Anulación del matrimonio

Autor: Padre Jordi Rivero

Corazones.org

 

 

Una anulación, o más propiamente, una declaración de nulidad, es un decreto emitido por una autoridad competente de la Iglesia o un acto eclesiástico del Tribunal de la Iglesia, generalmente a nivel diocesano.

La Iglesia tiene obligación de ser fiel a la enseñanza de Cristo sobre la indisolubilidad del matrimonio (Cf. Mt. 19,6), por eso defiende el lazo matrimonial hasta que no se pruebe que es nulo. 

Nadie, tampoco la Iglesia, puede poner fin al sacramento matrimonial que haya sido válidamente contraído. Pero la Iglesia reconoce que hay matrimonios en que no existió sacramento y cuando se le pide hacer justicia para clarificar estos casos la Iglesia, como madre, ejerce su autoridad en un proceso jurídico. La anulación por lo tanto no pone fin a un matrimonio sacramental, más bien declara que nunca existió.

No se niega que haya habido unión conyugal. El tribunal se limita a juzgar si el matrimonio en el principio fue válido como sacramento. Puede haberse celebrado una hermosa boda en la Iglesia, tener vida en común e hijos y sin embargo no ser un sacramento.

¿Cuándo se puede anular un matrimonio?
El Tribunal de la Iglesia puede conceder la anulación del matrimonio después de una minuciosa investigación de las razones presentadas por la parte actora (la que presenta la petición). Durante la investigación, el tribunal se comunica con la otra parte para escuchar sus argumentos. Entre las razones que pueden llevar a la anulación:

• Falta de procedimiento canónico si una parte es católica y requiere ser casada en presencia de un sacerdote, diácono u obispo. 
• La existencia de un impedimento que no se puede dispensar. 
• La presencia de una intención contraria en el momento de la boda. 
• La presencia de un factor psicológico que a uno o a los dos interesados les haya impedido saber lo que estaban haciendo.
• La incapacidad de asumir las responsabilidades fundamentales del matrimonio. 
•El uso de la fuerza o el engaño para llevar a uno o a los dos al matrimonio. 

El tribunal que decide los casos tiene su cede generalmente en la diócesis donde vive la parte actora. 

¿Pueden darse injusticias en estos procedimientos?
Si pueden darse porque, aunque se trata de un ejercicio de la autoridad no infalible de la Iglesia, el Papa ha reconocido este peligro, pero con más frecuencia cometen injusticia los que juzgan la decisión eclesiástica y se convierten ellos mismos en jueces sin que Dios los haya instituido.

Recuerden que para pedir una anulación matrimonial se debe recurrir al sacerdote de la parroquia que les corresponda, quien les podrá decir cuáles son los pasos a seguir.

Lo que piensa la Iglesia
Aunque una persona se hayan divorciado y diga que todo ha terminado, el vínculo matrimonial permanece. No es la Iglesia la que "impone" este vínculo indisoluble, en realidad el sacramento del matrimonio no se recibe del sacerdote sino que la misma pareja sella el sacramento cuando se juran el uno al otro ante Dios y ante los hombres fidelidad en las alegrías en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida... Con esas palabras ellos mismos se unen en Cristo. Es Él quien enseña con autoridad divina: "ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre". Mateo 19,6. 

La nulidad, sólo el tribunal eclesiástico tiene autoridad para concederla. Si se cree que existen causas se deben presentar y se debe hablar con el sacerdote de su parroquia para comenzar el proceso.

Un documento de la Iglesia (Familiaris Consortio), prohíbe efectuar ceremonias de cualquier tipo para los divorciados que vuelven a casarse, pues estas celebraciones podrían dar la impresión de que se celebran nuevas nupcias sacramentalmente válidas y como consecuencia inducirían a error sobre la indisolubilidad del matrimonio válidamente contraído.

Por su parte, el Papa Juan pablo II, explica que la indisolubilidad del es una enseñanza que viene del mismo Cristo. Por ello, el primer deber de los pastores y de los colaboradores pastorales consiste en ayudar a las parejas a superar las eventuales dificultades» que experimenten. El recurso a los tribunales eclesiásticos, subrayó el pontífice, «debe ser la última solución».