Jesús inaugura su misión 

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

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1. Jesús se despidió de su madre, que ya presentía, ¡qué no intuyen las madres, y aquella Madre!, que el corazón de su Hijo vivía ya lejos. Y desde Nazaret, en Galilea, subió a Judea, para ser bautizado por Juan en el Jordán. Y se mezcló con los pecadores, que conmovidos por las ardorosas palabras de Juan buscan el bautismo de Juan, y Jesús también entró en el río limpio de pecado personal y como Cordero de Dios cargado con los pecados de todo el mundo, dispuesto a purificar y a lavar las iniquidades de la humanidad, ya esposa suya, necesitada de la unción de su Espíritu.

2. "Mirad a mi siervo a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre El he puesto mi espíritu" Isaías 42,1. "Apenas salió del agua; vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar sobre él como una paloma. Y se oyó una voz del cielo que decía: "Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto" Marcos 1,6. Marcos, que nos ofrece el relato más breve de los evangelistas, destaca, sin embargo, un elemento geográfico interesante: Cristo, para ser bautizado por Juan, vino desde Nazaret de Galilea, el Norte, hasta el Jordán, en Judea, en el Sur de la Tierra elegida. Nos narra la teofanía en el momento de «salir del agua», en lo que coinciden los tres sinópticos. La voz del cielo, a diferencia de Mateo, que se dirige a todos, Marcos la dirige directamente a Cristo: «Tú eres el Hijo mío...» Los tres ponen la forma que en él «me complací», en aoristo griego o en estático semita, que se puede traducir en tiempo presente: "en ti siempre me estoy complaciendo". Marcos, como Mateo, elevan la categoría de siervo, con que lo califica Isaías, a la de Hijo amado y predilecto. Son dos textos de las lecturas de hoy, luminosamente paralelos y coincidentes: 1 "Sobre El he puesto mi Espíritu, dice Isaías. "El Espíritu bajaba como una paloma y se posaba sobre El", nos relata San Marcos. 

Para Isaías Jesús es: "Mi elegido, a quien prefiero". Para Mateo: "El amado, mi predilecto". Se da pues un progreso de Revelación en el Evangelio: El Padre revela al Hijo y el amor con que le ha elegido, y Jesús, viene a su vez, a revelar el amor del Padre. 

3. El Siervo de Yahvé viene a realizar la misión trascendental de renovar la alianza de Dios con Israel, repatriar a los exiliados y establecer el espíritu de la verdad en todas las naciones paganas. Para expresarlo, Isaías se sirve de los términos propios de la creación: "Yo te he formado y te he hecho", dice el Señor del Siervo de Yahvé, según la lectura de Isaías. 

En el Génesis, en efecto, cuando Dios se dispone a crear al hombre, dice: "Hagamos al hombre" (1,26). Estamos pues ante la creación del hombre nuevo, del primer hombre con el corazón de Dios. Si es creado un hombre nuevo, es que ahora está comenzando un Mundo Nuevo, una creación Nueva, un Orden Nuevo, una Alianza nueva, que será sellada con la Sangre derramada en la Cruz. El Bautismo en el Jordán está anunciando un Bautismo de sangre. Y como en la Creación el Espíritu se cernía sobre las aguas (Gn 1,2), en la nueva creación que comienza hoy, el mismo Espíritu se posa sobre Jesús, sumergido en las aguas del Jordán. Desde hoy, todo será nuevo: Los ciegos abrirán sus ojos a la luz de la revelación del Padre, que les irá descubriendo Jesús. El amado Hijo, nos revelará a sus hermanos que somos hijos del Padre por adopción, "amados en El" y herederos por El. 

4. ¡Oh, Espíritu Santo de Dios!, desciende hoy sobre tu Iglesia, como descendiste sobre Jesús elegido y Amado. Y desciende sobre mí, que escribo y leo esta oración y purifícame, límpiame, transfórmame, embriágame y lléname de Ti.

5. Jesús, como Rey, en contraste con los reyes de su tiempo, implantará el derecho y la justicia, según Dios y no según los hombres, trascendiendo todos los conceptos modernos legalistas. Santificará y justificará, no con las normas y principios jurídicos y sociológicos, sino a través de una actividad salvífica a todos los niveles. Su actuación no seguirá los esquemas de los poderes temporales, pues “Su reino no es de este mundo”. Tampoco actuará con métodos militares; ni lanzará gritos en medio de las plazas, tratando de afirmar su poder. 

Enseñará lo mismo como Sacerdote, que implantará como rey. Como Profeta será la voz del Padre ante todos los pueblos. Por eso Juan confiesa: "Yo os bautizo con agua. El os bautizará con Espíritu Santo y fuego", que es juicio salvador y transformante. Fuego purificador, que quema el pecado y transforma a los hombres en Dios, pasando por la muerte del viejo Adán. 

6. Ahora ha definido el sentido de su reino: transformar a los hombres desde dentro, a partir de su interioridad. Viene a salvar a cada hombre, reavivando la mecha a punto de extinguirse, haciendo la revolución verdadera querida por Dios, por la acción dinámica del Espíritu que vive en él, con mansedumbre y humildad, reformando a las personas, una a una, llegando a lo más íntimo de su ser, haciéndolos hijos, cada vez más plenos, del Padre. La revolución que Jesús va a comenzar con el Espíritu es la revolución de la santidad, que comienza por sacar a los presos de la cárcel de sus pecados para crear hombres interiores, adoradores de Dios en espíritu y verdad (Jn 4,24). Creando una caña nueva donde hay una resquebrajada, no aplastando, sino animando, no destruyendo, sino sanando, no matando, sino curando. Dedicando una atención singular a las personas, una a una, en el brocal del pozo de Jacob, o entregado a la formación del pequeño grupo de sus primeros discípulos, o en la conversación nocturna y a solas con Nicodemo. 

Así actuará Dios por Jesús, por sus sacramentos, por la Iglesia como comunidad salvífica, intercesora y mediadora universal. Ese es el sentido del bautismo de la Iglesia, que nos hace hijos de Dios.

Por eso pudo decir Pedro: "Cuando Juan predicaba el bautismo, Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, pasó haciendo el bien" Hechos 10,34. "Todo lo ha hecho bien" (Mt 7,37). 

7. "Soy yo el que necesito que Tú me bautices" confiesa Juan. -"Debemos cumplir lo que Dios quiere", responde Jesús. Su obsesión es hacer la voluntad del Padre. Como debe ser el programa de todo cristiano. Jesús entró en el Jordán, como el Siervo de Yahvé como Cabeza del entero pueblo de Dios. Así como para entrar en la tierra prometida el pueblo de Israel entró en el Jordán y lo atravesó, Jesús entra en el Jordán a la cabeza de su pueblo nuevo, para llevarlo a la tierra nueva, que mana leche y miel. Entró Jesús en el río. Y porque se sumergió en el río de nuestra vida, el Padre dijo que le amaba, porque cumplía su voluntad. Jesús entró en el río para hacer un río nuevo en un mundo nuevo con hombres nuevos, nacidos de las aguas nuevas del bautismo.

8. "Apenas se bautizó Jesús, se abrió el cielo, descendió el Espíritu sobre Jesús, como una paloma y se posó sobre él. Y el Padre proclamó que es su Hijo Amado". El Bautismo de Jesús culminó con una teofanía, en un momento imponente y trascendente en el que se manifestó la Familia Trinitaria presente y actuante. El Padre y el Espíritu Santo presentan las credenciales de Jesús ante Israel y ante el mundo.

9. "Ha inaugurado su misión de Siervo Doliente. Se mezcla con los pecadores; es ya el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; y acepta el bautismo de muerte para la remisión de los pecados por amor. Así mana de El, el Espíritu para toda la humanidad. Se abren los cielos, que el pecado de Adán había cerrado. Y el cristiano se incorpora sacramentalmente a Cristo por el bautismo, que anticipa su muerte y su resurrección. Nuestro deber es entrar en el misterio de humillación y de arrepentimiento, descender al agua con Jesús para subir con El, renacer del agua y del Espíritu en hijos amados del Padre y vivir una vida nueva" (CIC).

10. Vida nueva que el mismo Cristo alimenta y robustece con su Pan y Vino, sacramento para la vida del mundo. "La voz del Señor que se oye sobre las aguas torrenciales, es potente y magnífica y descorteza las selvas" Salmo 28, destruye las cortezas de las selvas de nuestros pecados, para que le recibamos con santidad y justicia.

11. A cada hombre que recibe el bautismo le son dirigidas, con toda la ternura y toda la fuerza del amor estas mismas palabras; y el secreto de su felicidad consiste en conseguir que esa frase «Tú eres el amado en quien me complazco» resuene siempre hasta el último rincón de su ser en el corazón de cada hombre. Pronunciadas desde arriba en nuestro interior como un murmullo suave, o exteriormente de un modo más aparatoso y arrebatado: «Tú eres mi amado, en ti me complazco», son el mayor regalo y el don mejor: no hay nada que eleve más al hombre que saber u experimentar que se es amado. Y nada menos que por el mismo Dios. 

12. Se hace vitalmente necesario escuchar estas palabras en un mundo que rechaza a quien no es atractivo, sino repulsivo; a quien no produce; a quien no sirva de peldaño. Es la trampa de la autoinfravaloración y el autodesprecio, raíz de la búsqueda ambiciosa del éxito, de la popularidad, del poder y riqueza, y del mando, para demostrar que se es importante. Aunque creemos que el hombre se siente más tentado por la arrogancia que por el autodesprecio, no es así; porque el menosprecio de sí es arrogancia; el complejo de inferioridad, es superioridad frustrada; de donde nace la ambición de subir al pedestal, para que no nos vean como nos vemos nosotros por dentro. Y caminar con el sentimiento de que no se es aceptado, es una forma de arrogancia y de soberbia, que contradice la voz sagrada que nos dice que somos "amados", singularmente amados. Y ser amado expresa la verdad más profunda de nuestra existencia.

13. El que no se siente amado, va buscando siempre algo o a alguien que le convenza de que es amado, porque no sabe escuchar la voz que nos dice: «Tú eres mi amado, en ti me complazco», la que escuchó Jesús en el Jordán. Hace más caso de otras voces más poderosas que le dicen: Demuestra que eres algo, que vales la pena; haz algo importante, espectacular, llamativo, poderoso. Sube más arriba, escala peldaños». Se silencia la voz suave y amorosa, que habla calladamente en la soledad del corazón. Y que ha llegado por muchos caminos: por los padres, por los amigos y maestros, por las personas que estaban en la misma onda. Muchas personas le han cuidado con ternura y amor. Le han enseñado y educado con mucha paciencia y perseverancia. Le han animado a seguir adelante venciendo las dificultades, y le han insistido con amor a intentarlo otra vez cuando ha fracasado. No se ha convencido de que es amado. Y espera con ansia que alguna persona le arrulle con ese sentimiento. Ese es el camino que conduce al agotamiento espiritual, y a sentirse amargado y destrozado, y a la muerte espiritual. Bien es verdad que esa voz no la va a escuchar a fuerza de remos, ni de voluntarismo. En el silencio recogido y humilde hay que esperar que la voz se haga perceptible y audible. En la oración larga, paciente y recogida, sin ruido de palabras.