "En el amor, desde luego, lo esencial es la entrega, la fidelidad…, esas grandes virtudes que lo sustentan. Pero hay un conjunto de pequeñeces que alimentan el cariño, lo hacen crecer y lo mantienen vivo: es la ortografía del amor. Cuando un amor muere, generalmente ha sido asesinado a base de pequeñas faltas de ortografía (…) Hay tres importantes reglas ortográficas en el amor: la educación, la memoria y la paciencia. Las faltas de educación a veces se disfrazan de confianza, pero son tan imperdonables como las haches fuera de sitio. Los "me olvidé", los fallos de memoria y las impuntualidades de cada día, pueden parecer intranscendentes, pero son como las ges y las jotas. ¿Y la paciencia?
Son las bes, las uves y las haches intercaladas. ¿Y los acentos? En el amor, los acentos son los detalles inesperados, las mil delicadezas que uno inventa (…)". Y hablando del amor a Dios dice: "Y lo que he llamado ortografía, podría haberlo llamado simplemente piedad. ¿Qué trascendencia tiene, por ejemplo, una genuflexión omitida o mal hecha?
Ninguna: es apenas una errata, una coma fuera de sitio. ¿Qué más da una postura que otra en la Iglesia? Da poco: es sólo un defecto de estilo, un chirrido en la prosa. ¿Y a Dios qué le importa si voy a comulgar mejor o peor vestido, si los manteles del altar están limpios o sucios, si hablo, callo, río o bostezo? A Dios, en efecto, le da lo mismo. Pero a ti no. Y es que ya lo dijo San Josemaría: «Es misión muy nuestra transformar la prosa de esta vida en endecasílabos, en poesía
heroica». Dicho en prosa, lo importante es amar con buena ortografía".