San Juan de la Cruz, 

Maestro en la fe y testigo del Dios vivo

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

Sitio Web del Padre 

 

 

 

Con este mismo epígrafe del título ha dirigido Juan Pablo II una Carta Apostólica al General de los Carmelitas Descalzos con —ocasión del IV Centenario de la muerte de San Juan de la Cruz, Doctor de la Iglesia.

Ya en 1982 el Papa, en su visita a España, nos había dicho a los españoles: “Leed continuamente las obras de los grandes Maes­tros del espíritu. ¡Cuántos tesoros de amor y de fe tenéis al al­cance de vuestra mano en vuestro bello idioma!”.

En Segovia, junto al sepulcro de San Juan de la Cruz, dijo de él: “San Juan de la Cruz, Maestro de la fe, gran maestro de los senderos que conducen a la unión con Dios, teólogo y místico, poeta y artista”.

El mismo Juan Pablo II, joven Karol Wojtyla de diecinueve años, acababa de perder a su padre, único miembro de su familia que le quedaba y con quien vivía.

Su padre murió en soledad sin la compañía de su hijo. ¡Cómo trituró su muerte el corazón del joven sensible y profundamente re1igioso! Karol lloró amargamente.

—“Me ha ocurrido por tres veces una gran tristeza: Todos ellos mi madre, mi hermano, mi padre, se fueron de este mundo sin que —yo tuviera el consuelo de acompañarles en el último instante”.

Aparece ahora en la vida de Karol una figura importante, Jan Tyranowski, que estaba ejerciendo en amplios círculos de Cracovia una influencia poderosa.

Era sastre de oficio, pero trabajaba en las canteras con Karol. Era un verdadero místico. El inició a Wojtyla en la lectura de San Juan de la Cruz.

Con él se reunía lo más esperanzador de la juventud polaca. Estudiaban a San Juan y a Sta. Teresa de Jesus.

De aquella escuela clandestina en plena invasión nazi, no sólo surgió Wojtyla: es un gran sector de Polonia el que debe en gran parte su firme fe, adulta y compacta, en la vorágine de las más terribles borrascas, al influjo del Doctor Místico.

Se comprende que cuando Karol Wojtyla llega a Roma a hacer su Doctorado en Teología, enviado por el Cardenal Sapieha, Arzobispo de Cracovia, elija a San Juan, para estudiar y escribir su tesis: “El acto de fe en San Juan de la Cruz”, bajo la dirección del P. Garrigou—Lagrange.

Y en el marco tomista de los pensadores polacos actuales, también hay que situar a Kalinowski, profesor de la Universidad de Lublín y, hasta hace unos días exiliado en Francia, y Swiezaws, comisionado por el Episcopado polaco como autor laico en el Conci­lio Vaticano II, como dos personalidades importantes, en cuya obra y planteamientos, aparece clara la huella del estudio y lectura —profunda de San Juan de la Cruz, plenamente asimilado.

Con ellos, y más que ellos, Juan Pablo II está cimentado para decirnos que, cuando elaboraba su tesis, “intuía que sínte­sis de San Juan de la Cruz contiene no solamente una sólida doctrina teológica sino, sobre todo, una exposición de la vida cristiana en sus aspectos básicos, como son la comunión con Dios, la dimensión contemplativa de la oración, la fuerza teologal de la misión apostólica y la tensión de la esperanza cristiana”.

San Juan de la Cruz nos ha dejado una gran síntesis de espi­ritualidad y de experiencia mística cristiana.