Navidad

Misa de la Aurora, Sol que nace de lo alto 

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

Sitio Web del Padre

 

 

1. La lectura de Isaías anuncia la llegada del Salvador, que va a comenzar a reunir al pueblo de Dios a partir del humilde resto de Israel. Isaías 62,11. Los primeros llamados fueron los pastores de Belén, como lo narra el Evangelio, que es la continuación del proclamado en la misa de Nochebuena. Lucas 2,15.

2. San Pablo abundan en la descripción de la venida de Jesús al mundo, que designa como «aparición» o «manifestación» del Mesías como portador de la gracia salvadora de Dios. Tito 3, 4. «Jesucristo, único Salvador del mundo, ayer, hoy y siempre». En la misa de la aurora se refiere especialmente a la gratuidad del amor de Dios que se nos ofrece por medio de Jesucristo.

3. El Evangelio, como ya he señalado, es la secuencia del de medianoche. Allí, el ángel ha anunciado a los pastores la paz que Dios otorgaba al nacer su Hijo. En éste se relata la visita de los mismos pastores al lugar del nacimiento. De las tres, esta misa se celebra a la hora del amanecer, para sugerir la amanecida de Cristo-Luz, "Sol que nace de lo alto". Por eso se abre la celebración con una evocación de la luz: «Hoy brillará una luz sobre nosotros, porque nos ha nacido el Señor» la "luz de la Palabra hecha carne". El Señor recién nacido, ante quien se extasían los pastores, es el Mesías prometido por los profetas: es el Príncipe de la paz, a quien anunció Isaías, el rey salvador profetizado por Zacarías. No sólo es el Mesías de Israel, es Dios hecho hombre. Esta es nuestra fe. Pero esa fe no ha de ser sólo una «luz que brille en nuestro espíritu», sino que es menester que «resplandezca en nuestras obras».

4. Al entregársenos en la Eucaristía el Verbo hecho carne, nos hace participar del amor que le impulsó a establecer su morada entre los  hombres. Nos ha nacido el Señor y tiene por nombre: «Admirable, Dios,     Príncipe de la paz, Padre del tiempo futuro»; y su reino no tendrá fin Is 9, 2; Lc 1,33. 

5. Concede Señor todopoderoso, a los que vivimos inmersos en la luz de tu Palabra, hecha carne que resplandezca en nuestras obras la fe que haces brillar en nuestro espíritu. El evangelio de la misa de la Aurora nos participa el gozo exuberante de los pastores y de la dicha silenciosa de María. El niño que llena a los humildes de alegría, es el Salvador prometido por Dios a su pueblo: el que convertirá a Jerusalén en la «ciudad no abandonada». Tenemos que leer la narración del acontecimiento con ojos de fe para descubrir que «ha aparecido la bondad de Dios y su amor al hombre» Isaías 62,11.             Con el Salmo 96, cantamos: Hoy brillará una luz sobre nosotros, porque nos ha nacido el Señor. El Señor reina, la tierra goza, se alegran las islas innumerables. 

6. San Pablo, en su carta a Tito 3,4, proclama que "Ha aparecido laBondad de Dios su Amor al hombre. No por las obras de justicia que     hayamos hecho nosotros, sino que según su propia misericordia nos ha salvado con el baño del segundo nacimiento, y con la renovación por el Espíritu Santo; Dios lo derramó copiosamente sobre nosotros por medio de Jesucristo nuestro Salvador. Así, justificados por su gracia, somos, en esperanza, herederos de la vida eterna.

7. Dios es amor y el amor es bondad. Dios es bueno y la bondad ama. Dios es bondad y amor y nos lo manifiesta en un niño. ¿Qué mejor signo de bondad que un niño recién nacido e inerme? ¿Qué mejor signo de amor que abajarse Dios a un niño, que hacerse niño?

Decimos de una persona infantil e inmadura: es un niño, y lo consideramos peyorativo. Cuando el hombre tanto se quiere elevar y se cree tan grande, Dios inmenso e infinito se achica, se  empequeñece y se hace niño. Dios cura la soberbia humana con la humildad divina. Dios nos dice que nos ama anonadándose. Ante el Dios del Sinaí dijeron los israelitas: "No nos hable Dios que moriremos...(Ex 20,19)". Ante un Dios hecho niño que llora y que sonríe, y que necesita estar prendido del pecho de su madre, y que está totalmente desvalido, el hombre se siente amado por Dios y llamado a amar, más que a temer. 

8. Lucas 2,14, nos relata lo que conoció por María sobre la adoración de los pastores: "Cuando los ángeles los dejaron, los pastores se decían unos a otros: «Vamos derechos a Belén, a ver eso que ha pasado y que nos ha comunicado el Señor.» Fueron corriendo y encontraron a María y a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, les contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores -los humildes- "fueron corriendo". Obedientes a los ángeles, fueron corriendo. Dejaron su trabajo, los que aún de noche estaban velando. Los ángeles fueron a buscar a quienes velaban, no a quienes a esas horas se estaban divirtiendo. La revelación de Dios la reciben los que están en su puesto, abnegados, solícitos y sin ambiciones.

9. "Y encontraron a María". Una jovencísima madre, más hermosa que el sol. "Dichosa tú que has creído porque lo que te ha dicho el Señor se ha cumplido" (Lc 1,45).

10. Habían pasado ya las zozobras y se habían solucionado los interrogantes. El Padre, a la hora oportuna y señalada por su providencia, "cuando el mundo y todo estaba en silencio, envió desde el alto cielo su Palabra" (Sb 18,14). "Y el Verbo se encarnó y nació de María la Virgen" Juan 1,17. Dios nos ha hablado. Antes nos había hablado por los profetas, desde hoy, por su Hijo niño (Hb 1,1).

  11. Jovencísima madre y dichosísima con tu Hijo, que muestras a tus hermanos, sus hermanos, los pastores, a nosotros, que humildes venimos a adorarlo para recibir los rayos de su sol que nos caliente y nos broncee de Dios su fuego incandescente.

  12. "Encontraron a José". Ya pasó la noche, José, pasó el invierno y cesaron las lluvias (Cant 2,11), tus dudas, y quedó tu fe, comprometida por Dios para hacer de pantalla, para ser padre del esfuerzo sin el gozo de la paternidad; el trabajo para sustentar, cuidar y defender a este hijo que cuida de tí cuando tú cuidas de él. Cuando los hombres buscan sus placeres rehuyendo sus deberes, tú te abrazas a los deberes, desprendido del placer, porque el que ama no trabaja y si trabaja ama el trabajo (San Agustín). Casto José, enseña y fortalece a tu familia, la Iglesia, para que viva excelsamente la luz de la castidad, en medio de una sociedad decadente y ajada por el afán del placer y drogada por el hedonismo y corrompida en su raíz. Familias sin niños. Y contradictoriamente, sustituidos por mascotas. 

13. "María oía a los pastores". Les contaban lo de los ángeles. Y callaba y "meditaba todas estas cosas en su corazón". El silencio, hoy tan difícil, en esta sequía que dura ya tanto en este mundo, en la Iglesia, comunidad de orantes, de hombres que aman y rezan, como designaban los paganos de Roma a los primeros cristianos... Enséñanos a contemplar como tú, para que Dios nos revele las lecciones de Belén.Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho.  

14. Nuestra oración con el  celebrante debe ser ésta: Señor, que estas ofrendas sean signo del misterio de tu Navidad que estamos          celebrando: y así como tu Hijo, haciéndose hombre, nos reveló al Dios invisible, así nuestras ofrendas de la tierra nos hagan partícipes de los dones del cielo.  

15. Y terminemos con Zacarías  9,9: Salta de alegría, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén; mira, ya llega tu rey, el Santo, el Salvador del mundo. 

  16. Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Aleluya.