Las verdaderas contemplativas

Autor: Padre José Alcázar Godoy

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En cierto monasterio, un grupo de mujeres se esforzaban para alcanzar la contemplación. Con todas sus fuerzas pedían a Dios que les ayudase a conseguirla. Muy austeras, las monjas negaban en sus vidas las bajas inclinaciones que distancian del corazón de la eternidad, sin prestar el menor interés a lo que el mundo suele considerar necesario.

Los días transcurrían entre el trabajo y la oración; al finalizar la jornada se reunían para intercambiar sus experiencias cotidianas. Y todas coincidían en que Dios no les mostraba el camino para llegar a la más alta contemplación.

Pero un día, una religiosa recibió la visita de su familia que le obsequiaba con un racimo de uvas deliciosas. Ella lo agradeció profundamente y, cuando se despidió de la familia, pensó: "Lo ofreceré a nuestra anciana madre, mortificada durante tantos años sin consentir para sí misma satisfacción alguna". 

La abadesa agradeció de corazón esta manifestación de amor, pero, en lugar de comerse la uvas, pensó: "Voy a llevar el racimo a la novicia que acaba de abandonar el mundo, porque necesita una poderosa alimentación para sobrellevar la dureza del convento". 

La joven lo agradeció verdaderamente, mas en lugar de probarlas se las ofreció a otra monja, y ésta lo llevó a otra, y todas hicieron lo mismo, hasta que el racimo de uvas deleitosas llegó a la religiosa del principio.
No cabía duda, aquella era una comunidad verdaderamente contemplativa, y Dios les había mostrado el camino.