Santa Teresa de Jesús

Maestra de oración

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

Sitio Web del Padre

 

 

Mientras en el último medio siglo, la ciencia ha conseguido liberar al hombre de las limitaciones y carencias del cerebro; la medicina, la farmacopea y el psicoanálisis han logrado que muchos hombres superen sus enfermedades mentales, sus traumas afectivos, sus comportamientos excéntricos ante el estrés, o la angustia vital, el estilo de vida ha ido acrecentando los riesgos de desequilibrio humano. La crueldad de las guerras, el creciente terrorismo, las drogas de todos los diseños, la delincuencia juvenil, los crímenes familiares, los abusos sexuales, las violaciones de menores, la inseguridad ciudadana, provocan que el hombre de nuestro tiempo esté sometido como nunca a enormes tensiones que ponen en peligro su armonía psicológica. La higiene acabó con las pestes; las vacunas con las enfermedades contagiosas; la técnica con la dureza del trabajo físico; pero el nuevo estilo de vida fruto de la revolución industrial, la tecnología, la instantaneidad, rapidez y la globalidad de las comunicaciones ha hecho del hombre moderno un juguete vulnerable y desmadejado, en manos de esos invisibles agresores e invasores que son el estrés, la ansiedad, la depresión, la esquizofrenia la neurosis.

Por eso, hoy que el mundo está al borde de la locura, hace falta, más que nunca la reflexión y el cultivo del espíritu. Tenemos necesidad de suplementos de espíritu. Necesitamos maestros de reflexión, especialistas en interioridad, zahoríes que enseñen a descubrir la riqueza del mundo que llevamos dentro y que es desconocido, y que sepan guiar al hombre a descubrir que lo importante no es el engaste de la joya, sino la joya misma. Ahí os presento a uno de esos personajes que pueden cumplir esa misión y llenar ese vacío, y ¡cómo descubren los que tienen un olfato cultivado y sensible ese perfume espiritual que es capaz de amortiguar el nauseabundo hedor que emana el mundo del tener e ignoran los que tienen atrofiado el suave olor del espíritu, el perfume del alma, que Freud descubrió con la raíz de la libido, que no es otra cosa que el "fomes peccati", la raíz dañada del pecado original, a la que cargó con toda la causa de las enfermedades somáticas y hasta como motor de todas las acciones y motivaciones humanas!

LA MAESTRA QUE SE HACE SOLA

Ese personaje es Santa Teresa de Jesús. De niña lee vidas de santos. Se le quedó grabada en el alma la frase: "Para siempre". Y emprendió con su hermanito Rodrigo un viaje a tierra de moros a que la descabezasen por Cristo. Alma de heroína, emprendedora y conquistadora. En la adolescencia se desvía. El excesivo trato con un primo, movió a su padre, austero y riguroso, a internarla en el colegio de Santa María de Gracia en Ávila. Al acostarse reza hasta que se duerme, y piensa en la Pasión de Cristo. Doña María de Briceño le cuenta cómo se hizo monja, por sólo leer "Muchos son los llamados... Y el premio que da el Señor a los que lo dejan todo por él". Esta fue la causa de su primera conversión. Deja las costumbres frívolas influidas por la pariente liviana y vuelve a pensar y desear las eternas. Va perdiendo la enemistad y el miedo de ser monja. Comienza a rezar muchas oraciones vocales y a pedir que la encomienden para acertar a cumplir la voluntad de Dios. Poco a poco le entran deseos de ser monja, pero no allí, sino donde está Juana Suárez.

Y viaja a Castellanos de la Cañada con su hermana, pasando por Hortigosa, donde vive su tío Pedro de Cepeda, con el que está varios días. El tío le leía libros y le hablaba de Dios y de la vanidad del mundo. Le regala las Cartas de san Jerónimo. Con la fuerza que le hacían las palabras leídas u oídas va entendiendo que todo era nada, cómo todo se acaba... y a temer el infierno... Lleva ya la saeta clavada. Queda ya amiga de buenos libros. Permanece quince días en casa de su hermana María. Allí comienza a leer las cartas de San Jerónimo. Esto la decide a decirle a su padre que quiere ser monja. Tres meses de lucha feroz. El enemigo no quiere perder aquella baza. Se defiende con la cabeza, más que con el sentimiento. Piensa y reflexiona que los trabajos de ser monja no serán mayores que los del purgatorio y del infierno que había merecido. Y sobre todo los trabajos de Cristo, de quien se está enamorando, se lo merecen. Conquista a su hermano: para que se haga dominico.

PROCESO DE APRENDIZAJE

Se va a la Encarnación. Con tanto empeño vivió la vida espiritual, que enfermó y tuvo que salir a casa de su padre. Para ir a Becedas a curarse, pasa por Hortigosa, donde su tío le regala el Tercer Abecedario que trata de oración de recogimiento. No sabía hacer oración y se decide a seguir aquel libro. Dios le regala el don de lágrimas, leía, buscaba soledad y se confesaba frecuentemente. Dios le regala oración de quietud y alguna vez de unión, que no duraba más tiempo que el de rezar el Avemaría.

Procuraba traer a Jesucristo dentro de mí. Pero lo más hacía era leer. La salva el recurso a la Humanidad de Cristo. Se entrena en la oración por el método de recogimiento aprendido en el franciscano Francisco de Osuna. Y mientras lee, se empeña en la empresa "Hasta entonces no sabía cómo proceder en oración" (Vida 4,6). "Me determiné a seguir aquel camino con todas mis fuerzas". (Ib.).

El ya recibido don de lágrimas, se hace habitual. Comenzó a tener ratos de soledad, porque no encontró maestro de oración, aunque lo buscó durante 20 años. El mal no viene sólo de hoy, ha sido general en todas las épocas. El Señor le hace muchas mercedes en estos principios. No comete pecados mortales, aunque hace poco caso de los veniales. La oración de quietud y de unión consigue que a los 24 años, tenga el mundo bajo los pies. Y sentía lástima de los que lo seguían. “Traer a Jesucristo presente dentro de mí. Esta era mi manera de oración”. Esto decía la santa. Representaba a Jesús en su interior. Pero lo que más gustaba era leer. Sufre grandes sequedades en estos 18 años y sigue perseverando.

No se atreve a hacer oración sin un libro, de no ser después de comulgar. Temía ir a la oración sin libro, como si con mucha gente fuese a pelear. Con este remedio -el libro- andaba consolada. Muchas veces, con sólo abrir el libro no necesitaba más. Unas veces leía poco, otras, mucho. Conforme la merced que el Señor me hacía. En realidad ella desde la niñez contemplaba a Cristo en el Huerto. "Cristo en la Columna. Pensar las penas que allí tuvo y por qué, y quién y el amor con que las pasó... y no se canse, esté allí con él, acallado el entendimiento. Si pudiere ocuparle en que mire que le mira, y le acompañe y hable y pida y se humille y regale con él... Trae muchos provechos esta oración" (Vida 13,22). Esta es la primera agua, de las cuatro que descubre.

LA ORACIÓN DE SENCILLEZ Y DE MIRADA

Mirar al buen Jesús. "No os pido más que le miréis... Él no os ha dejado de mirar aunque hayáis pecado. Mirad que no está aguardando otra cosa sino que le miremos; como le quisiereis le hallaréis. Tiene en tanto que le volvamos a mirar que no quedará por diligencia suya" (Camino 26,3). "Como la mujer ha de estar triste y alegre con el marido, así vosotros con el Esposo. (Ib). Si estáis alegre, miradle resucitado. Si estáis triste, miradle camino del huerto ¡qué aflicción tan grande llevaba en el alma, o miradle atado a la columna, perseguido de unos, escupido de otros, negado de sus amigos, sin nadie que vuelva por él, helado de frío, en tanta soledad, y el uno con el otro os podéis consolar... O miradle cargado con la cruz... Os mirará él con unos ojos tan hermosos y piadosos, llenos de lágrimas y olvidará sus dolores por consolar los vuestros, sólo porque os vayáis con él a consolar y volváis la cabeza a mirarle (Camino 26,5). Habladle como amigo, esposo, padre, hermano. Unas veces de una manera, otras de otra. Es muy buen amigo Cristo”.

HALLAZGO DE LA AMISTAD CON JESÚS

Habla con Él de todo: lo divino y lo humano. Todo es materia de conversación, de oración. Es una amistad viva y comprometida. Contagia como por ósmosis, su trato. El trato con Jesús y el trato de ella con las personas. No es posible comprender todo el alcance y significado de la oración en Santa Teresa. Pero tenemos algunas pistas para comprobar que la oración explica toda la razón de ser de su existencia. Toda su vida espiritual, su nacimiento, su progreso sus retrocesos, su plenitud, van acordes con sus niveles de oración. Sus caídas, sus dudas, sus tiempos bajos coinciden con el abandono práctico de la oración. Cada cristiano experimenta que esto es así. En la oración Teresa se encuentra como el pez en el agua. Le sirve para todo: para tener paciencia en las enfermedades, y conformidad en las adversidades; en ella aprende el amor y el temor de Dios; encuentra fuerza para evitar los pecados y superarlos; la oración es la puerta de todas las mercedes; en sus fundaciones, es en la oración donde encuentra fuerza para superar resistencias y contratiempos, murmuraciones y críticas y malas interpretaciones y sabiduría para orientarse en las encrucijadas y carencias. Y de la oración cosecha los grandes frutos para la Iglesia.

Al tiempo de morir Teresa, en la huerta, al pie de la ventana de su celda, las ramas secas de un arbolito, que nunca llevó fruto, han reventado en una prodigiosa floración, cubriéndolo todo de armiño; ha repicado sencillamente a gloria con las campanillas blancas y sonrosadas de sus fragantes florecillas, que llenaron el aire de perfume ¡en octubre, y en la meseta castellana! Era un prodigio, realmente un prodigio, entre los muchos que acaecieron... Pero el arbolito cubierto de flores con sus corolas rientes y encendidas, tiene una connotación de doble signo: de la voz del Esposo de los Cantares: "Levántate, amada mía, ven a mí, porque ha pasado el invierno, y brotan flores en la vega y la viña en flor difunde perfume"; y de la primavera de gracia que, a su muerte, dejaba la madre en la Iglesia con sus hijas e hijos y sus libros: "Yo no conocí ni vi a la madre Teresa de Jesús mientras estuvo en la tierra; mas ahora que vive en el cielo, la conozco y la veo casi siempre en dos imágenes vivas que nos dejó de sí, que son sus hijas y sus libros" (Fray Luis de León).

UN CATEDRÁTICO SE CONVIERTE LEYENDO A SANTA TERESA

Vicente González Pérez, catedrático, enseñaba filosofía y psicología en Guernica, Vizcaya mientras estaba inmerso en el intelectualismo y en una vida sin frenos morales. Alejado de Dios, iba a misa sólo por acompañar a su esposa. «Tenía una buena formación religiosa pero perdí mi fe en la universidad», explica refiriéndose a sus estudios de Pedagogía, Psicología y Filosofía en la Complutense. «El ambiente, salir, las fiestas... Yo perdí la moral y al perder la moral se pierde la fe. Siempre es así, primero te dejas llevar, como yo a los 23 años, de mis apetitos, de mis instintos y entonces, como no puedes controlarlos, pierdes la fe. Cuando ya has perdido la moral y vives libertinamente, dejándote llevar de todas tus pasiones, entonces ya no te interesa que Dios exista para que no te reproche nada; entonces caes en el agnosticismo o en el ateísmo. Porque cuando no se es capaz de vivir como se piensa, como se cree, se termina justificando como vives. Eso es lo que me pasó a mí», confiesa el ex catedrático. Aprobó las oposiciones de Filosofía a la primera y fue destinado al País Vasco como docente. A pesar de que ya estaba casado y tenía dos hijos, no se resistía a vivir las fiestas sexuales en «las noches en París» con su esposa.

DIOS ME ESPERABA A MIS 40

«En el País Vasco me esperaba Dios. Allí comenzó mi conversión. Seguí preparando la cátedra de Filosofía. Un día, estaba con un libro del filósofo francés que tanto me encanta, Henry Bergson, y leo esta frase: vosotros los españoles tenéis en la mística la más alta filosofía, vuestros grandes místicos Teresa de Jesús y Juan de la Cruz han conseguido de un salto lo que nosotros los filósofos no somos capaces de conseguir ». «Me quedé helado, abrí de par en par los ojos. ¿Pero cómo es posible? ¿Es que los filósofos y los místicos buscan lo mismo? Yo, que tenía una gran admiración por Henry Bergson, me sorprendió saber que él admiraba a los místicos. Entonces me fui derecho a Teresa de Jesús y empecé a leer su autobiografía. Me pasó algo similar a los que le pasó a Edith Stein, discípula de Husserl», (la intelectual judía que se convirtió al catolicismo leyendo la vida de Santa Teresa de Jesús), explica González. «La empecé a leer y leer. Lloraba y lloraba y cuando llegué al capítulo noveno, al capítulo de la conversión, pues me pasó algo similar a lo que le pasó a Santa Teresa: veía que ahí estaba el camino de la verdad. Seguí leyendo y comprobando la cantidad de experiencias a lo largo de su encuentro con Dios y te va retando constantemente como verá quien lo pruebe, o sea que ella te dice y si no me crees, practícalo, experiméntalo. Aquella lectura me hizo un inmenso bien. Entonces comenzó un camino de desprendimiento y dejé la afanosa búsqueda del placer». «Nos podemos encontrar con Dios en el camino estrecho», asevera. Y concluye: «Arcta est via quae ducit ad vitam, estrecho es el camino que conduce a la vida».