Gaudí volvió a saltar a la Unesco

Autor: Josefa Romo Garlito

 

 

Ahora, varias obras más de Gaudí, se han añadido a las tres del genio que consideraba ya la UNESCO desde 1948, patrimonio mundial : son la iglesia de la Colonia Güel, las casas Vicens y Batlló y la fachada de la Natividad y cripta del templo de la Sagrada familia. Este templo es el monumento artístico más visitado en España. Gaudí supo hacer de su fe, cultura. Como ha manifestado la Unesco, "los nuevos edificios atestiguan la excepcional contribución de las creaciones de Gaudí a la evolución de la arquitectura y las técnicas de construcción a finales del siglo XIX y principios del XX".

A Gaudí, muchos lo consideran, además de un genio, un santo.

Siempre he admirado a los santos, antiguos y modernos. Tienen en común, una
belleza interior tan atractiva, que nos llena de sana envidia. El santo llega a rozar la perfección de su voluntad bien dispuesta y se encumbra en su humildad hasta tocar, casi, el Cielo. Nadie nace santo. La santidad es corona que se gana tras la dura batalla de la vida. El santo busca la perfección humana de su obra, que realiza con mucho amor. Por los dedos de algunos santos fluye un alma de artista. Es el caso de Antoni Gaudí, aquel "arquitecto de Dios" con sensibilidad de poeta, que veía en la Belleza el "resplandor de la Verdad". Grande entre los grandes, pero humilde, fervoroso y sin complejos, se arrodillaba al paso del Santísimo Sacramento. Católico
en proceso de canonización, es autor del famoso templo de la Sagrada Familia. Le gustaban los adornos religiosos en las casas que diseñaba, destinadas a ser iglesias domésticas. Consciente del deber de atención a los propios, tuvo con él en su casa del parque Güel, a su padre anciano y a su sobrina Rosita Egea, de delicada salud. Catalán que amaba la pobreza, se hizo pobre voluntariamente y socorría a los pobres, a los que trataba con caridad y sencillez. Andariego, casi no cogía el tranvía en sus idas y vueltas del trabajo; aprovechaba sus caminatas para reflexionar y entrar en la iglesia a visitar al Dulce Prisionero del Sagrario. Decía que "un hombre
sin religión, es un hombre mutilado".

Genio de la arquitectura, no presumía de nada y afirmaba que "sólo no se equivoca el que sistemáticamente repite...". Realizaba su trabajo profesional con el primor del artista enamorado. Solía decir: "Para hacer las cosas bien, es necesario: primero, el amor; segundo, la técnica". Su taller, cuajado de modelos de yeso, respiraba vida, como su obra, que reproduce los modelos de la naturaleza. Sabía animar a los demás: "Gente pequeña ha contribuido mucho a grandes cosas; primero con su buena voluntad, segundo, poniendo en juego sus cualidades (así es como se ha de actuar de cara a Dios)". En su afán de asemejarse a Cristo, "abandonó la buena vida, el vestir snob, el uso del coche, el afán de riquezas, y de confort...para dedicar su vida y su persona sólo a Dios".