El aborto afecta a las madres

Autor: Josefa Romo Garlito

 

 

Que el aborto no es plato de gusto, lo entiendo, y no me lo planteé, pese a las dificultades personales y familiares de mi último embarazo. ¡Qué tremendo debe ser verse en la tesitura de abortar! Eso es lo último que yo habría hecho, y creo que no lo habría hecho nunca. Pese a ello, me solidarizo con las madres que han pasado por el abortorio. Me conmueven las palabras que he leído de Ruth dirigidas en una carta de

desahogo a su niña muerta: "¿Cómo olvidar esa noche oscura y callada en la cual te maté a ti y comenzó mi muerte en vida? No era cuestión de moralidad, sino de valor humano y de dignidad (...). A partir de ese día, al ver la sangre que corría por mis manos, mi vida se apagó de un soplo, ya no había paz ni luz en mí, solamente una gran culpa, la cual me ha venido acompañando desde entonces(…)'. No es caso único. Les pasa a la mayoría de las que abortan si no están locas y tienen una pizca de sensibilidad. Una vez pasado el trance, ven que su problema se agranda. Los psicólogos clínicos hablan del síndrome postaborto: secuelas de tipo psíquico y a veces también físico; pero han firmado un papel y no pueden reclamar. ¿ Quiénes están dispuestos a ayudar luego a estas madres encerradas en un túnel de desesperación, depresión y de sentimiento de culpabilidad, a curar sus heridas? Las mismas instituciones que apoyan la vida del no nacido: Asociación de Víctimas del Aborto, Evangelium Vitae, Provida…; pero nunca los abortorios.