El teólogo más sabio

Autor: Padre José Alcázar Godoy

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Todos los días, el teólogo más insigne de la ciudad, escrutaba las Sagradas Escrituras con el ardiente deseo de comprender mejor a Jesús.

    Tan preclaro profesor destacaba sobre los demás; impartía conferencias, había publicado numerosos artículos en revistas especializadas y editado decenas de libros; cuando hablaba, los oyentes lo consideraban el portador de la verdad.
    En cierta ocasión, Jesús se apareció al teólogo.
    -¿Quién eres tú, preguntó éste asombrado ante una evidencia en la que no acababa de creer.
    - Soy Jesús, a quien buscas en tus libros, añadió el Señor.
    - No, no, yo no investigo apariciones, yo estudio con métodos rigurosos al hombre que vivió hace dos mil años y que decía ser hijo de Dios, replicó el profesor.
    - Pero si ese soy yo, mira mis manos y toca mi costado, respondió Jesús.

    El teólogo, pareciéndole inverosímil semejante conversación, expuso un razonamiento académico:
    - Tu costado no tiene excesiva importancia ahora. Bien sabes que la mente puede perforar la piel y los huesos. Lo verdaderamente crucial no concierne al cuerpo, sino que consiste en saber si Jesús era Dios o solamente un profeta más, si los milagros fueron inventados por la primitiva comunidad y si tiene más sentido hablar, para la mentalidad de nuestro tiempo, de la resurrección como una experiencia mística de los apóstoles.

    Atónito por lo que acababa de oír, Jesús respondió:
    - Hijo mío, yo te muestro con signos lo que tú buscas con conceptos; signo y concepto no siempre son coincidentes.

    En aquel instante, el teólogo se levantó, se restregó los ojos y fue a lavarse la cara. Estaba cansado y creía haber padecido una lamentable alucinación.
    Jesús, mirándolo, dijo:
    - Algo no anda bien en el corazón de mi hijo; es tanta su inteligencia que niega la existencia de una verdad superior.
    Un día después, el teólogo iniciaba su disertación diciendo:
    - Ayer tuve una  alucinación increíble...