Cuaresma 2007

Autor: Josefa Romo Garlito

 

 

Me ha impresionado ver, un año más, la iglesia llena de gente al comienzo de la Cuaresma, el Miércoles de Ceniza, como si fuera gran día de fiesta. La Cuaresma tiene arraigo en el pueblo cristiano desde tiempos muy remotos, y de ello es testigo nuestra literatura.
Ahora se ataca y se vilipendia a la Iglesia y nos quieren hacer creer que somos pocos; pero no se lo creen ni quienes lo dicen. No se desarma una familia porque malas lenguas hagan presa en ella, ni pierden los católicos su identidad porque la Iglesia cuente con enemigos poderosos. Cuando una familia sufre, los miembros se sienten más unidos. Cuando los católicos vemos burlada nuestra fe, nos aferramos más a nuestras tradiciones. Sin que lo pretendan, nos despiertan de nuestro letargo, y sentimos el imperativo de testimoniar lo que creemos.
La Cuaresma de 2007, como las anteriores, nos recuerda de donde venimos y a dónde vamos. Cada miércoles de ceniza es una evocación de nuestra procedencia del polvo y agachamos humildemente la cabeza; pensamos que volveremos a la tierra pero que daremos cuenta de lo que hemos hecho aquí con nuestra vida. Una vida llena es la que no olvida al Señor ni se encierra en sí misma, sino que se entrega con amor, especialmente a los próximos. Cuaresma es tiempo de ponernos de cara a Dios por la oración y la conversión del corazón; de hacernos espiritualmente fuertes por la penitencia (ayuno también de caprichos y de cosas); de intensificar nuestra caridad con la limosna. Así nos prepararnos para la celebración de la Pascua en espera de la Pascua eterna.