Discurso sobre la Suma Teológica de Santo Tomas de Aquino

Los demonios

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

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LA DOCTRINA Y LAS PRUEBAS

Dios creó en estado de gracia santificante a todos los ángeles, en el cual pudieron merecer la bienaventuranza, y gozar de la visión beatífica, que una vez alcanzada, no se pierde jamás, y por tanto los ángeles bienaventurados ya no pueden pecar. Pero todos, antes de ser confirmados en gracia, pudieron pecar y de hecho, muchos ángeles creados buenos por Dios, pecaron y se convirtieron en demonios, como nos dice la Escritura: "El diablo no se mantuvo en la verdad, porque la verdad no estaba en él" (Jn 8,44). "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y para sus ángeles" (Mt 25,41). "Dios no perdonó a los ángeles que pecaron; al contrario, los precipitó en las lóbregas mazmorras del infierno, guardándolos para el juicio" (2 Pe 2, 4). "A los ángeles que no se mantuvieron en su rango y abandonaron su propia morada, los tiene guardados para el juicio del gran día, atados en las tinieblas con cadenas perpetuas" (Jds 1,6). "El que comete pecado ese es del diablo, porque el diablo peca desde el principio" (1 Jn 3,8).

EL MAGISTERIO

El Magisterio de la Iglesia, en el Concilio de Braga y en el IV de Letrán, definió que el diablo y demás demonios fueron creados buenos por Dios, y ellos se hicieron malos. 

SANTO TOMAS.- Santo Tomás prueba que el pecado que convirtió en demonios a los ángeles fue la soberbia y, por vía de consecuencia, la envidia. La soberbia consistió en no someterse a la regla del superior en lo debido. La envidia en querer ser semejantes a Dios por su propia naturaleza. Por la envidia apetecieron una excelencia singular que quedaba eclipsada por la excelencia de Dios y se duelen del bien del hombre, por cuanto Dios se sirve del hombre para su gloria en contra de la voluntad del demonio.

PABLO VI.- El magisterio ordinario de la Iglesia alcanzó resonancia mundial con la alocución de Pablo VI, ampliamente difundida: "El mal que existe en el mundo es el resultado de la intervención en nosotros y en nuestra sociedad de un agente oscuro y enemigo, el demonio. El mal no es ya sólo una deficiencia, sino un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor. Terrible realidad. Misteriosa y pavorosa. 

Se sale del marco de la enseñanza bíblica y eclesiástica todo aquel que rehúsa reconocerla como inexistente; e igualmente se aparta quien la considera como un principio autónomo, algo que no tiene origen en Dios como toda creatura; o bien quien la explica como una pseudorrealidad, como una personificación conceptual y fantástica de las causas desconocidas de nuestras desgracias. 

El demonio es el enemigo número uno, es el tentador por excelencia. Sabemos que este ser oscuro y perturbador existe realmente y sigue actuando; es el que insidia sofísticamente el equilibrio moral del hombre, el pérfido encantador que sabe insinuarse en nosotros por medio de los sentidos, de la fantasía, de la concupiscencia, de la lógica utópica, o de las confusas relaciones sociales, para introducir en nosotros la desviación. El tema del demonio y la influencia que puede ejercer sería un capítulo muy importante de reflexión para la doctrina católica, pero actualmente es poco estudiado" (Pablo VI, alocución del 15 de noviembre de 1972). 

LA SITUACION DE LA IGLESIA SEGÚN PABLO VI

Las palabras anteriores del Papa remarcaban las que había pronunciado el 29 de junio del mismo año, que habían levantado murmullos de protesta. Refiriéndose el Papa a la situación de la Iglesia, dijo: "Tengo la sensación de que por algún resquicio ha entrado el humo de Satanás en el templo de Dios". Y añadió que "si en el evangelio, en los labios de Cristo, se menciona tantas veces a este enemigo de los hombres", también en nuestro tiempo él, Pablo VI, "creía en algo preternatural que había venido al mundo para perturbar, para sofocar los frutos del concilio ecuménico y para impedir que la Iglesia prorrumpa en el himno de júbilo, sembrando la duda, la incertidumbre, la inquietud y la insatisfacción" (Pablo VI, 29 de junio de 1972). 

"Las afirmaciones sobre el diablo son asertos indiscutidos de la conciencia cristiana; si bien la existencia de Satanás y de los demonios no ha sido nunca objeto de una declaración dogmática, es porque parecía superflua, ya que resultaba obvia para la fe constante y universal de la Iglesia, basada sobre su fuente principal, la enseñanza de Cristo, y sobre la Liturgia, expresión concreta de la fe vivida, que ha insistido siempre en la existencia de los demonios y en la amenaza que éstos constituyen" (CDF, junio, 1975). 

DOCTRINA DEL CONCILIO VATICANO II Y EL SINODO DE LOS OBISPOS

El Vaticano II y el Sínodo de los Obispos sobre el Concilio han profesado la existencia del poderoso enemigo: El Concilio la repite insistentemente, mencionando a Satanás, demonio maligno, antigua serpiente, poder de las tinieblas, hasta diecisiete veces. Y la GS, 37, dice: "A través de toda la historia humana existe una dura batalla contra el poder de las tinieblas que, iniciada en los orígenes del mundo, durará, como dice el Señor, hasta el día final". El Sínodo: "No negamos que existen en la sociedad fuerzas que operan y que gozan de gran influjo, las cuales actúan con ánimo hostil hacia la Iglesia. Todas estas cosas muestran que "El príncipe de este mundo" y el "misterio de la iniquidad" operan también en nuestros tiempos" (I, 4).

EL CATECISMO DE LA IGLESIA

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica: "La Escritura habla de un pecado de los ángeles. Esta caída consiste en la elección libre de estos espíritus creados, que rechazaron radical e irrevocablemente a Dios y su Reino. Encontramos un reflejo de esta rebelión en las palabras del tentador a nuestros primeros padres: "Seréis como dioses". Es el carácter irrevocable de su elección, y no un defecto de la infinita misericordia divina, lo que hace que su pecado no pueda ser perdonado. "No hay arrepentimiento para ellos después de la caída, como no hay arrepentimiento para los hombres después de la muerte" (San Juan Damasceno). 

"Sin embargo, el poder de Satán no es infinito. No es más que una criatura, poderosa por ser espíritu puro, pero siempre criatura: no puede impedir la edificación del Reino de Dios. Aunque Satán actúe en el mundo por odio a Dios y su Reino en Jesucristo, y aunque su acción cause graves daños -de naturaleza espiritual e indirectamente incluso de naturaleza física- en cada hombre y en la sociedad, esta acción es permitida por la providencia que con fuerza y dulzura dirige la historia del hombre y del mundo. El que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio, pero "nosotros sabemos que en todas las cosa interviene Dios para bien de los que le aman" (392-393, 395).

LA EXPERIENCIA DE SANTA TERESA

Santa Teresa ha tenido una experiencia excepcional de la acción diabólica, aunque "tenía tan entendido lo poco que pueden los demonios si estaba unida a Dios, que casi ningún miedo les tiene".Tengo por una de las grandes mercedes que me ha hecho el Señor este ánimo que me dio contra los demonios (V 26,1).Quiero narrar, ya que he dicho algunas tentaciones y turbaciones interiores y secretas que el demonio me causaba, otras intervenciones suyas, que eran casi públicas y que claramente se veía que las hacía él. Estaba una vez en un oratorio y se me apareció hacia el lado izquierdo, en figura abominable; concretamente le miré la boca, porque me habló, y la tenía espantosa: parecía que le salía una gran llama del cuerpo, toda clara, sin sombra. Me dijo espantosamente que bien me había librado de sus manos, pero él me volvería a coger. Yo tuve mucho miedo y me santigüé como pude y desapareció, y luego volvió otra vez. Dos veces me acaeció esto. Yo no sabía qué hacer; tenía allí agua bendita y la eché hacia aquel lugar y no volvió más.

Otra vez estuvo cinco horas atormentándome con tan terribles dolores y desasosiego interior y exterior, que ya no podía sufrir más. Las personas que estaban conmigo estaban espantadas y no sabían qué hacer, y yo no podía dominarme. Cuando los dolores y sufrimientos corporales son muy intolerables, suelo orar interiormente como puedo, suplicando al Señor que si aquel martirio le glorifica, me de Su Majestad paciencia para que pueda soportarlo, si es necesario, hasta el fin del mundo. Como esta vez el sufrimiento era tan cruel, lo soportaba con oración y con esta determinación. Quiso el Señor que me diese cuenta de que era el demonio, porque vi junto a mí un negrillo muy abominable, regañando como desesperado, porque donde pretendía ganar era vencido. Cuando yo lo vi me reí; y no le tuve miedo, porque estaban conmigo algunas personas que no podían soportar aquel espectáculo, ni sabían qué remedio podían poner a tanto tormento, pues me hacía dar grandes golpes con el cuerpo, cabeza y brazos, sin que yo lo pudiese resistir, y lo peor era el desasosiego interior, pues de ningún modo podía tener sosiego. No me atrevía a pedir agua bendita para no asustarlas y para que no sospechasen lo que estaba ocurriendo.

Pues, como no cesaba el tormento, dije: Si no lo tomasen a risa, pediría agua bendita. Me la trajeron y me rociaron con ella, y seguía igual el tormento; la eché hacia donde estaba el demonio, y al instante se fue y se me quitó todo el mal, como si me lo quitaran con la mano, aunque quedé cansada igual que si me hubieran dado una paliza. Pensé, y me aprovechó mucho, que si cuando el Señor le da licencia hace tanto mal a un alma y a un cuerpo que no son esclavos suyos, ¿qué hará cuando los posea? Y me entraron ganas nuevas de verme libre de tan ruin compañía (V 31, 1-5). Ahí les envío al padre Fray Juan de la Cruz a quien le ha hecho Dios la merced de darle gracia para echar los demonios de las personas que los tienen (Cta 48, 2). 

EXPERIENCIA EN SAN JUAN DE LA CRUZ 

El demonio busca el desquite en San Juan de la Cruz como puede. Intenta derribar su virtud en las tentaciones y asaltos que lanza contra su pureza, o le atormenta físicamente. Fray Francisco de los Apóstoles, su compañero en esta época, le encuentra un día en el huertecillo que tiene la casita donde habita, cerca de la Encarnación. Fray Juan está pálido, más descolorido que de costumbre, y le pregunta la causa. «Me han tratado los demonios tan mal, que no sé cómo he quedado con vida. Fray Francisco sabe que algunas noches le quita la ropa de la tarima estando Fray Juan ya acostado y le deja en túnica interior con el frío terrible de las noches invernales de Ávila y que lo maltrata y atormenta sin piedad. 

Y EN EL CURA DE ARS

Prototipo víctima de la estrategia del demonio lo encontramos también, en San Juan María Vianney, Cura de Ars, que trataba de humillar al enemigo cuando le martirizaba, contándolo en la Providencia, Colegio de huérfanos que él había fundado. Hoy el diablo ha conseguido persuadir al mundo de la mayor mentira suya: "no existe el diablo".