El rey justo
Autor: Padre José Alcázar Godoy
Había una vez un rey con fama de justo que tenía una hija muy hermosa.
Era un rey temido, porque ningún delito escapaba a su justicia. Los condenados eran decapitados, como blanda cera, con una espada cortante y sanguinaria.
Cierto día, un poeta se cruzó en el camino con la carroza de la princesa, detuvo su cabalgadura y le cantó un hermoso poema.
Desde entonces, la princesa sólo pensaba en el poeta, hablaba del poeta y soñaba con el poeta.
Cuando el rey supo del enamoramiento de su hija hacia un hombre vulgar, mandó detenerlo y ajusticiarlo, acusándolo de haber mancillado la dignidad de la realeza.
El poeta se defendió diciendo: “Majestad, sólo he cantado unos versos al corazón de la belleza”.
El monarca respondió: “¡No, tú has esclavizado a mi princesa! Por eso debes morir”.
El poeta añadió: “Misericordia, majestad, huiré a otras tierras donde jamás dañe el corazón de las doncellas”.
Y el rey replicó: “¡No, morirás ahora mismo!”
Entonces el verdugo blandió la cortante espada y de un tajo cercenó su cabeza, la cual rodó por el suelo una corta distancia. Al detenerse, se abrieron sus labios diciendo: “Majestad, tan sólo fue un poema”.
Hay todavía gobernantes que decapitan a sus poetas, aun cuando solo canten al corazón de la belleza.