¿Un milagro la vida de Amilla Taylor?

Autor: Josefa Romo Garlito

 

 

No es un milagro aunque nos sorprenda que una niña del tamaña de un bolígrafo y ni trescientos gramos de peso, con sólo veintiuna semanas de desarrollo fetal, haya sobrevivido a una cesárea. Se trata de Amilla Taylor, nacida en Miami. Con el adelanto de la
técnica, cosas más sorprendentes veremos, pues somos lo que fuimos desde el primer momento de la fecundación, sin variación en la cualidad. La electrónica e informática ofrecen hoy la posibilidad de observar la maravilla de la vida, y hasta de adelantar su supervivencia y desarrollo fuera del receptáculo materno. A mí me maravillan las imágenes
del feto que Nacional Geographic ha recogido en tres dimensiones. Desde la fecundación (unión del espermatozoide con el óvulo), surge un ser humano distinto de sus padres, una nueva vida humana, y merece respeto y protección. El desarrollo humano es un continuo, sin saltos cualitativos. A las dos semanas se inicia el desarrollo nervioso, y se perfecciona a las nueve, fecha en que reacciona a los estímulos ( sabores, etc.). A los dieciocho días,
late el corazón; en la semana quinta se distingue la retina, cristalino y párpados; en la sexta está completo el esqueleto, y hasta se le puede hacer un electroencefalograma. Una de las muelas no sale sino en la juventud. Me parece como imposible, si no fuera una realidad tangible, que se le arranque la vida al niño dentro de su madre y se le torture con inicua desfachatez.