Discurso sobre la Suma Teológica de Santo Tomas de Aquino

La virtud de la justicia con la oración (C)

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

Sitio Web del Padre

 

 

El Maestro de oración por excelencia es Jesús. Pero para entender su magisterio no podemos olvidar que El ha sido educado en la Teología de Israel. María, su Madre, es la primera que le ha enseñado a El: "El Hijo de Dios hecho Hijo de la Virgen, aprendió a orar conforme a su corazón de hombre. Y lo hizo de su madre..." (CIC pg 564).

Flavio Josefo nos recuerda que las primeras palabras que enseñaban a sus niños las madres de Israel, eran las palabras del "Shema": "Escucha, Israel, amarás a Yahvé tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas" (Det 6, 4). Jesús aprendió a orar de los labios de su madre y en "las palabras y en los ritmos de la oración de su pueblo, en la sinagoga de Nazaret y en el Templo", y como su pueblo oraba con los Salmos, era natural que Jesús le hablara a su Padre con los Salmos, que se habían escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo, su Amor. Y así San Mateo escribió: "Después de haber cantado los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos" (Mt 26, 30). Esos himnos eran  los salmos 115-118. Jesús, entre otras alabanzas a Yahvé cantaría cada Pascua: "Yahvé defiende a los pequeños, yo era débil y me salvó... Ah, Yahvé, yo soy tu siervo, el hijo de tu esclava"... Salmo que coincide con las palabras con que acepta María, la Madre, el anuncio de su maternidad, y con el himno del "Magnificat". Jesús oraba como María, que oraba como todo Israel.

LA VOLUNTAD DEL PADRE

Lo que predomina en la oración de Jesús es el cumplir la voluntad del Padre, que El ha bebido en los Salmos, y que plasmará en la oración que enseñe a sus discípulos: "Hágase tu voluntad", y que El repite en la Oración del Huerto. La carta a los Hebreos abre y cierra la vida de Jesús con su respectiva oración: "Al entrar en este mundo Cristo dijo: "Heme aquí, vengo para hacer, oh Dios, tu voluntad". "En los días de su vida mortal, habiendo presentado con violento clamor y lágrimas, oraciones y súplicas al que podía salvarle de la muerte, y habiendo sido escuchado por su piedad, aprendió, sufriendo a obedecer". A obedecer: "Pase de Mí este cáliz", repetirá en Getsemaní."Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya".

JESUS ORANTE POR EXCELENCIA

Son abundantes los pasajes del Nuevo Testamento en los que los evangelistas nos presentan a Jesús orando, teniendo en cuenta, además, que los Evangelios no nos lo dicen todo, ya que Jesús es infinitamente más grande y deslumbrador. Pero, al menos, nos transmiten su oración ante los acontecimientos más trascendentales de su vida. Jesús ora cuando Juan lo bautiza (Lc 3, 21); Jesús pasó la noche orando en la montaña antes de elegir a los Apóstoles (Ib 6, 12); mientras Jesús oraba en el Monte, se transfiguró (9, 29); antes de enseñar a los Apóstoles el Padrenuestro, Jesús estaba orando en cierto lugar, (11, 1). Y antes de comenzar su misión ayunará y orará cuarenta días en el desierto, (Mt 4, 1). Jesús ora en el Cenáculo al instituir la Eucaristía y el Sacerdocio. Jesús ora antes de comenzar la Pasión, en el Huerto de los Olivos (Mc 14, 36) Y, finalmente, Jesús ora en la cruz, entregándose al Padre y pidiendo perdón por los que no saben lo que hacen (Lc 23, 34).

¡”ORAD”!

Los evangelios están llenos de mandatos, exhortaciones y parábolas de Jesús pidiendo a sus Apóstoles que oren, que vigilen para no caer en la tentación. Y a las multitudes les enseñaba diciendo que oraran sin desfallecer, con insistencia, siempre, asegurando que quien pide recibe, quien busca encuentra, y que al que llama se le abre.

Y para garantizar la eficacia de la oración y persuadir a la confianza en el Padre, refiere la parábola del hombre que consigue de su amigo unos panes a media noche, cuando él y sus hijos están acostados, y asegura que cuánto más el Padre os dará lo que le pidáis en mi nombre. Pues, si vosotros, que sois malos, no les dais a vuestros hijos piedras cuando os piden un huevo, o una serpiente cuando os piden pescado, ¿cuánto más vuestro Padre dará su Espíritu Santo a quien se lo pida?

 ¿Quién no se sentirá estimulado a orar, y a orar unidos los hermanos, habiéndonos prometido el Señor: "En verdad os digo que, si dos de vosotros se ponen de acuerdo sobre la tierra, cualquier cosa que pidan les será concedida por mi Padre, que está en los cielos"?

Lo importante no es que debamos orar, lo hermoso y grande es que podamos orar. La misión y el carisma de santa Teresa en la Iglesia es ser pregonera de la oración, como camino de unión con Dios.

ORACIÓN CON CARISMAS MISTICOS DE SANTO TOMAS

En el tratado de la vida contemplativa hemos estudiado la naturaleza de la misma, siguiendo los pasos del Angélico, que es la máxima autoridad científica, declarada así por Pío XI en la encíclica "Studiorum ducem", de 1923, sexto centenario de su canonización, en la que sigue los pasos de León XIII en la "Aeterni Patris".

Santa Teresa, exponente más elevado de la mística descriptiva y experimental, ha analizado con acierto insuperable los fenómenos místicos; por eso, como santo Tomás es Doctor universal de toda la Iglesia, Santa Teresa es también la Doctora Mística por antonomasia de todo el Pueblo de Dios.

Santo Tomás en la 1-2, 28, al estudiar los efectos del amor, considera las manifestaciones extraordinarias de la unión del alma con Dios; comienza por la unión simple, que es algo menos intensa que la inhesión entre el amante y el amado; cuando el amor se acrecienta mucho prorrumpe en el éxtasis, se enciende en  el celo, y termina hiriendo y vulnerando el corazón del amante.

La causa del éxtasis es por tanto el amor, por cuya fuerza el amante sale de sí. El rapto también importa salida, pero de forma vehemente: "El rapto añade algo al éxtasis; pues el éxtasis implica salida simple de sí mismo, por la cual uno se pone fuera de su orden, pero el rapto añade sobre esto la violencia".

Santa Teresa es la gran maestra de oración. Para ella la oración es todo. Es el camino más rápido y seguro para alcanzar la unión con Dios. Su carisma es la oración. Y ha expuesto sus grados como nadie. En el siguiente tratado vamos a recoger los textos que se refieren a las sextas moradas y las séptimas, después de haber seleccionado en el anterior lo que pertenece a los grados primeros hasta la oración de unión.

En la sexta morada acontece el desposorio místico. Es este estado un fenómeno de contemplación sobrenatural en el que se da una unión intimísima del alma con Dios, que repercute en los sentidos exteriores, que ni ven, ni oyen ni sienten.  El extático aparece con el rostro radiante. Su expresión no es la de una persona sin vida, ni la de la que está dormida. Cuando sobreviene el éxtasis, que puede ocurrir en los momentos  más insólitos e inesperados, queda la persona allí donde está, en la actitud o actividad que realizaba, inmóvil.

Santa Teresa se quedaba a veces con la sartén en la mano, o elevada sobre el suelo, o de rodillas, o sentada. Santo Tomás de Villanueva, de pie inmóvil, con los ojos fijos en el cielo, incluso en el coro de su Catedral de Valencia.

RAPTO, FUEGO, LLAMA

La Doctora Mística para describir el rapto y el vuelo del espíritu se vale de la imagen del fuego y la llama, del brasero, de la saeta, del dardo y la cometa de fuego, chispa de Dios que cae en el alma. San Juan de la Cruz nos lo describe en la Llama de amor viva: “Aacaecerá que, estando el alma inflamada en amor de Dios, muy inflamada ha de estar para que suceda lo que voy a describir, sentir embestir en ella un serafín con una flecha o dardo enarbolado encendidísimo en fuego de amor, traspasando a esta alma que ya está encendida como ascua, o, mejor dicho, como llama, y cauterizarla subidamente. Y entonces, en este cauterizar traspasándola con aquella saeta, apresúrase la llama del alma y sube de punto con vehemencia, como un horno encendido o fragua cuando lo hornaguean y atizan el fuego y afervoran la llama. Y entonces, al ser herida por este encendido dardo, siente la llaga el alma con deleite extraordinario. Porque, aparte de que es removida toda el alma con gran suavidad en el revuelo y moción impetuosa causada por aquel serafín en que siente gran ardor y derretimiento de amor, siente la herida fina y la hierba con que vivamente iba templando el hierro como una viva punta en la sustancia del espíritu, como en el corazón del alma traspasado”. Que por cierto lo que acaba de decir San Juan lo sabe por la Madre Teresa, pues ha basado su experiencia en su transverberación. Lo describe la misma Santa Teresa en las Sextas Moradas, 2,8: “Andando así esta alma abrasándose en sí misma acaece muchas veces como si viniese una saeta de fuego que aguadamente hiere en lo muy hondo e íntimo del alma”. Y en las Séptimas Moradas, 2, 8: “Entiende con claridad que hay en lo interior quien arroja estas saetas y da vida a esta vida, y que hay sol de donde procede una gran luz en lo interior del alma”. Lo que Santa Teresa y San Juan nos dicen tiene el valor testimonial de haberlo vivido, y de que Dios les haya otorgado la efabilidad para decírnoslo y analizárnoslo para nuestro bien.

LA LLAMA DE TERESITA

Esta es la llama y la herida que produce en Teresita del Niño Jesús: Ella se ofrece como víctima de Amor. “El Espíritu de Amor me abrasa con su fuego”, dice, y el viernes siguiente de su ofrenda, en el Vía crucis, experimenta una verdadera llama que la quema, llama que produjo un fuerte impacto en su vida: se ve renovada sin rastro de pecado en su alma; se siente inundada de luces y con una caridad ardiente que la convierte en misionera del Amor. El Amor es en ella como una gota de agua lanzada en un brasero encendido y al morir repetirá: “No me arrepiento de haberme entregado al Amor”. Tanto en Teresita como en Teresa la llaga es del alma, aunque en algunas almas como en San Francisco, y en los tiempos modernos con San Pío de Pietrelcina, redundará en su cuerpo. Según esta doctrina de antemano se puede avizorar  la duración de las Ordenes, Instituciones, Asociaciones desde la oración carismática de sus cabezas, pues la oración del extático en cuanto "gratum faciens" y en sus grados sumos de cristificación, tiene un inmenso valor, superior infinitamente al de todas las obras exteriores que pudieran hacer, que repercute y rebosa en toda la Iglesia, peregrina, purgante y celeste por ser obra divina del Espíritu Santo.