Discurso sobre la Suma Teológica de Santo Tomas de Aquino

La ciencia y la doble acción de Dios

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

Sitio Web del Padre

 

 

Después de reflexionar y estudiar sobre la naturaleza divina, meditamos con Santo Tomás sobre sus obras, porque el obrar sigue al ser, o sea, el ser primero es, después obra, actúa. Dos géneros de operaciones hay en Dios, unas inmanentes y otras transeúntes. Las inmanentes permanecen en el mismo Dios y son: la operación de entender, a la que sigue la operación de querer, pues sólo puede ser querido un bien cuando ha sido previamente conocido. Las operaciones transeúntes producen un efecto exterior y extrínseco al mismo Dios, tal es el poder de Dios sobre toda la entera creación. Lo que Dios conoce, por su acción inmanente, origina su ciencia, tomada aquí en su más amplio sentido, como conocimiento cierto y evidente de las cosas. Por tanto cuando hablamos de ciencia de Dios, estamos hablando de conocimiento de Dios. Los molinistas, creadores de la ciencia media, admitirán el conocimiento de Dios de los actos futuribles, que son aquellos que los hombres podrían realizar en uso de su libertad, pero que son sólo potenciales.



LA CIENCIA DE DIOS ES VERDAD DE FE



Es de fe que Dios es infinitamente inteligente y que su ciencia o conocimiento o sabiduría son infinitos. Así lo dice en diversos lugares la Sagrada Escritura: "Es inmensa la sabiduría del Señor, es grande su poder y lo ve todo" (Eclo 15,18). "El Señor es un Dios que sabe, él es quien pesa las acciones" (1 Sm 2,3); "En El están la sabiduría y el poder; suyo es el consejo, suya la prudencia" (Jb 12,13). El libro de la Sabiduría nos da pie para garantizar la Ciencia de Dios, que se pone de manifiesto en la conducción de los Patriarcas de Israel y en su acción sobre Moisés (Sap 10,9). La liberación admirable y milagrosa de José, vendido por sus hermanos: "La sabiduría sacó de apuros a sus adictos. Al justo que escapaba de la ira de su hermano lo condujo por sendas llanas; le dio éxito a sus tareas e hizo fecundos sus trabajos: le protegió contra la codicia de sus explotadores y lo enriqueció; lo defendió de sus enemigos y lo puso a salvo de sus asechanzas" (lb.). Proclaman su Sabiduría los Salmos: "El hizo sabiamente los cielos" (Sal 135,5). Y el libro del Eclesiástico dice determinadamente: "Toda sabiduría viene del Señor y está con él eternamente... Uno solo es

sabio" (Ecclo 1,1).

MANIFESTACIÓN ESPLÉNDIDA DE LA CIENCIA DE DIOS

La ciencia de Dios se manifiesta esplendorosamente tanto en el reino de la naturaleza como en el de la gracia: en la creación del cuerpo del hombre, en su complejidad y armonía, en la actividad del alma y de sus potencias, más complicadas y prolijas que los más potentes ordenadores, que le ha permitido crear esos ordenadores e inventar los grandes ingenios, sobre todo del siglo XX; la creación de la tierra y sus condiciones climatológicas; la del mundo maravilloso de los animales y el de las plantas; el desarrollo de una espiga, la floración de una rosa, la fecundación de las plantas por medio del viento. La creación del reino sideral con sus misterios admirables, tantísimos aún sin descubrir. El reino de la gracia y su desarrollo; la vida mística, evolución de la misma vida divina; los misterios insondables y misericordiosos de la Encarnación y de la Eucaristía. La fundación y la historia de la Iglesia y su crecimiento. Ante tal cúmulo de prodigios nos prosternamos y adoramos con San Pablo al Dios todo sabio: "¡Oh profundidad de la riqueza, de la sabiduría y ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios y cuán inescrutables sus caminos!" (Rm 11,33).



LA VOZ DE LA IGLESIA INFALIBLE



El Concilio Vaticano I define que Dios es infinito en su entendimiento, en Su voluntad y en todas las perfecciones... y que todo está desnudo y patente a sus ojos. Santo Tomás razona que cuanto más inmaterial es un ser más conocimiento tiene. Las plantas no conocen, porque son puramente materiales. Y el entendimiento humano conoce mejor que los sentidos, porque está más alejado de la materia. Como Dios es espíritu purísimo, es infinitamente inteligente y lo conoce todo con infinita perfección­



LA VOZ DE LOS SANTOS ANTE LA IGNORANCIA HUMANA



Santa Teresa adopta la palabra sabiduría casi siempre para designar la ciencia y el conocimiento de Dios: “Ante la Sabiduría infinita, vale más un poco de estudio de humildad y un acto de ella, que toda la ciencia del mundo”. Y como lo ha hecho todo, evidentemente sabe cuál es el modo mejor de usar las cosas que ha hecho, cuál es el mejor plan que deben seguir sus criaturas. Cuando nos quejamos y decimos “¿por qué hace Dios esto?”, pensemos que un niño al que su madre le quita de sus manos inconscientes las cerillas o el cuchillo con que está jugando, tiene mucha más razón de enfadarse que el hombre, cuando en su limitada inteligencia, pone en duda la infinita sabiduría de Dios. Para afirmar que Dios es infinitamente sabio, basta observar el orden de la Creación­



Los hombres podemos participar en la ciencia de Dios, porque Dios puede conceder y concede su sabiduría, como a José en Egipto (Gn 37); a Salomón para gobernar a su pueblo, como leemos en (3 Rey 3.5); y a Daniel ante Nabucodonosor en el juicio contra Susana (Dn 13,45). Pero el camino para conseguir esa sabiduría, ha escrito San Juan de la Cruz, es el de la humildad: "para venir el alma a unirse con la sabiduría de Dios, antes ha de ir no sabiendo que sabiendo" (Subida 1, 4, 4).

TEOLOGÍA COMO CIENCIA



Santo Tomás considera la teología como ciencia y afronta en la Suma un horizonte más amplio cuando se plantea si el hombre tiene necesidad de un saber que sobrepase los límites de la razón, pues, como el hombre tiene una meta que va más allá de su razón, necesita una luz superior, la luz divina, que le indique la meta y el camino. Aunque con mucho trabajo podríamos intuir algo de la verdad última, sin su Revelación, siempre caminaríamos a tientas rastreando en la oscuridad. Sin el conocimiento de la Revelación el misterio más íntimo de Dios y el de su vida permanecerían ocultos para el hombre.



La ciencia no es un fin en sí misma; ella siempre tiene que ver con el hombre, con su camino y con su meta. Está a su servicio. Por eso, los que consideran al hombre con un espacio vital que se queda en la tierra no necesitarán más luz que le trascienda. Como según Santo Tomás toda ciencia tiene sus axiomas, que no puede demostrar, pero que presupone, también la teología tiene los suyos, que son las verdades esenciales de la fe, incomprensibles por sí mismas para la razón, aunque no la contradicen, si no que se esclarecen a la luz de una ciencia superior. Idea ésta de máxima importancia para la teoría de la ciencia. A la luz de la Ciencia de Dios, el hombre participa de su saber por la fe, aunque no la puede captar plenamente. El trabajo científico de la teología consiste en penetrar con la inteligencia en la ciencia de Dios recibida por la fe. ­Los teólogos buscan la coherencia de las distintas verdades de la fe para iluminar desde ellas los diversos sectores de la ciencia. La teología no puede demostrar con evidencia que Dios ha creado al hombre, pero puede clarificar su significado. De manera concisa, ésta es la visión base de la teología como ciencia de fe.



ESTADO ACTUAL DE LA TEOLOGIA



Pero hoy la teología se encuentra en una fase de empobrecimiento­. Tras un período grandioso en el siglo pasado, que fue cultivada y enseñada por grandes figuras, como Van Balthasar, Karl Barth, Rahner, Guardini, Congar, de Lubac, etc. y fue fecunda en innovaciones en la exégesis, en la teología histórica, en la ciencia litúrgica y en la dogmática, que termina en torno a 1968, hoy nos encontramos en una fase de imitación y de predominio del enciclopedismo. Estamos asistiendo a un gran florecimiento de manuales y enciclopedias teológicas. En las obras de mayor difusión se relacionan las posiciones de autores individuales y las de la época, y se echa de menos una profundización sistemática. Con el declive de la teología escolástica y de la neoescolástica, injustamente criticadas, la teología católica ha abandonado un marco unificador. El cardenal Schönbom, arzobispo de Viena, con motivo del Jubileo de la Academia de las Ciencias de aquella capital, ha ofrecido tres principios para conseguir un reflorecimiento de la teología católica: Dedicarse de manera decidida a su objeto, que es su verdadero sujeto, hablando más de Dios, y menos sobre Dios; volviendo de nuevo con coraje a los grandes temas, y no escondiéndose en lo que éste o aquel autor han dicho sobre el tema.



SANTO TOMAS ENTRE LOS GRANDES MAESTROS

La teología debe dedicarse de nuevo a los grandes maestros, no estudiando a los clásicos de forma enciclopédica quedándose a un nivel superficial, sino caminando de la mano de los grandes maestros. ­Estudiar a san Agustín, a San Juan de la Cruz, a Santa Teresa de Jesús, por algo la Iglesia los ha declarado Padres y Doctores de la Comunidad creyente. Estudiarles en primera persona es inigualablemente más importante y fructífero que hacer crítica literaria de sus obras. Hay que estudiar en profundidad a Santo Tomás, sobre todo. Con estos estudios tratamos de abrir el apetito de los lectores para que se decidan a estudiar, principalmente, a los Santos. Es lo que dijo Hans Urs von Balthasar: De los grandes teólogos, sólo me han interesado los santos. En ninguna de las otras ciencias es tan importante tener una familiaridad personal y existencial con el objeto, como lo es en la teología. Dice santo Tomás de Aquino que el perfecto teólogo es aquel que no sólo conoce conceptualmente las cosas divinas, sino el que las ha probado, el que las conoce por experiencia. Por eso, junto a tantos otros teólogos santos, es muy enriquecedor el conocimiento de santo Tomás de Aquino. En su persona, en su saber inmenso, en su perspicaz agudeza mental y en su experiencia personal de Dios hay una síntesis tan extraordinaria, que justifica su denominación de "Doctor communis". Una teología que traza sus parámetros desde personajes como éstos, volverá a adquirir el impulso que la convirtió, durante sus mejores tiempos, en una fuerza inspiradora e integrante de la morada de las ciencias..