Jesucristo, Rey del Universo, Ciclo A

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

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A LA TARDE NOS JUZGARAN EN EL AMOR

1 "He aquí que yo voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrío" Ezequiel 34,11. Después de la requisitoria del Señor contra los pastores de Israel, que no apacientan las ovejas, sino a sí mismos: se comen su enjundia, se visten con su lana, matan las gordas, no fortalecen a las débiles, ni curan a las enfermas, ni vendan a las heridas, ni recogen a las descarriadas, ni buscan las perdidas y maltratan brutalmente a las fuertes, que han sido devoradas por las fieras salvajes por falta de pastor, se enfrenta con los pastores, les reclama las ovejas, les destituye de pastores, y se proclama él mismo en persona, pastor que buscará las ovejas, las congregará de los países donde se dispersaron un día de oscuridad y nubarrones, buscará las perdidas, recogerá las descarriadas, vendará a las heridas y curará a las enfermas. 

2 Se dispersaron las ovejas por la filosofía inspiradora del ambiente: el fin justifica los medios. Todo vale y todo es lícito si es eficaz para enriquecerse, conseguir el poder y el éxito y avanzar en el campo científico. Por el clima de corrupción que roe la sociedad. Se escandalizaron por el despilfarro de los caudales públicos en gastos superfluos y apropiaciones injustas. Por la falta de ejemplaridad económica en las esferas del poder político. Se corrompieron por la reducción de la dimensión sexual a la satisfacción del placer. Por las campañas oficiales de demolición de valores básicos. Por la agresión a la conciencia ciudadana. Por la utilización por parte del Gobierno de los medios públicos de comunicación, sobre todo de la televisión, en campañas ordinarias y chabacanas, que agreden y humillan a la sociedad, transgrediendo los derechos fundamentales de las familias. Porque los gobiernos se arrogaron el derecho de implantar en la sociedad una determinada concepción del hombre y de la moral, desarticulando la vida moral del pueblo. Ante un panorama tan desolador si en nuestra sociedad no surgen personas y grupos capaces y decididos a vivir y a proponer unos modos de vida más adecuados al ser del hombre, las consecuencias serán muy graves (La verdad os hará libres. Episcopado español). 

3 En esta situación, como en la de los tiempos de Ezequiel, escuchamos la voz del Señor: "Yo mismo apacentaré mis ovejas, buscaré las perdidas, haré volver a las descarriadas, vendaré a las heridas, curaré a las enfermas". 

¡Qué cambio, de aquellos pastores al Pastor! ¡Qué revolución de paz y sosiego para las ovejas! Van a sentir la mano del Señor en sus cuidados, en su palabra, en sus desvelos. Y el juicio será benévolo para las ovejas y duro para los carneros y machos cabríos, que han hollado con las pezuñas el pastizal que las ovejas han de pacer; y han enturbiado el agua clara, que las ovejas tienen que beber. "A los que mandan les espera un juicio implacable; al pequeño, por piedad, se le perdona, pero los poderosos serán poderosamente castigados" (Sb 6,3). 


4. Ahora sí que pueden estar seguras las ovejas y cantar el Salmo 22: "El Señor es mi pastor, nada me falta". El se cuida de todo: de que tengan fuentes tranquilas, mesa preparada, perfume para la unción de la cabeza y copa rebosante. 

5. "Cuando venga en su gloria el Hijo del Hombre... separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda". Atendamos a la coincidencia de este texto con el de Ezequiel: "He aquí que voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrío". "Tuve hambre y me disteis de comer, sed y me disteis de beber..." -"¿Cuándo te vimos con hambre y sed?". -"Cuando lo hicisteis con uno de éstos mis humildes hermanos". Ni los situados a la derecha ni los de la izquierda han reconocido a Jesús en los necesitados, pero quien ha recibido el pan y el agua, la visita en la cárcel, el vestido y el hospedaje, ha sido Jesús, que se ha identificado con los pobres, marginados, olvidados: "A mí me lo hicisteis" Mateo 25,31. Pero este amor al prójimo no es filantropía, sino amor a los hermanos por Dios, porque en ellos le amamos a él y eso es caridad teologal. 

6. Un día de invierno crudo, Martín, a los diez años de edad se hizo catecúmeno contra la voluntad de sus padres, que eran paganos. A los quince años fue alistado en la milicia húngara, de la que su progenitor era tribuno. Entrando un día de invierno en Amiens, le pidió limosna un pobre mendigo que temblaba de frío. Y como Martín nada tenía, desenvainó la espada, cortó por el medio su clámide y le dio la mitad al pobre. La noche siguiente vio en sueños a Jesús vestido con aquel fragmento de su manto y oyó que le decía: "Martín, todavía catecúmeno, me ha dado este vestido". Juan de Dios que cargó en sus hombros a un pobre abandonado, casi moribundo; cuando fue a lavarle los pies, vio que estaban taladrados, y reconoció en el enfermo a Jesús, que le dijo: "Todo lo que haces a los pobres a mí me lo haces. Sus llagas son mis llagas, y a mí me lavas los pies cuando a ellos se los lavas". 

7. "Una santa religiosa de la comunidad, dice Teresa del Niño Jesús, tenía el don de desagradarme en todo; no me contentaba con rezar por ella, sino que procuraba hacerle cuantos favores podía, con una amable sonrisa. Un día me dijo ella con aire de gozo: -"¿quiere decirme lo que la atrae tanto hacia mí? No la encuentro ninguna vez que no me dirija la más graciosa sonrisa". -"Lo que me atraía era Jesús oculto en el fondo de su alma; Jesús, que dulcifica lo más amargo". 

8. Un médico a la hora de la muerte, dio a leer a un sacerdote, asombrado por la serenidad y la paz del moribundo, un cuaderno. En todas sus páginas, se leía: "En tal día atendí a un enfermo, que al pasarle la cuenta me dijo: "Dios se lo pague, que yo no tengo con qué". Como tengo lleno el cuaderno de remuneraciones de las que Dios responde, ha llegado el momento de presentar mis cuentas al cobro, y espero que Dios sí que tendrá con qué pagarme". 

9. Jesús deja a los pobres en manos de la comunidad. Si somos pobres, sintámonos arropados por la Iglesia, que nos alimenta, nos cuida, nos da la palabra y los sacramentos. Y atendamos preferentemente a los pobres, porque Jesús se identifica con ellos. Si los cristianos viviéramos cada día este principio de identidad proclamado por Jesús en la parábola, nuestras comunidades serían espejo de Cristo y nuestros hermanos sentirían el calor de su mirada y afecto a través de nuestra ayuda, apoyo, atención, comunicación interpersonal. También serán colocados a la derecha los que parten el pan de la Palabra. Dice Jeremías 4,4: "Que los niños pedían pan y no había quien se lo repartiera". Pero no de sólo pan material vive el hombre, el pan de la Palabra da la vida eterna. ¡Ah, cuando veamos a Cristo en nuestros hermanos, no temeremos la palabra posible: "¡Apartaos de mí, malditos; id al fuego eterno!". El último encuentro con Cristo o es para el gozo de una eternidad feliz, o para el misterioso sufrimiento de una ausencia de Dios. Si nos atreviéramos a negar el fuego eterno, en pura lógica, habríamos de arrancar también a los elegidos de su vida eterna en el Reino de Dios. 

10. El, que ya es Rey del universo porque es su Creador y todo le pertenece, lo es también porque nos ha conquistado con su sangre: "Dios Padre nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo amado, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados" (Col 1,13). 

11. Acallando los pretensión de la imaginación que intenta conocer cómo y dónde y lugar del Juicico Universal, ignorando que ella siempre trabaja ccon elementos prefabricados y aquí no los hay ni los puede encontrar, sustituyémosla por la fe según la norma del Catecismo de la Iglesia, que nos dice: Siguiendo a los profetas Dn 7,10; Joel 3,4; Ml 3,19, y a Juan Bautista,Mt 3,72, Jesús anunció en su predicación el Juicio del último Día. Entonces, se pondrán a la luz la conducta de cada uno (Mc 12, 38-40) y el secreto de los corazones (Lc 12,1; Jn 3,20; Rm 2,16; 1 Co 4,5). Entonces será condenada la incredulidad culpable que ha tenido en nada la gracia ofrecida por Dios (Mt 11, 20; 12, 41). La actitud con respecto al prójimo revelará la acogida o el rechazo de la gracia y del amor divino (Mt 5, 22; 7,1). Jesús dirá en el último día: "Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mt 25, 40).


12. Cristo es Señor de la vida eterna. El pleno derecho de juzgar definitivamente las obras y los corazones de los hombres pertenece a Cristo como Redentor del mundo. "Adquirió" este derecho por su Cruz. El Padre también ha entregado "todo juicio al Hijo" (Jn 5, 22;Jn 5, 27; Mt 25, 31; Hch 10, 42; 17, 31; 2 Tm 4,1). Pues bien, el Hijo no ha venido para juzgar sino para salvar (Jn 3,17) y para dar la vida que hay en él (Jn 5, 26). Es por el rechazo de la gracia en esta vida por lo que cada uno se juzga ya a sí mismo (Jn 3, 18; 12, 48); es retribuido según sus obras (1 Co 3, 12- 15) y puede incluso condenarse eternamente al rechazar el Espíritu de amor (Mt 12, 32; Hb 6, 4; 10, 26-31). Cristo, el Señor, reina ya por la Iglesia, pero todavía no le están sometidas todas las cosas de este mundo. El triunfo del Reino de Cristo no tendrá lugar sin un último asalto de las fuerzas del mal. El día del Juicio, al fin del mundo, Cristo vendrá en la gloria para llevar a cabo el triunfo definitivo del bien sobre el mal que, como el trigo y la cizaña, habrán crecido juntos en el curso de la historia. Cristo glorioso, al venir al final de los tiempos a juzgar a vivos y muertos, revelará la disposición secreta de los corazones y retribuirá a cada hombre según sus obras y según su aceptación o su rechazo de la gracia.

13. El Señor viene a nosotros en la sagrada eucaristía para participarnos su corazón lleno de amor. Dejémosle que reine en nuestro corazón, y que ponga en él a sus enemigos, mundo, demonio, carne y muerte, como estrado de sus pies 1 Corintios 15, 20. Para que podamos escuchar, convertidos en hombres nuevos, la voz dulce del Rey: "Venid a poseer el Reino: de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz”. Amén.