Juan Pablo Magno, luchador de raza. 

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

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Mirada retrospectiva de un sacerdote que quiere dar gracias a Dios por el don de este Papa.

Guardo en mi retina la imagen vigorosa de un hombre joven blandiendo en la Plaza de san Pedro del Vaticano el báculo pontifical como una bandera, gritándonos con voz bien timbrada, elocuente y vibrante: “¡No tengáis miedo! ¡Abrid las puertas a Cristo!”. Cuando contemplo hoy al Papa, sentado en su silla de ruedas con la espalda doblada y la cabeza inclinada, brota en mi espíritu a la vez ternura y compasión, comprobando cómo se ha gastado y desgastado aquel brioso Wojtyla que iniciaba el servicio ministerial de su Pontificado hace XXV años, como un nuevo Moisés ante el Faraón, como un Moisés lleno de optimismo, fe y esperanza como quien ve al Invisible, ante el oleaje del mar Rojo del mundo, que cruzaba una encrucijada de borrascas. El huracán Wojtyla, se le llamó. El Campeón de la fe, también. 

Crecido en la Polonia nazista y comunista, trabajador manual en la fábrica Solvay, actor de teatro, escritor y dramaturgo, poeta y deportista. El patriota que avivaba el rescoldo de libertad de su pueblo esclavizado desde su grupo rapsódico, el seminarista clandestino, que experimentó los rigores de la persecución de familias católicas y judías que marcaron su infancia y adolescencia. El Promotor del diálogo ecuménico e interreligioso. El Apóstol incansable, que ha recorrido más de 1.170.000 Km., equivalentes a 29 vueltas al mundo, el viajero de 103 viajes para visitar 131 naciones, el predicador de 2420 discursos y miles de homilías. El Pontífice que en los dos mil años de cristianismo ha cumplido a tope el mandato evangélico de "anunciar a Cristo hasta los confines de la tierra". 

El Papa mediático, seguido por millones a través de la televisión y de Internet. Sus pies no pueden andar, sus manos se agitan temblorosas, sus labios balbucean, su lengua se está paralizando por momentos aunque hace esfuerzos sobrehumanos para decir que Dios nos ama y que Teresa de Calcuta está en los altares. El, el mejor actor de su grupo rapsódico de Polonia, ha decidido morir en escena, dándonos la última lección, la única que puede darnos; la única que podíamos esperar de él, deshacerse como la lava de un volcán, como las gotas de la torrentera que desciende del Himalaya. El mismo es un Himalaya sin oscilaciones, vimos la cima y estamos ya al pie de la base vislumbrando las raíces del titán siempre coherente, siempre enamorado, entregado sin fisuras: “Totus tuus”. No hay medias tintas, no hay mediocridad. 
Hay entereza, coherencia, fidelidad, roble entero de una pieza. No podíamos esperar otro final, aunque nos muramos de pena nosotros también, porque le amamos de verdad. Cuando se critica la poca humanidad de la Iglesia que permite que se esté agotando por encima de sus fuerzas, ignoran que es él mismo el propio protagonista de su inmolación y el que no deserta de la cruz. Prepara su sucesión disponiéndolo todo, pero ha elegido morir en escena. Con las pocas fuerzas que le quedan hace esfuerzos sobrehumanos para cumplir con su deber, para dar testimonio de la dignidad con que se puede afrontar la enfermedad "llevándola a cuestas" como la propia cruz. Sin esconderla, sino dejándola ver, y dejándose fotografiar y filmar en ella. Su cuerpo se debilita y su alma se engrandece. El obrero de su Polonia natal, ha decidido morir trabajando por Dios y por sus hermanos. 

La salud del Papa se debilita día tras día. Mucho nos está enseñando este apóstol excepcional que elige declinar activamente ante los ojos del mundo. Enseñando a esta sociedad nuestra que idolatra la juventud, la salud y la proyección narcisista de la propia imagen y desecha los trabajos de los hombres maduros, que esconde el dolor, disimula la vejez, margina al anciano, lo abandona en un geriátrico, o promueve la eutanasia. La suprema lección del Papa, su testimonio del valor y de la dignidad de la vida, aún la decadente y la decaída. Como Cristo no bajó de la cruz, sino que precisamente allí redimió al mundo y como Pedro, tampoco dejó a la comunidad cristiana hasta morir también en la cruz, Juan Pablo II está abrazado a la cruz corredimiendo al mundo. Está dando la mejor medida de su grandeza en la debilidad. Exprimido, extenuado, el que nos impulsar a “remar mar adentro”, se va hundiendo en la pleamar de la muerte, de la Vida.

EL TESTAMENTO DEL PAPA 
Hace algún tiempo escribió su testamento. Un documento corto, sencillo, cuatro folios escritos a mano y en polaco. Una oración de gratitud a Dios y su profesión de fe, esperanza y amor a la Virgen y a la Iglesia. Un texto bello y cuidado, que se abre con la cita evangélica de las palabras de Cristo en la Cruz, para entregar a Juan lo más precioso que tiene: su Madre, María. “Ahí tienes a tu madre” (Jn 19,27). Es también lo más preciado en la vida de aquel niño que recibió en la escuela la noticia de la muerte de su madre, que le hizo fijar para siempre su mirada en la madre de Jesús, María, a la que dedicó su pontificado, poniendo una M en su escudo pontificio y un lema de enamorado a los pies de su amada: "Totus tuus". La recuerda como “la primera colaboradora de Dios en la obra de la salvación que, con su ministerio materno, nos guía hacia Cristo”. Y añade una declaración de amor: “He experimentado siempre en mi vida la presencia amorosa y eficaz de la Madre del Señor; María me acompaña cada día en el cumplimiento de la misión de Sucesor de Pedro”. Ella le salvó la vida aquella tarde cruel del 13 de mayo de 1981, fiesta de la Virgen de Fátima. Sonaron dos disparos en la plaza de San Pedro, el Papa se inclinó sobre su secretario, Estanislao, le señaló el vientre herido y comenzó a repetir: “¡María, Madre mía, María, Madre mía!”. María le salvó la vida y la bala que le atravesó el cuerpo está en su corona de Fátima. 

Siguen unas reflexiones sobre la muerte y la vida, en torno a la cita bíblica “deberás rendir cuentas de cómo administraste tu tiempo”. Pasa revista a su vida y concluye poniéndose en manos de Dios y de María. “Tengo confianza en la misericordia divina y en la protección de la Virgen Santa”. Y termina pidiendo que su muerte sea “un don de amor a la Iglesia”. Otorga su bendición apostólica a la Iglesia y a la Humanidad y remata como Cristo en la Cruz y como su maestro Juan de la Cruz: “En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu”. 

Está a la vista de los hombres el sufrimiento del Papa que nos hace sufrir y que querríamos aliviar y, sobre todo, alejar y desear que el Señor le alargue la vida, esa vida portentosa y fecunda que es oportuno recordar y recapitular.

JUAN XXIII CONVOCA EL CONCILIO
Ordenando documentos en la biblioteca privada del papa, algunas semanas después del anuncio del Concilio Vaticano II, Monseñor Capovilla, Secretario particular de Juan XIII, descubrió una voluminosa carpeta llena de polvo y la abrió. Allí estaban las cartas de los obispos consultados por Pío XI sobre la continuación del Vaticano I, suspendido en 1870. La mayoría decía que no. Pío XI abandonó la idea. Lo mismo pensó Pío XII, y tampoco se decidió. Juan XXIII que no conocía tales datos, se lanzó a su realización ya anunciada (Historia de la Iglesia- Fliche-Martin, vol. XXVII, pg 267). 

Convocado y puesto en marcha el Concilio Vaticano II, el hoy ya Beato Juan XIII, colaboraba con el Concilio con el sacrificio de su vida, Pablo VI lo continuaba, pilotaba, clausuraba y promulgaba y en medio de la tormenta se moría y se le sucedía Juan Pablo I. Se murió en 33 días el Papa de la Sonrisa, Albino Luciani, Juan Pablo I. El secretario del Cardenal Wojtyla le vio un gesto dramatizado. Se cubrió el rostro con las manos y dijo y ahora ¿qué haré yo?. Volvía de Cracovia pensativo Wojtyla porque sospechaba lo que podía ocurrir. Al parecer, había sido él quien había volcado todos sus votos -muchos- en la candidatura de Luciani, lo que habría permitido su elección en el cónclave. Si él lo sabe esto, es claro que teme lo que puede ocurrir. 

MALIINSKI, PROFETA 
25 de agosto de 1979. En una eucaristía celebrada en el Colegio Polaco de Roma, vísperas del Cónclave para elegir al sucesor de Pablo VI. Preside la concelebración el Cardenal Wojtyla. El padre Malinski, en la plegaria de los fieles hizo una petición que sorprendió a todos: “Oremos para que nuestro cardenal Karol Wojtyla sea elegido Papa”. Se quedaron petrificados. Vacilantes, Satnislaw Dziwisz, secretario del arzobispo de Cracovia, y Satnislaw Rylko, respondieron con voz tímida: “Te rogamos, óyenos”. El cardenal Wojtyla, concelebrante principal, no respondió. Malinski era compañero suyo desde los tiempos de Tyranowski y ambos, seminaristas clandestinos con el cardenal Sapieha. Hoy, el padre Malinski, de 80 años, es rector de la Iglesia de San Francisco de Sales en Cracovia. Un día, mientras acompañaba al cardenal Wojtyla le dijo: 
-- “Tú serás Papa. Todos saben que los tres candidatos italianos, Baggio, Bertoli, y Benelli, no podrán ser elegidos”. 
-- El arzobispo de Cracovia respondió: “El cardenal Wyszynski me ha dicho que el Papa es romano, y que por tanto será italiano”. 
-Malinski con rapidez: “Yo siempre había creído que el primer Papa era judío...”. 
-- Wojtyla: “Está bien, admitamos que sea un extranjero. Podría ser un estadounidense, un francés, o un alemán”. 
-- “No puede venir de una gran potencia, debe ser de un país pequeño, más marginal”, dijo Malinski. 
-- Repuso Wojtyla: “El cardenal König, de Viena, por ejemplo”. 
-- Malinski insiste: “Debe ser de un país pequeño, con un catolicismo fuerte. Polonia es el único país que no vive la crisis posterior al Concilio”. 
-- Wojtyla calló. 
--Continuó Malinski: “Además el arzobispo de Cracovia no es un burócrata, sino un pastor y un intelectual, que se ha dado a conocer en el Concilio y en los Sínodos de los obispos. ¡Serás el próximo Papa!”. 
Había sido elegido Juan Pablo I. Al salir del Cónclave Malinski recuerda que al cardenal Wojtyla se le veía feliz y que le tomó el pelo: 
--"¿Qué dices ahora? ¿No tienes otro argumento que proponer?". 
Cuando el cónclave de octubre, tras la muerte de Juan Pablo I, Malinski no estuvo en Roma. Se quedó metido en sus libros en Munster. 

ELECCION DEL CARDENAL WOJTYLA
A pesar de sus diferencias de criterio en cuanto al procedimiento de tratar con el marxismo, siempre se había mantenido muy unido al Cardenal Wyszynski, quien, después del cónclave, declaró: "Entre los cardenales se buscaba un hombre de fe ardiente, de ardiente oración y celo pastoral, además de un hombre de buen corazón, benévolo hacia los hombres, afable, de gran sensibilidad y cuyos ojos se volvieran al mundo con el amor de Dios". Fue elegido Wojtyla, con una biografía brillante, juvenil, deportiva, profesor universitario, viajero, poeta, hombre de fe. Sale elegido el Cardenal de Cracovia. “Habemus Papam”. Un Cardenal polaco. “Karolum, Cardinalem Woytyla. Karol Wojtyla. ¿Quién es? Algunos piensan que es un africano. Ha sido un gesto muy audaz e inesperado de los Cardenales Conclavistas. A todos sorprendió su elección, sobre todo en Europa Occidental, donde apenas era conocido. Malinski había sido profeta. Su plegaria había sido escuchada.

Y comienza a innovar. La burocracia vaticana consideraba que debía manejar al Papa. Ya los cardenales de Curia de Juan XIII, mientras él se dedicaba a visitar cárceles y orfanatos, se decían: “Así nos deja gobernar a nosotros”. Ellos creían que sabían cómo hacerlo y que los Papas sensatos se adaptarían a su estilo. Hombres de prestancia intelectual y santidad personal aceptaban la tradición curial, y aceptaban que su estilo fuera más burocrático que evangélico, aunque San Pío X se lamentaba: “Se commandasse io”. Y Pío XI, “el Papa sólo es libre en su cuarto de baño”. Karol Wojtyla no pensaba así. No había sido educado para Papa, pero era uno de los obispos más dinámicos, innovadores y triunfadores, y era un cristiano radical. Si el Espíritu Santo había llamado al obispo de Cracovia para ser obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal, es que su experiencia es necesaria para la Iglesia y para el mundo. El arquitecto de la “Constitución de la Iglesia en el mundo”, la “Gaudium et Spes”, iba a dirigir a la Iglesia en el mundo. 

Este obispo, hijo de la Iglesia del mundo moderno, había sido elegido Pastor Universal de la Comunidad de creyentes tras la apertura del camino del Concilio Vaticano II, cuyas singladuras audazmente iba a dirigir. Sin él le habría resultado más difícil abrir tantas brechas y desplegar las velas por tantos y tan variados caminos arriesgándose tanto. Y hasta un pastor protestante norteamericano ha comentado: “Tenéis un Papa que sabe hacer de Papa”. 
En la logia, ante la gran multitud expectante en la plaza de San Pedro, entre el gozo y la ansiedad, va a hablar. El Maestro de ceremonias le dice que no es costumbre y él: -”Quiero hablar”. Y habló, lágrimas vienen, lágrimas van: “Los Padres Cardenales me han elegido “lo hanno chiamato d´un paesse lontano, ma cosi vicino”. En la fe a Cristo Señor y con la protección de su Madre. “Se mi svaglio, mi corregirete”. Ha elegido un nombre compuesto: Juan Pablo II. Sintetiza bien a los dos apóstoles: es discípulo de Juan, el apóstol místico y contemplativo que en la intimidad compartida con el Señor aprendió los misterios del Reino; y de Pablo, el viajero incansable, apóstol sin fronteras... 

LA PREPARACION
A los 6 años quedó huérfano de madre. Murió después su hermano Eduardo, médico joven. A los 17 años, perdió a su padre. Y se quedó solito en el mundo. Providencial Tyranowski. Era el momento más apropiado para iniciar su camino espiritual y humano de la mano de un místico español: San Juan de la Cruz. Ya nunca lo dejará. Los dos son muy inteligentes, San Juan de la Cruz y Karol Wojtyla. Seguirá con el sastre místico la lectura y el estudio acompañado de sus amigos, todos personajes influyentes en la sociedad del Siglo XX, hasta que el Cardenal Sapieha, escrutador sabio de talentos, desviará la iniciación de Wojtyla hacia el Carmelo, atraído por el Santo Carmelita, encauzándola hacia la vocación de sacerdote diocesano. Nunca la Iglesia le pagará el carismático discernimiento del Cardenal de Cracovia. En su casa episcopal y clandestinamente se prepara para el sacerdocio y apenas lo ordena, le envía a Roma y en el Angelicum con el dominico Garrigou Lagrange, defenderá su tesis doctoral sobre la fe en San Juan de la Cruz. Fue un estudio profundo, no fácil. Le ha dejado el místico una huella indeleble y constatable. Felizmente. Estudió el castellano para leerlo directamente. Su tesis fue calificada con un 9 sobre 10. La carencia de medios no le permitía encontrar editor y el Padre Tomás Álvarez le ofreció las páginas de la revista española "El Monte Carmelo". 

RIQUEZA DE SU PERSONALIDAD Y PARADOJAS
Juan Pablo II es un intelectual y un deportista, es un místico y un hiperactivo, un filósofo y un pragmático, un célibe con gran perspicacia en lo que se refiere a la sexualidad humana, vivió treinta años sometido a regímenes totalitarios y ha escrito de forma convincente sobre los factores culturales que hacen posible la democracia, tiene un enorme impacto en los asuntos mundiales y en la vida de la Iglesia, y carece de interés por los puestos políticos. Es el hombre mejor informado del mundo, aunque rara vez lee los periódicos. Es un intelectual y aprecia profundamente la piedad popular. Es un filósofo acreditado, sin haber seguido cursos de formación especializados en filosofía. Es un polaco dotado de especial sensibilidad hacia los judíos y el judaísmo. Factor de impacto considerable en los asuntos mundiales y en la vida de la Iglesia, sin haber manifestado el más mínimo interés en la teoría administrativa ni en las convenciones de la política. Polifacético y asombroso.