Discurso sobre la Suma Teológica de Santo Tomas de Aquino

La Madre de Cristo

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

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Santo Tomás después de exponer la Teología del Verbo encarnado, a partir de la cuestión 27 de la Tercera Parte, estudia el nacimiento doble de Cristo, con estos argumentos: «Se puede afirmar que Cristo ha nacido dos veces; porque del mismo modo que se dice que corre dos veces el que corre en dos tiempos, así puede decirse que nace dos veces el que nace una vez en la eternidad y otra en el tiempo; porque la eternidad y el tiempo difieren mucho más que dos tiempos, aunque uno y otro designen una medida de duración» (3 q.35 a. 2 ad 4). «La naturaleza es comparable al nacimiento como el término al movimiento o mutación; y el movimiento se diversifica según la diversidad de los términos, como consta por el Filósofo (Phys. V, 5,3). Pero en Cristo hay dos naturalezas, divina y humana, de las cuales la una la recibió desde la eternidad del Padre, y la otra la recibió temporalmente de la Madre. Por eso, es necesario atribuir a Cristo dos nacimientos: uno por el que nació eternamente del Padre, y otro por el que nació temporalmente de la Madre» (3 q.35 a.2 c). La Maternidad Divina se refiere a que la Virgen María es verdadera Madre de Dios, como fue solemnemente definido por el Concilio de Éfeso el año 431, y por los de Calcedonia y Constantinopla. El Concilio de Éfeso, siendo Papa San Celestino I, definió: "Si alguno no confesare que el Emmanuel es verdaderamente Dios, y que por tanto, la Santísima Virgen es Madre de Dios, porque dio a luz según la carne al Verbo de Dios hecho carne, sea anatema." 
Santo Tomás, ya había dicho en la cuestión 5, a. 2: «La Bienaventurada Virgen María es verdadera y natural madre de Cristo, porque el cuerpo de Cristo no ha sido traído del cielo, como supuso el hereje Valentín, sino tomado de la Virgen Madre y formado de su purísima sangre; y esto es lo único que se requiere para ser madre. Por consiguiente, la Bienaventurada Virgen es verdaderamente la Madre de Cristo» (3 q.35 a.3 c).

EL VATICANO II

El Vaticano II dice: "Desde los tiempos más antiguos, la Bienaventurada Virgen es honrada con el título de Madre de Dios, a cuyo amparo los fieles acuden con sus súplicas en todos sus peligros y necesidades" (Lumen Gentium, 66) 

«Todo nombre, que significa una naturaleza, puede atribuirse a una persona de esta naturaleza. Pero como la unión de la encarnación fue hecha en una persona, es evidente que este nombre Dios puede atribuirse a la persona que tiene la naturaleza humana y la naturaleza divina; y por eso, todo lo que corresponde a la naturaleza divina o humana puede atribuirse a aquella persona, tanto si se le atribuya a ella un nombre que significa la naturaleza divina, como si se le atribuye otro que significa la humana. Pero ser concebido y nacer se atribuye a la persona según aquella naturaleza en que es concebida y nace. Ahora bien, como en el principio mismo de la concepción la naturaleza humana fue tomada por la Persona Divina, se puede afirmar con toda razón que Dios fue concebido y nació de la Virgen. Pero una mujer recibe el nombre de madre de una persona por haberla concebido y engendrado. De lo cual se sigue que la Bienaventurada Virgen se dice verdaderamente Madre de Dios. Porque sólo se podría negar que la Bienaventurada Virgen es Madre de Dios si la humanidad hubiera estado sometida a la concepción y al nacimiento antes que aquel hombre hubiese sido el Hijo de Dios, como supuso Fotino; o si la humanidad no hubiese sido elevada a la unidad de Persona del Verbo de Dios, como supuso Nestorio. Pero ambas hipótesis son erróneas; por consiguiente es herético negar que la Bienaventurada Virgen es Madre de Dios» (3 q.35 a.4 c). 

MARIA, MADRE DE LA PERSONA, NO DE LA NATURALEZA 

Santo Tomás lo explica del siguiente modo: María, por su divina maternidad, tiene una relación real con el Verbo de Dios hecho carne; esta relación se termina en la Persona increada del Verbo encarnado, pues Ella es la Madre de Jesús, que es Dios. La maternidad de María no se termina en la humanidad de Jesús, sino en la Persona misma de Jesús: es Él, y no su humanidad, quien es el Hijo de María" (3 q.35, a.4). Cristo, en virtud de la unión hipostática, es una sola Persona divina que subsiste en la naturaleza divina increada y en la naturaleza humana creada que es asumida. Enseña la filosofía que es verdadera madre la que le nace un hijo por generación. Ahora bien, la generación pasivamente considerada, exige como término de la generación una naturaleza específicamente igual a la del que engendra, pero en cuanto al sujeto generado exige un subsistente, que es la persona que sustenta y en quien subsiste la naturaleza engendrada. De ahí que hijo no se dice de la naturaleza, sino de la persona en el que subsiste la naturaleza. 
María engendra a Cristo según la naturaleza humana, pero quien de Ella nace, el sujeto nacido, no es una naturaleza humana, sino el supuesto divino que la sustenta, que es el Verbo. De ahí que si el Hijo de María es el Verbo que subsiste en la naturaleza humana, María es verdadera Madre del Verbo, la única persona de las dos naturalezas, y, por tanto, María es Madre de Dios, puesto que el Verbo es Dios. El hecho de que el Verbo con su divina naturaleza preexista a la Encarnación no presenta dificultad, pues engendrar no significa crear de la nada, sino educir a una persona viviente en una naturaleza específicamente igual a la del que engendra.

EL CRECIMIENTO DE LA MADRE

Según algunos santos padres, la principal misión del Redentor en sus largos años de Nazaret, fue la de santificar a su Madre, haciéndola crecer en la gracia. Lo mismo hizo con su Padre custodio San José, afirma el Padre Lagrange.

CONCEPCION INMACULADA

María, la Madre de Cristo, fue concebida sin mancha de pecado original. El dogma fue proclamado por el Papa Pío IX, el 8 de diciembre de 1854, en la Bula Ineffabilis Deus, con la siguiente definición: "Declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María, en el primer instante de su concepción, fue, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente en previsión de los méritos de Cristo Jesús, Salvador del genero humano, preservada inmune de toda mancha de culpa original, ha sido revelada por Dios, por tanto, debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles." La base de la Escritura la hallamos en Gn 3, 15, "El linaje de la mujer que aplastará la cabeza de la serpiente"; y en Lc 1, 28, pues el ángel la saluda con palabras que definen la plenitud de su gracia: "Dios te salve, llena de gracia". San Lucas 2,7, nos relata el cumplimiento del anuncio de Gabriel: "Y dio a luz a su Hijo primogénito y lo envolvió en pañales, y lo reclinó en un pesebre". Santo Tomás con otros teólogos, no supieron ver la razón del dogma de la Inmaculada y, por eso, no pudieron armonizarlo con el de la Redención universal de Cristo. Sólo Duns Escoto, acertó con el célebre argumento "potuit, decuit, ergo fecit". Más tarde, santo Tomás, en su comentario al Ave María, afirmará que "la Virgen María fue purísima en cuanto a la culpa, porque no incurrió ni en el pecado original, ni en el mortal, ni en el venial". 

MARIA, VIRGEN PERPETUA

La Madre de Cristo concibió milagrosamente a Jesús por obra y gracia del Espíritu Santo, conservando intacta su perfecta virginidad. Así lo afirma la Escritura: "Estando desposada María, su madre, con José, antes de que conviviesen, resultó que esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo" (Mt 1, 18). "La anunciación a María inaugura la plenitud de los tiempos, es decir, el cumplimiento de las promesas y de los preparativos. María es invitada a concebir a aquél en quien habitará corporalmente la plenitud de la divinidad. Al reparo de María: "¿Cómo será esto, pues no conozco varón?", respondió el ángel que por el poder del Espíritu: "El Espíritu Santo vendrá sobre tí". Se preguntará Santo Tomás en la cuestión 28, si la Madre de Cristo conservó intacta su virginidad y dará sus razones de conveniencia diciendo: Conviene que el que es Hijo natural de Dios no tenga padre en la tierra, que tenga un único padre en el cielo para que la dignidad de Dios no se comunique a otro. El Verbo, que fue concebido eternamente en la más alta pureza espiritual, debió también ser concebido virginalmente cuando se hizo carne. Para que la naturaleza humana del Salvador estuviese exenta del pecado original, convenía que no fuese concebido por vía seminal, sino por concepción virginal. Lo contrario sería un absurdo, esto es, que Cristo tuviese necesidad de ser redimido. Se hizo igual en todo a nosotros, menos en el pecado (Heb 4,15). Al nacer según la carne de una virgen, Cristo nos indicaba que los miembros de su Cuerpo Místico debían nacer, según el espíritu, de la Iglesia virginal (Jn 1,13; III, q.28, a.1). La Virginidad en el parto significa que María dio a luz a su Hijo primogénito sin menoscabo de su integridad corporal y, además, que su parto fue sin dolor alguno. A Ella no le alcanzó el castigo que Eva recibió: "darás a luz a tus hijos con dolor" (Gén 3,16). El parto, consiguientemente, fue milagroso y extraordinario. El Catecismo de San Pío X, explica el alumbramiento del Señor semejante al "rayo de sol que atraviesa el cristal sin romperlo ni mancharlo". 

DOCTRINA DE SANTO TOMAS

Santo Tomás de Aquino se expresa de este modo: El Verbo, que fue ciertamente concebido y que procede del Padre sin ninguna corrupción, debía al encarnarse nacer de una Madre virgen conservándole su virginidad. El que vino para evitar toda corrupción, al nacer no debía destruir la virginidad de aquella que le dio la vida. El que nos ordena honrar padre y madre se obligaba a sí mismo a no disminuir, al nacer, el honor de su santa Madre (III, q.28, a.2).La Virginidad después del parto significa que María, después de dar a luz a su Hijo primogénito, virginalmente, permaneció siempre virgen hasta el final de sus días en la tierra, sin tener contacto alguno de varón y, en consecuencia, sin engendrar otros hijos. «Convenía que en la generación humana del Verbo de Dios resplandeciese alguna propiedad de la generación espiritual del Verbo. Ahora bien, el verbo, según sale de quien lo profiere, tanto si es concebido interiormente como si es pronunciado exteriormente, no ocasiona la corrupción de quien lo profiere, sino que más bien es una muestra de la plenitud de perfección de quien lo pronuncia. Por consiguiente, fue conveniente que el Verbo de Dios fuera concebido y naciera según la generación humana, de tal manera que no corrompiera la integridad de la madre. Era también conveniente que el Verbo de Dios, por quien fueron hechas todas las cosas y por quien todas son conservadas en su integridad, naciera de modo que conservase la integridad de la madre en todo. Por lo tanto, fue conveniente que su generación fuese «virginal» (Suma contra los gentiles, 4,45). "La profundización de la fe en la maternidad virginal ha llevado a la Iglesia a confesar la virginidad real y perpetua de María incluso en el parto del Hijo de Dios hecho hombre. En efecto, el nacimiento de Cristo "lejos de disminuir consagró la integridad virginal" de su madre. La liturgia de la Iglesia celebra a María como la "Aeiparthenos", la "siempre-virgen" (Catecismo de la Iglesia Católica)

HIJA DE ISRAEL

Dios, para formar un cuerpo a su Hijo, quiso la libre cooperación de una criatura. Para eso escogió para Madre de su Hijo, a una hija de Israel, una joven judía de Nazaret en Galilea. A lo largo de la Antigua Alianza, la misión de María fue preparada por la de algunas santas mujeres: Eva, Sara, Ana, la madre de Samuel, y muchas otras. "María sobresale entre los humildes y los pobres de Yahvé, que esperan de El con confianza la salvación y la acogen. Finalmente, con ella, excelsa hija de Sión, después de la larga espera de la promesa, se cumple el plazo y se inaugura el nuevo plan de salvación" (LG 55) (CIC 488-489). 

POBREZA Y HUMILDAD DE LA ESCLAVA

"Cristo eligió padres pobres, pero perfectos en la virtud; llevó una vida pobre, para que nadie se gloríe solamente de la nobleza del linaje o de las riquezas de la familia; llevó una vida pobre, para enseñarnos a despreciar las riquezas; vivió privado de dignidades, para apartar al hombre de un apetito desordenado de honores; soportó trabajos, hambre, sed y sufrimientos corporales de forma que los hombres no se retrajeran del bien de la virtud por dedicarse a los placeres y delicias a causa de la dureza de esta vida". Hija de Israel y Honor de los pueblos, caracterizada por su humildad, que le hace exclamar a Santa Teresa: "¡Si los letrados aprendiesen algo de la humildad de la Virgen Santísima!".

ASUNCIÓN DE LA MADRE DE DIOS

La Madre de Dios, luego de su vida terrena fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial. Este Dogma fue proclamado por el Papa Pío XII, el 1 de noviembre de 1950, en la Constitución Munificentisimus Deus: "Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para aumentar la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que la Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo". 

TITULOS DE LA MADRE DE CRISTO

La Santísima Virgen es nombrada también bajo los títulos de: Corredentora, Medianera, Reina de todo lo creado, Madre de la Iglesia y Madre de los hombres. La Virgen no puede ser objeto de culto de adoración o latría, pues la adoración sólo corresponde a Dios. Pero sí se honra a la Virgen de una manera especial, a la que la Iglesia llama "hiperdulía" que es una veneración mayor a la que se da a los santos del cielo, ellos son objeto de culto de "dulía" o veneración. 

"Madre del Redentor, virgen fecunda,
Puerta del cielo siempre abierta, 
Estrella del mar,
Ven a librar al pueblo que tropieza
Y quiere levantarse.

Ante la admiración de cielo y tierra
Engendraste a tu santo Creador
Y permaneces siempre virgen.

Recibe el saludo de Gabriel
Y ten piedad de nosotros pecadores"