Discurso desde la Suma de Santo Tomás

Los sacramentales: El agua bendita

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

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Al instituir los Sacramentos, Cristo no determinó la materia y la forma hasta el más mínimo detalle, por ejemplo, la mezcla del agua con el vino eucarístico; la triple efusión del bautismo; el pan ácimo para la eucaristía; los ornamentos litúrgicos, la posición, la genuflexión, las postraciones, los cantos, sino que dejó a la Iglesia la responsabilidad de determinar los ritos adecuados para su administración. Estos ritos se denominan “Sacramentalia”. El Concilio de Trento en la Sesión XXII, 15, además de su origen antiguo y la práctica tradicional, destaca que todos estos ritos, las ceremonias, bendiciones, luces, incienso..., ponen de relieve la dignidad del Santo Sacrificio y despiertan la piedad de los fieles. 

Dependen por lo tanto estos ritos sacramentales de la Iglesia que los estableció y la que tiene el derecho de conservarlos, desarrollarlos, modificarlos o abrogarlos. En esa línea se mueve la nueva “Instrucción Redemptionis Sacramentum. Sobre algunas cosas que se deben observar o evitar acerca de la Santísima Eucaristía”. El ceremonial de los sacramentos en la época de los Apóstoles queda confirmado por las palabras de San Pablo a los Corintios en relación con la Eucaristía: “las demás cosas, las arreglaré cuando yo vaya (1 Cor 11,34), que San Agustín, supone referido al ayuno eucarístico (Ep "Ad Januarium"). Los Padres de la Iglesia, como San Justino, Tertuliano, San Basilio, enumeran ceremonias y ritos, algunos instituidos por los Apóstoles, otros por los primeros cristianos. La Iglesia, heredera de los Apóstoles, siempre ha utilizado y mantenido este poder sobre los sacramentales en contra de los herejes. Sólo a ella corresponde el derecho de determinar la materia, la forma y el ministro de los sacramentales. 

De la misma manera ha instituido la Iglesia diversas formas para favorecer la devoción privada. Como los Sacramentales, así llamados por la semejanza con los ritos de los sacramentos, cuyo nombre, desde Pedro Lombardo, adquirió un carácter específico y se aplicó exclusivamente a estos ritos. Santo Tomás utiliza los términos sacra y sacramentalia (Summa I-II, q 108, III, q 55), igualmente adoptados por los teólogos posteriores.

LOS SACRAMENTALES
Aunque el número de sacramentales no está limitado; se ha concretado, en el verso: "Orando, ungiendo, comiendo, confesando, dando, bendiciendo". “Oración pública y litúrgica, o privada; el agua bendita y las unciones; el consumición de alimentos benditos; la confesión general de las faltas; la limosna; las bendiciones papales, episcopales, sacerdotales, la bendición de las velas, la ceniza, las palmas, etc.

Otra distinción clasifica los sacramentales según sean actos, como la confesión general, u objetos, como medallas, agua bendita, etc. Los sacramentales se diferencian de los sacramentos en que no confieren la gracia santificante, como ellos. La Iglesia no tiene la facultad de incrementar ni reducir el número de sacramentos instituidos por Cristo. No están de acuerdo los teólogos en si los sacramentales pueden conferir cualquier otra gracia “ex opere operantis” a través de la acción de la persona que los utiliza, pero generalmente la que domina es la opinión negativa, dado que la Iglesia no puede conferir gracia santificante ni instituir signos de la misma ni signos eficaces de otras gracias que sólo Dios puede dar. Los sacramentales tampoco producen su efecto infaliblemente. Por eso las fórmulas eucológicas de los sacramentales la Iglesia utiliza, no son afirmativas sino deprecatorias, lo que indica que la Iglesia sólo confía en la misericordia divina la eficacia de los sacramentales. Aparte del valor de los sacramentales como otras buenas obras, tienen una especial eficacia propia, pues si todo su valor procediera del opus operantis, todas las obras buenas exteriores podrían llamarse sacramentales. La virtud especial que la Iglesia reconoce y que los cristianos experimentan en los sacramentales consiste en las oraciones oficiales por las cuales imploramos a Dios que derrame gracias especiales sobre quienes los usen, lo que le mueve a conceder gracias que de otra forma no concedería, aunque su Sabiduría no las conceda infaliblemente, pues él sabe en qué grado debe conceder sus dones. 

No todos los sacramentales tienen el mismo efecto; éste depende de la oración de la Iglesia que no tiene recurso a las fuentes divinas de mérito. La eficacia de la oración de la Iglesia no influye en algunos sacramentales, por ejemplo, en los que se utilizan en el culto, sin una bendición, o con una bendición que no especifica ningún fruto particular, como la bendición de los vasos destinados a guardar los santos Oleos, que reza así: "Escucha nuestras oraciones, Padre misericordioso y dígnate bendecir y santificar estos vasos preparados para el uso del sagrado ministerio de tu Iglesia". En cambio, algunos sacramentales, como el agua bendita, son objeto de una bendición que detalla sus efectos específicos. 

Los sacramentales pueden poder de ahuyentar los espíritus malignos cuya acción misteriosas y maligna afectan a veces la actividad física del hombre, cuyo poder oculto, puede ser desarmado por la Iglesia con el exorcismo y los sacramentales. También ofrecen protección del alma contra el pecado y las penas debidas. En la bendición de un crucifijo la Iglesia, pide que este signo sagrado reciba la bendición de Dios para que los ante él imploren misericordia reciban una mayor contrición y un perdón general de los pecados cometidos, lo que significa la remisión de los pecados veniales; porque sólo, tienen la capacidad de perdonar los pecados mortales y de liberar de las penas merecidas, los sacramentos. Santo Tomás explicita el valor de los sacramentales: "La bendición episcopal, el agua bendita, la unción sacramental, la oración en una Iglesia consagrada, y otros cultos similares, obtienen la remisión implícita o explícita de los pecados veniales" (Suma 3, q 137). Los sacramentales pueden utilizarse para obtener favores temporales, y así la Iglesia bendice objetos que se utilizan en la vida diaria; por ejemplo, la bendición de una casa, en la que se pide la abundancia del rocío celestial y la bendición de los campos para asegurar los frutos de la tierra. 

LA DEVOCIÓN DE SANTA TERESA
No es pues un capricho ni una manía la devoción, el cariño y la estima que tiene santa Teresa de Jesús por el agua bendita. Está cimentada en la doctrina católica. Así explica santo Tomás en la tercera parte, cuestión 65 de la Suma: "El agua bendita y demás cosas consagradas no son sacramentos, porque no alcanzan el efecto de éstos, que es conseguir la gracia. Sin embargo disponen para los sacramentos, bien sea quitando un obstáculo, como el agua, que está ordenada contra las asechanzas del demonio y contra los pecados veniales" (a 1, 6). "El pecado venial se borra por ciertos sacramentales, como el agua bendita" (8). "Los sacramentales no confieren la gracia a la manera de los sacramentos, pero por la oración de la Iglesia preparan a recibirla y disponen a cooperar con la gracia divina que emana del misterio pascual de Cristo, de quien reciben su poder todos los sacramentos y sacramentales" (Catecismo de la IC, 1670). 

Leemos en el Bendicional: El agua es un elemento que gozó siempre en la Iglesia de gran veneración, y bendecida ritualmente evoca el recuerdo de Cristo, que representa la culminación de las bendiciones divinas. El se llamó a sí mismo "agua viva" e instituyó el sacramento del agua, el bautismo, para regenerar a los hombres e injertarlos en El. El agua bendecida nos recuerda nuestro bautismo, en el cual nacimos de nuevo del agua y del Espíritu Santo, regeneración que Cristo nos mereció con su muerte y resurrección."Siempre que seamos rociados con agua bendita o que nos santigüemos con ella, damos gracias a Dios por su don inexplicable, y debemos pedir su ayuda para vivir siempre de acuerdo con las exigencias del bautismo, sacramento de la fe, que un día recibimos" (Bendicional). Los protestantes consideran las reliquias, las indulgencias, la oración por los difuntos, el agua bendita y casi todos los ritos de la Iglesia romana como locuras supersticiosas. Para ellos, la superstición consiste en creer que esas prácticas inútiles son prácticas necesarias. Entre los católicos hay ya muchos que son más ilustrados que sus antepasados y que han renunciado a muchos de esos usos que antiguamente eran sagrados. ¿A qué sino, se debe la sequía que padecen muchas pilas de agua bendita de muchas iglesias católicas?