Juan Pablo Magno camino a los altares

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

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Siempre he sostenido, he vivido y enseñado que prefiero los místicos a los teólogos. Me explico. El místico posee, experimenta, consiguientemente calienta, enardece, como decía de San Juan de la Cruz el Padre Doria: Los escritos de Fray Juan son como granos de pimienta que calientan y abren el apetito y las ganas de comer”. En nada menosprecio la teología, todo lo contrario, la considero camino para la mística, pero el camino no es la meta. El camino es la fatiga, la meta es el descanso, el logro, la consecución y el logro, la paz y la tranquilidad. Es el ventalle que aire daba:

Quedéme y olvídeme

El rostro recliné sobre el Amado

Cesó todo y quedéme

Dejando mi cuidado 

Entre las azucenas olvidado.

El amor es el primer movimiento que nace en nuestro ser en dirección al bien, sea real o falso, sensible o espiritual. De ese motor arrancan todo los demás. Para su discernimiento hace falta el conocimiento, de ahí que él con la ciencia y con la luz de la fe nos muestren el camino seguro. De hecho nada podemos amar u odiar, desear o aborrecer, esperar o temer, si no lo conocemos antes de alguna manera como bueno o como malo, aunque no queremos u odiamos las cosas como presentes en nuestro conocimiento, sino como existentes, verdadera o aparentemente, en la realidad. El conocimiento es como un caminar necesario para llegar a amar. Pero los grados del conocimiento no suelen corresponder a los del amor. La experiencia demuestra que podemos conocer mucho a una persona o una cosa, y amarlo poco, y al contrario. Por eso, la labor del neurólogo se ha de esmerar en organizar el cerebro, sí, que sus conexiones sean perfectas, reconstruidas o reformadas, ordenadas, delicadamente, con precisión y delicadeza; pero de nada servirá un cerebro bien organizado si el cardiólogo no consigue que ventrículos y aurículas, nervios, venas y arterias envíen sangre al torrente sanguíneo y ésta ascienda al cerebro y le proporcione vida. Santa Teresita de Lisieux, lo encontró cuando entre el torbellino de órganos del Cuerpo de la Iglesia, buscaba con ansia su vocación y sentenció certeramente: “En el corazón de mi Madre la Iglesia yo seré el Amor”. Tanto el neurólogo como el cardiólogo, los cirujanos, ¡qué agonía en su trabajo comprometido, qué fatiga y cuánto tino necesitan! Jesús decía, “Tengo que pasar un bautismo y ¡qué angustia hasta que lo pase”!

El proceso cognoscitivo es centrípeto y llega desde las cosas hasta el que quiere conocer; el amor, al contrario, es un proceso centrífugo, pues sale del amante al amado o a lo amado. 

¡”Oh noche que guiaste!

¡Oh noche amable más que la alborada!;

Oh noche que juntaste 

Amado con amada”!

Amada en el Amado transformada. 

El amor penetra en las cosas más profundamente que el conocimiento, porque al amar, la persona amante se transforma en lo que ama. De ahí que Dios sólo busque del hombre su amor y sea ese su primer y principal mandamiento, porque sabe que el hombre sólo podrá ser feliz amándole a El. Y como él ama al hombre y por eso desea la felicidad plena, no puede desearle y ayudarle a cosa mejor que a aumentar su amor hasta su plenitud.

Por eso cuando el hombre ama a Dios, Supremo Bien, o a personas superiores a la propia alma, el amor es más perfecto que el conocimiento, pues el amante sube hacia lo amado; y por lo contrario, cuando se aman personas o cosas inferiores al alma, el amor es menos perfecto, porque al amarlos el alma se rebaja. 

UN PAPA TEÓLOGO. ESTAMOS EN BUENAS MANOS

Que un supremo teólogo como Benedicto XVI, Ratzinger, uno de los teólogos católicos más brillantes de su generación, un pensador y analista de primer orden, como reconocen sus mismos detractores, de quien ha dicho el cardenal Meisner, que posee la ciencia de doce profesores universitarios, esté al frente de la Iglesia, muchos asuntos van a recuperar su esencia original. En la Iglesia de los primeros siglos la canonización era aclamada por el pueblo en una manifestación espontánea que pedía la veneración de aquel a quien habían conocido en vida. Con el paso de los siglos las beatificaciones exigían largos procesos canónicos, que a veces se eternizaban. El Beato Juan de Ávila tardó cuatro siglos en ser canonizado. Se cuenta que se apareció señalando a San Juan de Dios, a San Juan de la Cruz, y a San Pedro de Alcántara y aprobando el libro de la Vida de Santa Teresa, todos dirigidos suyos, es decir, como maestro de santos, mientras decía: Repartiendo santidad, me he quedado en Beato. 

El anuncio de la apertura del proceso de beatificación y canonización de Juan Pablo II deja traslucir que el nuevo Papa no actúa por intuiciones ni con improvisaciones, sino con el criterio de quien conoce la historia y lo profundo de lo sustancial y el valor relativo de lo accesorio. Juan Pablo ha sido elevado a la santidad por aclamación popular, que es como fueron canonizados los santos en la Iglesia primitiva. Millones de creyentes pidieron para Juan Pablo II, con voces y pancartas: “Santo súbito”. Resulta evidente. Era santo, apóstol, mártir, pastor y doctor, y procedía su declaración siguiendo el camino de los Cánones. Pero Benedicto XVI, dispensa de los cinco años de espera e introduce un modo nuevo, pero antiguo, que restituye. Es innovador, aunque lo consideran facha. Son los de siempre. 

La noticia de la apertura del proceso de beatificación de Juan Pablo II ha sido recibida con satisfacción en el seno de la Iglesia católica, y la decisión de Benedicto XVI de escuchar al pueblo ha sido recibida con gozo. Es una señal de continuismo con ojos nuevos, con sello propio, de quien avanza evangélicamente, y actúa según su talante, y, a la vez, sin complejo de adanismo.

Satisfacción contenida, ya que la apertura del proceso sólo indica el comienzo de las investigaciones, con la esperanza de que el proceso sea rápido y documentado. El portugués cardenal Saraiva Martins, responsable de la Congregación para las Causas de los Santos, ha comentado que Benedicto XVI ha tenido presente que la voz del pueblo es la voz de Dios y cuando el pueblo considera santa a una persona quiere decir que es santa de verdad.

UN RECORD MÁS

En apenas 42 días, y coincidiendo con la festividad de la Virgen de Fátima, fecha en que sufrió el atentado mortal Karol Wojtyla, se abren las puertas de la santidad para el Papa polaco, que podría unirse así a los diez Pontífices declarados beatos por la Iglesia, el último, Juan XXIII. Otros setenta y ocho sucesores de Pedro han sido declarados santos. Las primeras reacciones oficiales en el seno de la Iglesia han llegado de Polonia. El portavoz del Episcopado polaco, Piotr Libera, ha dicho que lo que ha ocurrido hoy es la confirmación de algo que a veces olvidamos cuando evaluamos su Pontificado: la santidad de Karol Wojtyla. Destaca también que el anuncio de la beatificación coincide con su 85 cumpleaños.

A partir de ahora, se habrá de elaborar un informe sobre los milagros atribuidos a Karol Wojtyla desde su muerte. Cosa que según el secretario de la Congregación para las Causas de los Santos, Edward Nowak, será fácil, ya que todos somos testigos de sus virtudes heroicas. Las pruebas de su santidad son tan evidentes que hará falta muy poco tiempo para alcanzar su beatificación», ha dicho el cardenal arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo. Pero ha sido muy importante el plebiscito popular que el 8 de abril, día de su funeral, pidió a gritos su inmediata beatificación, pues era una señal de que el Papa fallecido ha sido una persona extraordinaria, y dirigida por el espíritu del Señor. También el arzobispo de Milán, Dionigi Tettamanzi, explica que la apertura del proceso ha sido una respuesta a una petición popular muy difundida. 

De esta manera, Juan Pablo II continúa batiendo record, ganando batallas, como el Cid, hasta después de muerto. El Papa más mediático de todos los tiempos, el Papa que más viajero de toda la historia, le llegaron a llamar “Juan Pablo extramuros en alusión a la Basílica de San Pablo extramuros. El Papa que rompió con los moldes de todos los pontificados, sigue siendo el primero en casi todo y ahora, el que con mayor rapidez va a llegar a los altares. Aunque esta celeridad pueda parecer una urgencia desmesurada es una excelente contribución al sentido de los procesos de beatificación de la Iglesia. Que en resumen demuestran que los procesos sólo son un trámite por el que la Iglesia reconoce la santidad de una persona, que con el testimonio de su vida ha dejado una impresión evangélica especial sobre los demás, sobre quienes le conocieron en vida y sobre quienes percibieron su influencia. 

EL PAPA DESCENTRALIZA

Rompiendo con la costumbre iniciada por Pablo VI y practicada de modo espectacular por Juan Pablo II, Benedicto XVI ha decidido no presidir en adelante las ceremonias de beatificación para subrayar la diferencia teológica con las de canonización, que sí celebrará personalmente. La beatificación autoriza el culto en la diócesis o la familia religiosa que la promueve, pero no es un acto de magisterio del Papa. En cambio sí lo es la canonización, que introduce el culto universal y propone a toda la Iglesia ejemplos de santidad. En el futuro tendrán lugar en las diócesis que las promueven y serán presididas por el obispo. Este primer gesto descentralizador de Benedicto XVI ayudará a realzar la responsabilidad y el ministerio de los obispos locales. La ceremonia incluirá la lectura de la Carta Apostólica del Papa que autoriza el culto, y el descubrimiento del tapiz con la imagen de la persona elevada a los altares.

DE UNA MANERA TAMBIEN SINGULAR

No soy partidario de las quinielas, ni primitiva, ni bonolotos, ni cupones de nada, ni siquiera de loterías, convencido de que la ganancia de las loterías es el ahorro de los décimos; pues aún lo soy menos en las quinielas para los nombramientos que, casi siempre llegan interesadas, sea para congraciarse, sea por partidismo. Mucho se rumoreaba el nombre del futuro sucesor de Ratzinger, Prefecto de la Doctrina de la Fe. La sabiduría del compañero de Juan Pablo, su mano derecha en la Teología, pero su discípulo en la pastoral y en la santidad, ha sido rápido, pero con un discernimiento propio del teólogo y del pastor y gobernante, y ha designado a un teólogo americano. 

Teólogo y maestro de la Universidad Gregoriana, y segundo de abordo con Ratzinger en la redacción del Catecismo de la Iglesia. Nacido en Long Beach, archidiócesis de Los Ángeles, en 1936, William Levada estudió y se doctoró en Teología en Roma, en la Universidad Pontificia Gregoriana.

Ordenado sacerdote en la Basílica de San Pedro, tras unos años de servicio pastoral en la archidiócesis de Los Ángeles donde fue director de la Formación Continua del Clero, en 1976 fue nombrado oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe, alternando con la enseñanza de la Teología en la Universidad Gregoriana. En 1982, fue nombrado director de la Conferencia de Obispos Católicos de California y en 1983 nombrado obispo auxiliar de Los Ángeles. Arzobispo de Pórtland, Oregon, después hasta que Juan Pablo II le designó arzobispo coadjutor de San Francisco. Miembro de la Congregación para la Doctrina de la Fe desde el año 2002 donde trabajaba como oficial cuando el cardenal Ratzinger fue nombrado su prefecto.

La Congregación fue fundada por Pablo III en 1542 para defender a la Iglesia de las herejías, es la más antigua de las nueve Congregaciones de la Curia romana. En 1908, el Papa San Pío X cambió su nombre por el de Congregación del Santo Oficio, hasta que en 1965, recibió el nombre actual.