Ningún cristiano (ni nadie) debe votar por candidatos proaborto 

Autor: Adolfo Castañeda

Fuente: Vida Humana Internacional

 

 

Hoy en día no pocos cristianos, incluyendo católicos, ignoran que ningún cristiano, y de hecho ninguna persona que respete la ley moral natural, debería votar por leyes o candidatos políticos que estén a favor del aborto. Aunque la doctrina que presentaré brevemente a continuación es de la Iglesia Católica, las razones que la sustentan pueden y deberían ser aceptadas por todos, ya que pertenecen al patrimonio universal de la humanidad: la defensa de los derechos humanos fundamentales. 

La Declaración sobre el aborto provocado, de la Congregación para la Doctrina de la Fe del Vaticano, enseña que "un cristiano no puede jamás conformarse a una ley inmoral en sí misma; tal es el caso de la ley que admitiera en principio la licitud del aborto. Un cristiano no puede ni participar en una campaña de opinión en favor de semejante ley, ni darle su voto, ni colaborar en su aplicación". Y si esto es así con respecto a las leyes proabortistas, más lo es con respecto a candidatos proabortista o "prochoice" (a favor del "derecho a decidir" abortar). Un cristiano jamás debe darles su voto. 

Algunos cristianos dicen que el aborto no es el único tema a considerar cuando se trata de elegir a un candidato. Ello es verdad. Sin embargo, es el primero que se debe considerar. La Declaración ya citada nos aclara este punto. "El primer derecho de una persona humana es su vida. Ella tiene otros bienes y algunos de ellos son más preciosos; pero aquel es el fundamental, condición para todos los demás. Por esto debe ser protegido más que ningún otro". Sin el derecho a la vida se pierden todos los demás derechos. Los obispos católicos de Estados Unidos desarrollaron este punto en una carta pastoral publicada el 18 de noviembre de 1998, titulada Living the Gospel of Life: A Challenge to American Catholics ("Vivir el Evangelio de la vida: Un reto para los católicos de Estados Unidos"). El tema fundamental e inédito de la Carta es que exige que el problema de la matanza directa de seres inocentes, especialmente en los casos del aborto y de la eutanasia, ocupe el más alto nivel de prioridad entre todos los otros problemas morales de la actualidad. La Carta desarrolla este tema en tres puntos de capital importancia. El primero de ellos es que "el estar en lo cierto en otros asuntos nunca puede constituir un pretexto para llevar a cabo una elección equivocada en relación al ataque directo contra la vida humana". El segundo punto importante es que los obispos ponen sobre aviso a los políticos católicos diciéndoles que aquellos que contradicen o ignoran la enseñanza de la Iglesia Católica sobre la inviolabilidad de la vida humana "conspiran indirectamente con aquellos que matan a seres humanos inocentes..., deben considerar las consecuencias para su propio bienestar espiritual, así como el escándalo que corren el riesgo de causar, al inducir a otros a cometer un pecado grave... [y] tienen que reconocer que...ninguna ley humana puede contradecir el Mandamiento: ‘No matarás'". El último punto de gran importancia es que los obispos urgen a los sacerdotes a predicar sobre estas verdades y que les digan a sus feligreses que tomen en cuenta la postura de un candidato en relación al aborto antes de darle su voto por encima de cualquier otra preocupación social. 

Obsérvese que uno de los puntos que los obispos de Estados Unidos están recalcando es que el no defender del aborto a nuestros hermanos y hermanas que no han nacido descalifica automáticamente a un candidato político sin importar qué postura tenga en relación a otros temas. Supongamos que un candidato político es muy bueno en cuestiones de economía y de política exterior, pero que al mismo tiempo permite que se cometa discriminación contra las mujeres o las personas de ciertas razas o etnias. Nadie debería votar por ese candidato. Y los bebitos no nacidos, ¿no merecen la misma consideración? 

Si a estas razones añadimos que en el mundo se practican unos 50 millones al año, sin contar los muchos millones más de abortos causados en los primeros días del embarazo por la píldora anticonceptiva, la píldora "del día siguiente", la píldora RU-486, el Norplant, el dispositivo intrauterino (DIU o IUD), el inyectable Depo-Provera, así como la destrucción de embriones que implica la fecundación in-vitro; y que los bebitos no nacidos son los seres humanos más inocentes e indefensos que existen (en muchos países ni siquiera los protege la ley); tenemos que concluir necesariamente que la defensa de la vida humana ante el aborto es el primer criterio que deben tener en cuenta, no sólo los cristianos y los católicos, sino toda persona de buena voluntad, creyente o no.