La Castidad y el preservativo

Autor: Josefa Romo Garlito 

 


Siempre he valorado la castidad, “virtud de los fuertes”. Evoco las Bienaventuranzas: “ Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”. No olvido, tampoco, que Dios escogió para ser su madre, a una virgen purísima. Me gusta meditar estas palabras del Evangelio: “”Quien guarda mis Mandamientos y enseña a otros a hacer lo mismo, será grande en el Reino de los Cielos”, y la alerta contra los que escandalizan a un inocente. También como madre de familia, valoro la castidad, fuente de salud y de felicidad terrena: evita la adicción al sexo y es preservativo seguro contra embarazos inesperados, contra el Sida y contra otras enfermedades de transmisión sexual (sífilis, clamidia, etc.). La castidad favorece la fidelidad matrimonial, que proporciona paz en la familia y es manantial de gozo interior profundo en la pareja. ¿Cómo se va a esperar que sean fieles en el matrimonio, quienes acostumbran a cambiar de pareja como de vaso de beber? La
promiscuidad es motor de baja autoestima y de innegables riesgos. ¿Sabemos que la mayor parte de los embarazos inesperados en jóvenes y adolescentes, es por fallo del preservativo? Hasta la madrileña “clínica” Dator (abortorio) ha manifestado que la mayoría de las jóvenes que acuden a abortar, es por fallo en los métodos llamados seguros. Con el Sida, el riesgo de fallo del preservativo es mayor: el virus es más de quinientas veces más pequeño que el espermatozoide. 


¿Muestra responsabilidad la ministra de Sanidad cuando dice indiscriminadamente a los jóvenes en televisión, algo así: ' No les digo que se abstengan sino que disfruten pero usando preservativo?' Dice el Provervio: “Quien ama el peligro, en él perece”. Como madre de familia, siempre he dicho a mis hijos que no jueguen con el fuego.