El rebelde

Autor: Padre José Alcázar Godoy

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Al maestro le gustaba inducir en los corazones infantiles la necesidad, para alcanzar la salvación, de quemar la juventud con sus más bellos sentimientos.

Los alumnos creían ciegamente en sus palabras, pues si tan eximia era su sabiduría y había sido elegido para señalar el camino, en él yacía la verdad. Incluso pensaban que todo eso era necesario para fertilizar los jardines y viñedos de una humanidad carente de mártires.

Muchos, inutilizados para pensar por ellos mismos, sacrificaron sus energías, desangrando vidas que eran ríos de oro y plata salvaje; salvo uno, que se negó rotundamente. Este joven desarrolló su pensamiento al margen de unas enseñanzas violentas con la conciencia.

Cuando los jóvenes murieron, el maestro recogió sus cenizas y las roció por los campos. Esa primavera abundó la cosecha. Sin embargo, un año después volvió a nacer en la campiña de la humanidad el egoísmo y la soledad, porque las cenizas se gastaron estúpidamente.

Mientras tanto, el rebelde volvió a la escuela, quemó los libros del maestro, destrozó su aula y escribió en la pared un cántico a la libertad. Luego volvió a la aridez esteparia donde se aglomeraba la muchedumbre. 
Allí, con el aliento de los ignorantes y de los necesitados, despertó la grandeza contenida en el corazón del desdeñado. Sin comprender el misterio, en un pequeño grupo floreció una ingente cosecha, y, al cabo de algún tiempo, parte de la humanidad se convirtió. Éstos contaron su experiencia a sus hijos, éstos a los suyos y así el fruto se multiplicó.

Y para que perdurase la memoria del rebelde como ejemplo contra el fanatismo, introdujeron sus cenizas en una urna transparente con esta leyenda: “Quien te ama, velará por ti”.

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