Discurso sobre la Suma Teológica de Santo Tomas de Aquino

Unidad y Trinidad de Dios

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

Sitio Web del Padre

 

 

Los autores anteriores a santo Tomás han comenzado la exposición de la teología por el tratado de la Santísima Trinidad, omitiendo el tratado de Dios Uno, o estudiando sólo algunas cuestiones del mismo. Santo Tomás reorganiza el estudio de la teología comenzando por el tratado de Dios Uno, porque este conocimiento es más asequible a nuestra razón, y metodológicamente debe procederse de lo más conocido a lo menos conocido, y del estudio de un ser absoluto a lo relativo de ese ser, que son las relaciones de Dios, que dan origen a las Personas. Así, de la unidad de esencia en Dios, se pasa al establecimiento de la distinción de personas por medio de las procesiones divinas, originadas por las operaciones de conocimiento y de amor.

EL TRATADO MAS TEOLOGICO

Este tratado es el más teológico de todos, pues busca el conocimiento posible de la vida íntima de Dios. También el más fundamental, y como el corazón de la fe, siendo el más trascendente, es también el más inmanente a nuestra vida cristiana, que es la participación por la gracia de la vida de Dios, que presencializa real y substancialmente en nuestras almas, como en un templo, a la Santa Trinidad, en cuya familia nos inserta. Ni la vida ni la acción de Santa Teresa de Jesús se comprenderían sin la experiencia y actuación de la Trinidad en su alma. Del "más grande de los Santos", como le gustaba llamar San Juan de la Cruz a la Santísima Trinidad, cuando le preguntaban la razón de la gran devoción que le profesaba.

El dogma de la Santa Trinidad consiste en la afirmación de la unidad de Dios en la Trinidad de Personas. El IV Concilio de Letrán lo confiesa con estas palabras: "Firmemente creemos y absolutamente confesamos que existe un solo Dios verdadero, eterno, inmenso e inmutable, incomprensible, omnipotente e inefable, Padre, Hijo y Espíritu Santo: tres personas distintas en una sola esencia, substancia o naturaleza absolutamente simple. El Padre no procede de ninguna persona, el Hijo procede sólo del Padre, y el Espíritu Santo igual de los dos: sin principio, siempre y sin fin: el Padre engendrando, el Hijo naciendo y el Espíritu Santo procediendo; consubstanciales, y coiguales, y coomnipotentes, y coeternos; un solo principio de todas las cosas".

MISTERIO INALCANZABLE A LA RAZON NATURAL

La simple razón natural no puede por sí misma conocer la existencia de la Trinidad de personas en Dios: "Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar" (Mt 11, 17).

Pero una vez revelado el misterio puede la razón, iluminada por la fe, explicar aunque imperfectamente, la trinidad de personas en Dios. Y éste, la explicación de la fe, es el objeto de la teología.

Ya en el Antiguo Testamento se daban algunos indicios que hacían presentir el misterio trinitario: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza" (Gn 1, 26). También aparece la sabiduría junto al Señor y engendrada por El. Y habla del espíritu de Dios incubando sobre las aguas (Gn 1,2).

Pero sólo en el Nuevo Testamento se revela claramente el misterio de la Trinidad: "Bautizado Jesús y orando, se abrió el cielo y descendió el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma, sobre El, y se escuchó una voz: "Tú eres mi hijo amado, en ti me complazco" (Lc 3, 21). Jesús, habla constantemente de su Padre, y explícitamente envía a los Apóstoles: "Id y bautizad en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt 29, 19). Santa Teresa nos dice: "se me reveló con tanta claridad la naturaleza de Dios en Tres Personas, que quedé espantada y muy consolada".

CONOCIDO POR LA REVELACION

"Para la formulación del dogma de la Trinidad, la Iglesia debió crear una terminología propia con ayuda de nociones de origen filosófico: substancia, persona o hipóstasis, relación, etc.". Al hacer esto, no sometía la fe a una sabiduría humana, sino que daba un sentido nuevo, sorprendente, a estos términos destinados también a significar en adelante un Misterio inefable, "infinitamente más allá de todo lo que podemos concebir según la medida humana" (Pablo VI) (CIC 251).
Utilizando esos términos, la fe católica nos enseña que en Dios hay tres personas completamente distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, que tienen una sola naturaleza o esencia divina. La naturaleza es la esencia de un ser considerado como sujeto de operaciones y responde a la pregunta ¿qué es esto? - Es una flor, un pájaro, un hombre. La persona expresa el sujeto que realiza operaciones por medio de su naturaleza racional. "Persona, dice Santo Tomás, significa lo más perfecto que hay en toda la naturaleza, o sea, el ser subsistente en la naturaleza racional". La persona responde a la pregunta: ¿quién es éste? Estas nociones elementales son fundamentales e imprescindibles para entender el dogma de la Trinidad. En Dios hay tres personas distintas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Aunque la razón no puede demostrar el misterio trinitario, puede rastrear su admirable credibilidad, iluminada por la fe. La pluralidad de personas en Dios equivale a sus varias relaciones subsistentes, realmente distintas entre sí. Distinción real entre las relaciones divinas proveniente de su oposición relacional. Así como la paternidad y la filiación son relaciones opuestas, pertenecientes a dos personas, la paternidad subsistente es la persona del Padre, y la filiación subsistente es la persona del Hijo. La espiración activa del Padre y del Hijo es opuesta a la espiración pasiva, o procesión del Espíritu Santo.

LA CONCEPCION HEGELIANA

El pensamiento de Hegel, uno de los filósofos que más han influido caóticamente en el pensamiento contemporáneo, puede ayudarnos "a contrario", para poder profundizar en lo posible en el misterio y nos dé una pizca mayor de luz, que nos confirme en que la fuente de ese río inmenso es el Amor. Afirma Hegel que la Idea, el Espíritu absoluto, sólo es capaz de realizarse cuando ve su conciencia anulada por la presencia del Otro, de tal manera que, para ser diferenciado, debe conseguir la antítesis de lo otro. El acuña su filosofía en que la existencia cristaliza en tesis, antítesis y síntesis. Ya había dicho Fichte que el no yo, es lo que me hace tomar conciencia de mi yo. El Espíritu Absoluto evoluciona transformándose en yo divino cuando se plantea como tesis frente al no yo de la creación, y ante la conciencia del hombre, se reconoce como un yo frente a su alteridad, esto es, un no yo, que es su antítesis. Esta contradicción entre yo y tú, entre tesis y antítesis, ha de ser superada por la síntesis que es producida por el Espíritu que retorna al absoluto diferenciado y personalizado. Este planteamiento, que está en la raíz del pensamiento moderno, no es original de Hegel, que había estudiado teología en el seminario protestante de Tubinga, con Hölderlin y Schelling. Después perdió la fe, y encontró las principales intuiciones de su sistema en sus lecturas sobre la Trinidad: "El Hijo es la antítesis del Padre; el Espíritu Santo la síntesis. Y esto lo proyectará en sentido panteísta al universo: el Hijo será el mundo, manifestación del Espíritu Absoluto, y el Hombre, la conciencia del mundo. Todo hombre ha de ver en sí mismo el fondo divino de su ser, y ante la dialéctica de creerse frente al yo de Dios y al yo de los demás, debe hacer la síntesis del Espíritu, imitación del Espíritu Santo. Esta síntesis para él será el Estado y para Marx, la dictadura del proletariado y la lucha de clases.

AL PANTEISMO DE HEGEL SE OPONE LA VERDADERA DOCTRINA

Lo que había captado Hegel del misterio trinitario en la heterodoxia protestante e iluminista de su seminario, desembocaba en el panteísmo. Al citarle, trato de razonar y demostrar que la verdadera doctrina trinitaria es mucho más sutil y bella que la disparatada imaginada por Hegel. La Trinidad no es una expansión que Dios necesita para realizarse, haciendo del otro una proyección del yo, porque en Dios no existe antes y después, es eterno:

"Su origen no lo sé, pues no le tiene
mas se que todo origen de ella viene
aunque es de noche.

Bien sé que suelo en ella no se halla
Y que ninguno puede vadealla
Aunque es de noche.

La corriente que de estas dos procede
Sé que ninguna de ellas le precede,
Aunque es de noche.

Bien sé que tres en una sola agua viva
Residen, y una de otra se deriva,
Aunque es de noche".

Lo cantó, quien tenía mucha sabiduría experiencial de la Trinidad, San Juan de la Cruz.

COMUNIDAD DE AMOR

No hay pues en Dios una Primera Persona que, tiene necesidad para realizarse, de producir una Segunda frente a él y luego una Tercera para completar el nosotros. En el Dios único hay, desde la eternidad y simultáneamente, un convivir amoroso de tres personas en cálida y acogedora familia, que no se afirman a sí mismas en el dominio sobre las otras, sino al revés, son entrega total e infinitamente permanente de amor. No son tres yo, sino un único nosotros. Por eso es siempre el mismísimo Dios el que nos habla y no una u otra de las personas de la Trinidad. Santa Teresa, que experimentó el misterio, nos dice que sólo una Persona le hablaba.

Para expresar más profundamente estas verdades, la Iglesia utilizó la categoría relación: las tres hipóstasis de la Trinidad no son tres individuos, o tres naturalezas, sino tres relaciones distintas. Pongo un ejemplo: entre dos personas humanas amigas hay una doble relación de amistad recíproca. Son dos seres humanos y dos relaciones. Pero, entre las personas de la Trinidad, sólo existen relaciones, y no seres o sustancias diferentes y concretas. En una familia hay dos relaciones: la que va del padre al hijo, la paternidad, y la que va del hijo al padre, la filiación. Pero siguen existiendo como personas distintas y separadas, pudiendo el hijo disentir del padre, y el padre del hijo. En Dios no existe un Padre que tiene relación de paternidad con el Hijo, y un Hijo que tiene relación de filiación con el Padre, sino que el Padre es pura y exclusivamente la relación de paternidad y el Hijo pura y exclusivamente la relación de filiación, identificadas con la misma esencia y con el mismo ser. Cada uno de nosotros tiene conciencia de que piensa, habla y obra. Hay pensamiento, palabra y obra. Pero puede pensar una cosa, y decir la contraria, y obrar de manera diferente. De quien así procede decimos que no es coherente. De una manera parecida, el padre puede querer un fin y el hijo no someterse, por la contingencia y limitación de nuestras personalidades y potencias. Y por defecto de coherencia y porque no hay unidad sustancial, ni en nuestras potencias ni en nuestras relaciones. En la Tres Divinas Personas, hay Unidad Sustancial, la unidad que Cristo pedía al Padre, en el sermón de la Ultima Cena: "Padre, que sean Uno como Tú y Yo somos uno" (Jn 17,21).

LA DIFICULTAD DE ENTENDER EL MISTERIO

Seguramente estos conceptos son difíciles de entender pero nos acercan a la luz de lo que constituye la personalidad divina de cada uno de los tres: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Cada uno no existe de por sí sino que es pura relación a los otros dos. El Padre es relación al Hijo y al Espíritu Santo. El Padre no existe en sí, es afirmación del Hijo y del Espíritu Santo; ni el Hijo existe en sí, sino que es afirmación del Padre y del Espíritu; ni el Espíritu Santo es en sí mismo más que relación, afirmación del Padre y del Hijo. En ellos no se rompe la unidad divina. Sólo así se puede entender la total libertad de la creación, realizada pura y exclusivamente por amor gratuito, ya que Dios, para realizarse, no necesita la creación para afirmar su personalidad en nosotros, pues vive la riqueza maravillosa de su plenitud trinitaria. Esto nos permite penetrar en el misterio de la cruz, que es el acontecimiento en donde mejor se ha revelado el amor misterioso de la Trinidad. Es en la cruz donde la conciencia humana de Jesús muere, resucita y asciende definitiva y plenamente al Padre y al Espíritu, y en ellos, en su Familia, se consuma la armonía plena de Hijo, segunda persona de la Trinidad, en su relación filial con el Padre, cuya voluntad acepta totalmente y perfectamente, negando su voluntad y sometiéndola a la del Padre, y pura relación de amor a Él y a nosotros por el Espíritu.

EL YO EN FUNCION DEL TU Y DEL NOSOTROS

Estos conceptos misteriosos están en la base del mensaje del evangelio, contrapuesto al del mundo moderno, y al de la filosofía hegeliana, iluminista y protestante, en la que el otro siempre está en función de mi yo, y el tú siempre para afirmar mi yo. En cristiano ser personas es perderse a sí mismos en la relación con los demás. En la filosofía heterodoxa moderna el tu, los tus, siempre son escalones, que han de ser pisados o aplastados, para que brille el yo. La verdadera personalidad evangélica, a semejanza de la de las divinas personas, pone siempre el yo en función del nosotros, de los demás, en relación de amor y de servicio. A un mundo programado en la filosofía de Hegel, liberal y racionalista, el de los criterios, valores y eslóganes, del hay que realizarse, vivir su vida, disfrutar y pasarlo bomba a tope, del es su problema, no hay que matarse por los demás, ni por los hijos, ni por la esposa, ni por los amigos, ni por los feligreses, ni por tus trabajadores, el misterio trinitario, traducido en evangelio, le dice que la única manera de realizarse es perderse, darse, jugárselo todo por Dios y por los hermanos: "El que quiera conservar su vida la perderá, el que la arriesgue, en amor y servicio, con valentía y coraje, por amor a mi y a los demás, la encontrará" (Jn 12,25).

NO PARA DESTRUIR SINO PARA CONSTRUIR

A la terrible dialéctica idealista de Hegel, o materialista de Marx, que conduce a la destrucción del tu y por eso también del yo, en la voracidad del querer afirmarse cada uno aniquilando al otro y en la falsa síntesis que transforma a todos en el vosotros anónimo y despersonalizante de lo social o del estado, el misterio luminoso de la Trinidad propone una realización personal que respeta cada una de las identidades, las hace crecer con amor y servicio mutuo, y las fortalece en el nosotros de la verdadera familia y comunidad. De la belleza infinita del existir trinitario fluyen, como pálidas manifestaciones, todas las relaciones de verdadero amor, de amistad, de cariño, de enriquecimiento mutuo, que constituyen lo más rico de la vida de los hombres verdaderamente personalizados en la caridad y no en la masificación social que ha producido en nuestro tiempo, con la pérdida de la personalidad y de la solidaridad, el mundo fecundado perversamente por Hegel y por Marx, cuya filosofía y la de otros, ha triunfado perversamente en este siglo XX, como afirma Juan Pablo II en la "Centesimus annus".

TRES PERSONAS EN LA UNIDAD

Hay pues, tres Personas en Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. "Lo que hace que la primera persona sea el Padre es su relación con el Hijo; lo que hace que la segunda persona sea el Hijo es su relación con el Padre. El Padre es Padre porque engendra y contempla a su Hijo. El Hijo es Hijo porque nace de su Padre y le mira. Así que las divinas Personas son la eterna y necesaria antítesis del egoísmo. El Padre no existe sino para engendrar al Hijo infinitamente perfecto y para amarle y con El, dar origen al Espíritu Santo. El Hijo no vive sino para su Padre y para el Espíritu Santo" (Sauvé).

"La fe católica es que veneremos a un solo Dios en la Trinidad, y a la Trinidad en la unidad... Dios es el Padre, Dios es el Hijo, Dios es el Espíritu Santo; y, sin embargo no son tres dioses, sino un solo Dios" (Symbolo "Quicumque"). San Juan de la Cruz lo cantará en el bellísimo poema ya citado, de La Fonte:

"Bien sé que tres en una sola agua viva
residen, y una de otra se deriva,
aunque es de noche.

Aquesta eterna fonte está escondida
en este vivo pan por darnos vida,
aunque es de noche".