Discurso sobre la Suma Teológica de Santo Tomas de Aquino

La voluntad de Dios

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

Sitio Web del Padre

 

 

Al hablar de la ciencia de Dios, hemos probado que Dios es infinitamente inteligente. Como la voluntad es consecuencia de la inteligencia, la voluntad de Dios es infinita. Así dice santo Tomás: "Puesto que en Dios hay entendimiento, como ya hemos probado, hay también voluntad, y por lo mismo que su entender es su ser, también su Ser es su querer".  

Si leemos la sagrada Escritura, encontraremos pruebas con abundancia de que en toda la historia de la salvación, Dios está siempre demostrando la acción permanente e incesante de su Voluntad. El libro del Génesis 1,3, nos presenta al Señor en su supremo ejercicio dinámico de Voluntad creadora: "Dijo Dios: Que exista la luz. Y la luz existió"; mientras el salmo 134,6, determina la razón de ese dominio portentoso, porque: "El Señor todo lo que quiere lo hace, en el cielo y en la tierra, en los mares y en los océanos", El libro de los Proverbios asegura que por encima de todos los designios humanos prevalece la Voluntad de Dios. "El hombre medita muchos planes, pero se cumple la voluntad de Dios" (Prv 19,21). Y lo mismo asegura Mardoqueo ante la amenaza del extermino del pueblo de Israel, en el libro de Ester: "Señor, Señor, rey y dueño de todo, todo está bajo tu poder y no hay quien se oponga a tu voluntad" (Est 13,9).

Cuando Jesús enseña a orar a sus discípulos, destaca la importancia de la voluntad del Padre, cuando ordena pedirle: "Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo" (Mt 6,10). Y categóricamente afirma que, por mucho que nos empeñemos en hacer y en decir y en escribir, es tan importante y tanto le agrada y glorifica la confianza en que su voluntad, no sólo existe, sino que es lo mejor que nos puede convenir, que condiciona la entrada en el Reino a su cumplimiento: "No todo el que dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos" (Mt 7,21). Y San Pablo señala el camino cristiano en el discernimiento de la voluntad divina: "Para ser vosotros capaces de distinguir lo que es voluntad de Dios, lo bueno, conveniente y acabado" (Rm 12,2). "La voluntad de Dios es vuestra santificación" (1 Ts 4,3). Podríamos aducir abrumadoramente múltiples textos más.  

El Concilio Vaticano I ha definido expresamente: "La santa, católica, apostólica, romana Iglesia cree y confiesa la existencia de un solo Dios verdadero y vivo, infinito en su entendimiento y voluntad y en toda perfección". En Dios pues, hay voluntad, cuyo objeto formal y primario es su Bondad infinita, y secundario, todas las cosas creadas, en las que se refleja la Bondad infinita, pues "el Señor lo ha hecho todo para sus fines"­

Distinguen los teólogos la Voluntad de Dios en voluntad de beneplácito y de signo, absoluta y condicionada, antecedente y consiguiente, simple y ordenada, necesaria y libre, eficaz e ineficaz.  

LA VOLUNTAD DE DIOS ACATADA Y AMADA POR SANTA TERESA  

En la antología de Santa Teresa de Jesús encontramos, no elucubración, sino afirmación de que la Voluntad de Dios sabe lo que hace y nos conviene, mejor que nosotros mismos. Cree en la voluntad de beneplácito que aún no se ha manifestado al exterior, pero acepta la voluntad de signo, que ya es conocida por manifestada mediante las obras, preceptos, consejos, prohibiciones y permisiones de Dios.

Sabe que "el corazón del rey es como una acequia en manos de Dios" (Prv 21,1). Por eso "aunque la higuera no eche yemas y las viñas no tengan fruto; aunque el olivo olvide su aceituna y los campos no den cosechas, aunque se acaben las ovejas del redil y no queden vacas en el establo, yo exultaré con el Señor, me gloriaré en Dios, mi salvador" (Ha 3, 13).

Por eso cantará: "Si queréis, dadme oración, - si no, dadme sequedad, si abundancia o devoción, - y si no esterilidad - sea viña fructuosa - o estéril, si cumple así".

Santa Teresa hace mucho más que afirmar y probar que en Dios hay Voluntad. La cumple y cifra su teología en hacer que nuestra voluntad se una con la de Dios. Su enseñanza estriba en que nuestra decisión ha de ser cumplir la Voluntad de Dios, como ella la ha cumplido: “Vuestra soy, para Vos nací - ¿qué mandáis hacer de mí?".  

QUÉ DICE LA RAZON Y LA OBSERVACIÓN DE LA REALIDAD  

Dios propone con su voluntad el orden santo. Una mirada atenta y asombrada al firmamento nos evidencia el orden maravilloso, la armonía perfecta, la estabilidad plena y la seguridad de los fines señalados por la divina Voluntad al mundo sideral. Lo mismo podemos ver en el mundo de los animales. En él contemplamos orden, evolución, conservación y seguridad de los fines de la vida. En el orden moral, también la Voluntad de Dios quiere el orden, armonía, paz y respeto de los derechos humanos. ¡Qué sería del mundo, del universo, de la sociedad humana sin ese orden! La destrucción. Ya estamos viendo el cataclismo moral de un mundo que ha progresado astronómicamente en la técnica, pero en lo moral se ha quedado en la edad de piedra. ¿No nos aterrorizan las hecatombes? ¿No nos pasman las aberraciones y perversiones, hoy divulgadas cada día, a cada hora, por los medios veloces.  

La voluntad de Dios quiere la plenitud de perfección en amorosa libertad. La voluntad de Dios quiere obediencia, conformidad libre, gloria de Dios. Los astros y todo el universo obedecen recorriendo milimétricamente en silencio solemne por su órbita majestuosamente. El mundo animal cumple la voluntad del Creador, siguiendo su instinto, ley impresa en su ser por la Voluntad de Dios. ¡Un sueño maravilloso sólo por un día! ¡Todo el mundo obedeciendo la Voluntad de Dios! Ni robos, ni mujeres maltratadas, ni actos de terrorismo, ni asesinatos, y, lo que aun siendo invisible, interviene en la marcha del mundo, con obediencia y amor y limpieza en los corazones, qué delicia, cuánta paz, qué cielo en la tierra! Pero ¿qué harían los telediarios? Si no hay obediencia hay rebeldía, hay caos, y hay sanción para restablecer y equilibrar el orden quebrantado. Pero de la voluntad de Dios emana también la fuerza para que el hombre se someta voluntariamente y gozosamente a su divina Voluntad. Cristo no tiene otra comida que hacer la Voluntad del Padre y millones de hombres y mujeres han desfilado a través de los siglos obedientes hasta morir.  

Así ORABA CARLOS DE FOUCAULT  

Con la conformidad de Carlos de Foucault, debería el cristiano aceptar la adorable Voluntad de Dios, convencido por fe viva, de que nada puede ocurrirle mejor que lo que disponga Dios Padre, que ama de verdad a sus hijos, de la manera más plena y conveniente y tiene dispuesta para cada uno. Venciendo las repugnancias de la naturaleza ante la oscuridad de lo que Dios reserva, y con el amor de aquel eremita, debe esforzarse cada cristiano por musitar:  

"Padre me pongo en tus manos, haz de mi lo que quieras.

sea lo que sea te doy gracias.

Estoy dispuesto a todo. Lo acepto todo con tal que tu

voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas.

No deseo nada más, Padre. Te confío mi alma. Te la doy

con todo el amor de que soy capaz,

porque te amo y necesito darme.

ponerme en tus manos sin medida,

con una infinita confianza,

porque Tú eres mi Padre,"

 

SAN AGUSTlN, SANTO TOMÁS Y LA ORACiÓN DE LA IGLESIA  

"Hay dos voluntades en pugna; tu voluntad ha de corregirse según la Voluntad de Dios, y no torcerse la Voluntad de Dios según la tuya. Tu voluntad es mala, regla es la divina; manténgase la regla para que se corrija lo malo. No quieras torcer la voluntad de Dios según la tuya, sino corrige tu voluntad según la de Dios. ¿Qué es lo que quieren hacer los hombres? No les basta tener torcida la propia voluntad; quieren torcer también la voluntad de Dios según su propio corazón para que Dios haga lo que anos quieren", expresa San Agustín. Y añade Santo Tomás: "El corazón humano es recto cuando concuerda con la voluntad divina, que si no agrada a los que no le aman, está llena de delicias para quien le ama". Para poder conseguir esa recta voluntad la Iglesia pide en una oración litúgica: “Te rogamos, Señor, que dirijas hacia tu Voluntad incluso nuestras voluntades rebeldes" ­  

LA SANCION  

Como reacción a la exagerada teología del castigo, un poco arbitrariamente enseñada, creo poder afirmar que hoy, siguiendo ideologías, que no teologías, ni siquiera filosofías auténticas, ha quedado en la penumbra y oscurecida la ley del equilibrio, de la reparación, de la sanción del desorden, incluso por la propia naturaleza. Tampoco está ausente de esta situación el eclipse del concepto y de la realidad del pecado. Recorriendo las páginas de la Sagrada Escritura en el Antiguo Testamento, nos encontramos con las sanciones impuestas por Dios a la idolatría del pueblo y a la necesidad de expiación con la humillación de los diferentes destierros y cautividades. Se los lleva al desierto para que oigan la voz de su conciencia, para que expíen sus crímenes, para que purguen sus pecados, para que experimenten la necesidad del perdón y de la protección de Dios y de su presencia. Hoy podemos leer también páginas estremecedoras que nos narran experiencias de almas víctimas que sufren en su carne lo que le falta a la pasión de Cristo. Maritain, esposo de Raïsa, judía convertida, alma privilegiada y de altísima temperatura espiritual, inteligentísima y culta, cómo la trataba la Voluntad de Dios. Escribe Maritain: Los que se han hecho una especie de novela rosa sobre las exigencias de la Voluntad de Dios no han visto cómo esta criatura predilecta era tratada por esa Voluntad salvadora y misericordiosa, cómo era destruida como a hachazos. Dios al quirófano es terrible: Es terrible, dice San Pablo, caer en las manos del Dios vivo. Lean la Noche oscura de San Juan de la Cruz y verán el dolor del alma para ser purificada de todas sus manchas y tener extirpadas las más profundas raíces de sus pecados­  

YO SE QUE ESTO NO ESTA DE MODA.  

Pero las cosas son como son y no como queremos que sean. A Pedro, que le tentaba para que no subiera a la Cruz, reprende Jesús: ¿No he de beber el cáliz que me envía mi Padre? Y en Getsemaní, el Hijo de Dios, distinguiendo muy bien su voluntad humana reticente y en conflicto con la voluntad divina, manifiesta su situación humana y débil, que nos consuela y nos mueve a someterla con amor: "Padre, si es posible, pase de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad sino la tuya" - Miremos detenidamente el Monte Calvario y contemplemos al Hombre Dios expiando los crímenes de la humanidad:

¿Qué corazón podrá sufrir

la agonía oculta,

el volcán en hervor

de un Dios embriagado,

de un Dios en locura,

de un Dios surcado de árboles de sangre,

entenebrecido de lepra negra.

callado entre los látigos verdugos.

ensombrecido por un mar de nubes negras,

saboreando hieles negras,

por todos los túneles negros

que danzan en torno a la cruz negra,

todas las injusticias, las hipocresías,

las soberbias, los crímenes negros,

los espasmos de la noche negra;

negra noche, oscura noche

de un cosmos en tinieblas?

 

Las manos crucificadas

siguen bendiciendo.

los pies, raíces secas

Siguen caminando

En busca de ovejas rotas.

 

Sus ojos oscurecidos

por la lluvia de la sangre,

Mares de lágrimas amorosas,

Nos siguen mirando­

Su jadeo es el latido de Dios

Que clava una saeta de oro

De amor, de misericordia,

en el corazón redimido del universo.

 

EN ESTA MISMA LINEA SE MUEVE EDITH STEIN  

Edíth Stein, la gran filósofa ayudante de Huserl, judía y atea, convertida por la lectura de Santa Teresa, ya hoy Santa Teresa Benedicta de la Cruz, ha escrito: "Ser hijo de Dios significa dejarse guiar por la mano de Dios, hacer su voluntad y no la propia, poner todas las esperanzas y preocupaciones en sus manos. En esto se fundamentan la libertad y la alegría de los hijos de Dios. ¡Qué pocos poseen este don precioso! Muchos marchan por la vida encorvados por el peso de sus preocupaciones y deberes. La confianza en Dios puede llegar a ser inamovible sólo si se está dispuesto a aceptar todo lo que venga de la mano del Padre. Sólo él sabe lo que nos conviene. El "hágase tu voluntad" tiene que ser el hilo conductor de toda vida cristiana. Tiene que regular el curso del día, de la mañana a la noche, el pasar de los años y la vida entera. Quien pertenece a Cristo tiene que vivir toda la vida de Cristo. Tiene que alcanzar la madurez de Cristo y recorrer el camino de la cruz, hasta el Getsemaní y el Gólgota. Y todos los sufrimientos que puedan venir de fuera no son nada en comparación con la noche oscura del alma. Cristo es Dios y hombre, y quien toma parte en su vida, tiene que participar de su vida divina y humana. La pasión y muerte de Cristo se continúan en su cuerpo místico y en cada uno de sus miembros. Pero su sufrimiento y su muerte reciben una fuerza redentora en virtud de la divinidad de la Cabeza".