La familia, un bien social

Autor: Josefa Romo Garlito 

 

 

Me alegra que haya gente con la cabeza bien puesta y que realiza el esfuerzo de poner luz sobre las sombras que hoy nos cercan. En relación, por ejemplo,  con la familia, hay una especie de lucha por destruirla. La separación y el divorcio de los padres, tan en boga ahora y promovido por quienes deberían apoyar y favorecer la unión conyugal,  no es signo de progreso, sino estúpida tiranía que se ejerce sobre los niños y adolescentes. ¿Quiénes pagan más caro? Los hijos ven roto su hogar y la inseguridad suele apoderarse  de ellos y hacer estragos en su personalidad en desarrollo, en el progreso del estudio y en su conducta. ¿Hay verdadero cariño cuando no se hace el esfuerzo de la conciliación, o predomina el egoísmo y la soberbia de quienes son impacientes, irresponsables o no quieren perdonar ni pedir perdón? Hay cosas que no se pueden tolerar; pero, en muchos casos, el motivo de las rupturas es la falta de resolución para resolver positivamente las crisis; también, el capricho por otro enamoramiento, debido a la irresponsabilidad en la guarda del corazón.  En esta línea de clarificación y de servicio a la verdad, se han presentado en Bruselas (9-5-06), las conclusiones del I  Informe Europeo sobre la Familia. Allí, el Instituto de Política Familiar subrayó la importancia social de la familia e insistió en la necesidad de fortalecer el vínculo matrimonial,  los procedimientos de reconducir las crisis familiares y el fomento de la natalidad, así como la urgencia de la definición del matrimonio como lo que es, la unión estable entre un hombre y una mujer.