Discurso sobre la Suma Teológica de Santo Tomas de Aquino

La soberbia

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

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Santo Tomás estudia la soberbia en la cuestión 162, de la 2-2 y la define como el pecado opuesto a la humildad. Esta virtud la estudiamos en el último Reportaje. Consiste la soberbia en el desordenado apetito de la propia excelencia; según santo Tomás, por la soberbia las criaturas racionales se atribuyen a sus propias fuerzas los bienes que han recibido de Dios; o creen que los ha merecido; o se jactan de lo que no poseen, creyendo tenerlo, o de que lo poseen en mayor grado de lo que lo tienen; contra lo cual sentencia san Pablo: "¿Qué tienes que no hayas recibido; y si lo has recibido, por qué presumes como si no lo hubieras recibido?" (1 Cor 4, 7). 

RAIZ Y CONSECUENCIAS 

La soberbia hace al hombre exclusivista y ambicioso de todo el brillo para él. El es el que se condecora con todas las medallas. Con el fin de sobresalir, ambiciona los primeros puestos, el mando, el dinero, las novedades y las modas. Desea ser preferido y busca las alabanzas. Y que nadie ose hacerle sombra, pues él ha de ser siempre el primero en todo por encima de todo. De ahí que Santo Tomás afirme que más que pecado capital es raíz y madre de todos los pecados, incluso de los capitales. La soberbia fue el pecado de los ángeles y el de Adán y Eva. El pecado de los fariseos que rechazaron a Cristo y tuvieron que escuchar de la Verdad, las mayores diatribas salidas de la mansedumbre de su boca. El pecado del fariseo de la parábola de los dos hombres que subieron al Templo a orar, el fariseo y el publicano, como nos refiere San Lucas (Lc 1,8). 

MULTIPLES FORMAS

El deseo desordenado de la propia excelencia, con que define Santo Tomás a la soberbia, se manifiesta en multitud de formas, a saber, se gloría de los bienes naturales o sobrenaturales como si procedieran de sí mismo y no de Dios y se aleja de Dios (Eclo 10,14). El fariseo en su oración no pone a Dios como autor de sus bienes: "Yo no soy como los demás”... "Si en el mundo hay dos justos, somos mi hijo y yo; y si no hay más que uno, ese soy yo... Lucifer profirió el "non serviam”... Se vanagloria de sus bienes como debidos a sus méritos. La oración del fariseo es la de un acreedor de Dios, que obra por su cuenta y puede exigirle el premio a sus méritos. Este es el pecado de los que creen virtuosos por sí mismos, como los estoicos, y el de los que están convencidos de que el principio de moralidad es el hombre, de que tienen en sí mismos luces para guiarse, de los que creen que "el hombre lo es todo”. Que todo lo puede el hombre. Humanismo pagano. Racismos, materialismos, totalitarismos, intelectuales que quieren entender los misterios sin la fe. Se glorían de lo que no tienen, suprema vanidad; exageran sus talentos con palabras y con engaños, por jactancia; sus cosas no son las ordinarias y comunes, presumen de pobreza, de penitencia, de observancia, de santidad, hedionda hipocresía. 

Desean ser preferidos y buscados, hacen cosas para que se vean y... asisten a cualquier manifestación en primera línea... Todo lo encaminan a sobresalir, a que les hagan la foto, para que digan: "fíjate en ése”. Se comparan con los el pecadores y no con Dios. Desprecian a los demás, se creen los únicos irreprochables y justos. Sólo es bueno lo de ellos. La Iglesia ha comenzado con ellos. Ambicionan, con el fin de sobresalir, los primeros puestos, el mando, el dinero, las novedades y las modas... De los fariseos dijo Jesús: "Ni ellos entran ni dejan entrar (Mt 23, 1). Adán deseó ser como Dios, los ateos, los herejes, el marxismo, los nacionalismos, repiten lo mismo. En la segunda República española los diputados en las Cortes votaron que no existía Dios y en consecuencia, quitaron el crucifijo de las escuelas, quemaron los conventos e iglesias, y asesinaron a los obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos católicos. 

De la soberbia se derivan la vanidad, que alardea delante de los demás de lo que tiene y a veces de lo que no tiene; la presunción, el desprecio del prójimo que conduce a la altanería, a la propensión a juzgar y a injuriar y a hacer a los demás objeto de burlas, humillaciones y vejaciones. 

HIJAS DE LA SOBERBIA

De la soberbia nacen también la envidia, los rencores y la venganza, el desprecio, la jactancia y la vanagloria. La soberbia en el pecado lleva la penitencia porque hace desgraciados e infelices a los que la fomentan. Cada éxito de los demás es un suplicio para los soberbios. Toda alabanza que se les dedica les parece pequeña. La soberbia hace al hombre juguete del demonio. La pequeña tendencia orgullosa de hoy, se convertirá mañana en insubordinación; y más tarde en herejía. 

La soberbia, ante Dios, priva al cristiano de méritos; ante los hombres cosecha el desprecio; porque si hay compasión para el desgraciado y excusa para el pecador, no se soporta al soberbio que resulta cada vez más antipático y se ve crecientemente más y más aislado, despreciable. El orgulloso parece segregado de la sociedad. Nadie le quiere; nadie le acompaña...La soberbia hace desgraciados e infelices. Se tolera al pecador, pero no se soporta al soberbio. Una obra hecha con ostentación es despreciada por todos.

Todo éxito de los demás es un suplicio, toda alabanza propia les parece pequeña. Se convierten en juguetes del demonio, que los enreda con sus propias falacias. Hoy es esta pequeña tendencia orgullosa, mañana será la insubordinación más importante; más tarde serán 

ABADIA DE PORT-ROYAL

Lutero, Calvino, Voltaire, Loysi, las Monjas jansenistas de Port-Royal con la Abadesa Madre Angélica Arnauld, de quienes Monseñor Péréfixe, Cardenal Arzobispo de París, dijo que eran: “Puras como ángeles y soberbias como demonios”... La soberbia priva de méritos y se enfrenta con Dios... "Ya recibió su premio”. Dios les priva de sus gracias lo que les produce la ceguera moral. 

EN EL CRISTIANO

La soberbia se opone a la santidad. Es origen de otros pecados: ambición, presunción, vanidad, hipocresía, insubordinación, introduce la turbación en la familia. El orgulloso llega a despreciar a su mujer, a sus hijos; todo es para sí. Siembra la enemistad, el odio, el malestar y la tensión, la discusión, la guerra... En la comunidad eclesial conduce a la división, al cisma y a la herejía, como ocurrió con Enrique VIII y con Lutero, ya citado...Lleva al lujo desenfrenado y, con ello, a las deudas, disgustos y ruina; a caídas lamentables v vergonzosas y a la perdición. 

LA HUMILLACION DE LA SOBERBIA

El que se ensalza será humillado (Lc 18, 14). A principios del siglo XX, el trasatlántico más grande y lujoso del mundo va a hacer su primera travesía. A bordo, confiados en la seguridad del barco, una multitud de gente entregada al baile, a la orgía, al desenfreno... v un capitán que en su orgullo y soberbia hace poner este letrero en el costado del buque: “Contra mí, ni Dios”. A las pocas horas, un iceberg partía al Titanic por medio hundiéndose con toda la tripulación. Esta historia se repite a cada instante: no con barcos, pero sí con personas. Personas que llevan en su vida, en su pensamiento, ese mismo letrero: "contra mí, ni Dios, y a las pocas horas, pocos años, son un puñado de ceniza. 

¿ASI SE IMITA A CRISTO?

¿Y con honores mundanos pensamos imitar el desprecio que él sufrió para que nosotros reinemos para siempre?, nos pregunta Santa Teresa. "¡Válgame Dios! ¿Por qué está aún en la tierra esta persona? ¿Quién detiene a quien tanto hace por Dios? ¡Oh, que tiene mucho amor propio! Y lo peor que tiene es que no se quiere dar cuenta de que lo tiene y es porque algunas veces le hace creer el demonio que tiene obligación de tenerlo". Pues, créanme, ¡crean por amor del Señor a esta hormiguita que el Señor quiere que hable, que si no quitan esta oruga, aunque no dañe a todo el árbol, porque algunas virtudes quedarán, mas todas carcomidas".- 

REMEDIOS CONTRA LA SOBERBIA.

Conocimiento propio.¿Qué tenéis que no hayáis recibido? Pedir a Dios, humilde y fervientemente, que nos enseñe el camino de la humildad, que es el camino de la verdad. Que nos muestre nuestros grandes pecados. Que el rayo de su gracia disipe la oscuridad de las tinieblas. Tratar de valorar lo bueno en los demás e imitarlo. Meditar la vida y doctrina de Jesús, manso y humilde de corazón, que nos ha dicho que «el que se ensalza será humillado», y que de los dos que subieron a orar al Templo, uno solo bajó justificado porque solamente uno era humilde de corazón.