Oda al Obispo mártir Beato Padre Anselmo Polanco

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

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I. LA ELECCION 


El Espíritu de Jesús Crucificado
Te eligió y te ungió para que fueras
Profunda raiz de fe y ardiente faro
Para guiar y presidir a tus ovejas.

Cual caliente chorro de sangre consagrado
Para ser ofrecido en santa libación,
Y como Cristo, tu Señor sacrificado, 
Subiendo su Calvario con El en tu dolor.

Regarás desde ese manantial la viña, 
Reverdecida en racimos rebosantes, 
Para transformar el desierto con su vida, 
Transfigurándolo en luz vivificante.

En rojísima rosa llegas convertido
Centelleante en vigorosa rosaleda, 
De la angustiosa tribulación venido
Con el Resucitado tras la larga espera.

La inmensa rosaleda será una rica fuente
Que vivificará sin fin las peñas áridas, 
Proclamando el glorioso triunfo del Viviente, 
Entre el gigantesco vuelo de las águilas.


II. EL HOMBRE.

Tu vida entera como gota de rocío 
Sobre la rosa florecida de tu sangre, 
Experimentará el ardor de su latido 
Con tierno y dolorido amor de padre.

Como la aurora amanece de la noche
Y feliz, con su luz engendra el claro día
Cuando tu temblor y dolor te sobrecogen
Los fulgores enciendes de la nueva vida.

Tú, como delicado y generoso padre, 
Tu dolor olvidando, ascético y austero,
Fiel y entregado a tus ovejas en tu cárcel,
De lo que te gustaba y convenía ajeno.

Pagas tu ardiente fe al precio de tu vida
Y tu fuerte coraje con el fuego de tu amor; 
El momento se acerca, llega, y te convida
A que seas trigo de holocausto del Señor. 


III. EL HOLOCAUSTO.


Las sedientas furias de sangre han sacudido
Con su afán destructor todas las ramas
Crujientes del gran árbol hacia el precipicio
Para consumirlo en la hoguera de sus llamas.

Fragor terrorífico en el monte retumba
Del arma asesina qu culmina tu pasión,
La incendiada pira y la torrencial lluvia
Piadosamente cubrirán tu corazón.

Antes, tu carne recibía la energía
Del Espíritu del consuelo y de la fuerza,
Que forjó las estrellas y engendró la vida,
Plenificándote por dentro de entereza. 

El aroma feliz y azul de tu holocausto 
Ascienda a Dios Padre y vuelva luminoso 
Entre laureles y carmesíes amarantos, 
A tu Teruel, reverdecido y oloroso.

Para que siga tras tus huellas decidido
Escapando de corrupción y de ceguera, 
Acogiendo el silbo amoroso de su Obispo
Siguiendo siempre el rastro de las rectas sendas.

Del materialismo triunfando y la barbarie
Y ascendiendo al bosque de luz y de palmeras
De la ciudad de luz y paz inmarchitables
De las verdísimas y dulces primaveras.


IV. LA EXALTACION.


¡Oh sol esplendente, levántate gozoso,
Pasó ya la negra tormenta tremebunda,
Cesaron ya las lluvias tristes, los sollozos,
Y el amargo cáliz dio paso a la hermosura.

El dolor del mártir expiante y salvador 
Se ha convertido en fuente de ternura,
Para que los verdugos confiesen su dolor
Y lleguen al venero do mana el agua pura.

¡Vivas banderas de florida primavera, 
Cual águilas solemnes alcen ya su vuelo,
Proclamad el cantar de la victoria nueva: 
Con la exaltación se "ha acercado el alto cielo".



V. COLOFON.


Como las nubes sólo duran un instante
Mientras que el sol permanece todo el día,
Pasó la noche y las angustias crepitantes
Y amaneció ya el sol que alumbra a mediodía.

Racimos de claveles más que la sangre rojos
Lloraron al contemplar tu vida destrozada,
Quienes te amaron y te vieron con sus ojos, 
Gozan contemplándola ya glorificada.

Porque el rosal fragante e inmenso de tu amor,
Floreció entre penas y tristes agonías,
Y se alza solemnísimo con el alba en flor, 
Triunfador convertido en un ascua de dicha.

La voluntad de Dios hizo breves sus días,
Como las cortas horas de una flor hermosa,
Pero los consumó hasta el fin como El quería,
Con su vida fiel, entregada y generosa.



VI. LA PRESENCIA.


La presencia fiel de tus brazos extendidos,
Artífices de virtudes evangélicas,
Haga de Teruel hogar comprometido, 
Siguiendo con fidelidad las sendas rectas.


Se nuestro pastor y guía en el camino,
Tu luz espléndida y gloriosa nos conduzca
A los sufridos, desterrados peregrinos,
Que atraviesan aún las noches y espesuras.


VII. CONGRATULACION.

¡Exulta, Invicta Teruel, que mereciste 
Recibir el excelso don del gran consuelo,
Engalánate para entrar en los jardines,
Porque con tu Obispo "está más cerca el cielo"!.