Discurso sobre la Suma Teológica de Santo Tomas de Aquino

Inmensidad y Ubicuidad de Dios

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

Sitio Web del Padre

 

Ha escrito el Doctor Angélico en la Suma Teológica: "Dios está en todas partes por potencia, en cuanto que todos están sometidos a su poder. Está por presencia, en cuanto que todo está patente y como desnudo a sus ojos. Y está por esencia, en cuanto está en todos como causa de su ser” (1, 8. 4). Si Dios es infinito, lo llena todo, por tanto con perfecta lógica estudia santo Tomás la inmensidad u omnipresencia de Dios y su ubicuidad, después de haber probado su infinidad. ­ Nosotros somos pequeños. Dios es grande e inmenso, como lo afirma la Escritura Sagrada cuando dice: "No cabes en el cielo ni en lo más alto del cielo" (1Re 8,27). Pero llega la aparente aporía que proclama el salmista de que se encuentra presente en el cielo, en la tierra y en todo lugar con el siguiente apóstrofe: “¿A dónde iré lejos de tu aliento? ¿A dónde escaparé de tu mirada? Si escalo el cielo, allí estás Tú: si me acuesto en el abismo, allí te encuentro; si vuelo hasta el margen de la aurora, si emigro hasta el confín del mar, allí me alcanzará tu izquierda, me agarrará tu derecha" (Sl 139,7).  

Lógicamente se distinguen inmensidad y ubicuidad como dos conceptos distintos, pero que se usan indistintamente. Por su inmensidad Dios vive en todas las criaturas y en todos los lugares, aun antes de la creación. La ubicuidad es posterior a la existencia de las criaturas. Por el atributo de su ubicuidad, Dios no circunscribe su presencia a ningún lugar determinado, pues su presencia, después de la creación, es actual en todas las personas, cosas y lugares. "¿Soy yo un Dios sólo de cerca -­oráculo del Señor- y no soy Dios de lejos? Porque uno se esconda en su escondrijo, ¿no lo voy a ver yo? -oráculo del Señor -, ¿no lleno yo el cielo y la tierra? –oráculo del Señor” (Jr 23,34). La misma acción virtual transeúnte de Dios por la que no se encuentra lejos de cada uno de nosotros es la razón formal de la presencia de Dios en todas las cosas; "pues en él vivimos, nos movemos y existimos" (Hch 17, 27). "Aquellos ojos que todo lo ven sin que nadie pueda verlos están siempre sobre nosotros" (San Bernardo).

Así dice Yahvé: Los cielos son mi trono y la tierra el estrado de mis pies (Is 66,1). -Dios es Inmenso y está presente en todos los seres con presencia de conocimiento. Pregunta admirado el salmista: "¿Quién como el Señor Dios nuestro, que se sienta en el cielo o en la tierra, el que encumbra su trono y se abaja para mirar?" (Sal 113,5). Dios no tiene medida, ni dimensión, está más allá de todos los límites o de todas las condiciones de existencia, por eso está presente por todas partes, y en ninguna parte en lo que se refiere a las condiciones de la existencia manifestada.  

Dios, por su presencia trascendente e inmanente está en todas las cosas, y es todo en todos y, siendo infinitamente lejano, es también lo infinitamente cercano e íntimo porque la presencia del Principio Supremo está en el centro del ser y en el mismo corazón de las cosas. Su presencia sólo es percibida por la inteligencia, iluminada por la fe, o mejor, por el ojo del corazón.

Además de esta presencia de inmensidad se dan en Dios otras presencias de gracia: la inhabitación por la gracia en el alma, en la que está como Padre y como Amigo; la presencia personal o hipostática, que sólo se da en la naturaleza humana de Cristo y la presencia eucarística en el Santísimo Sacramento. Así lo cree la Iglesia fundada en la Revelación de Dios. Por la Presencia de gracia, Dios Uno y Trino vive en las almas y les comunica la naturaleza divina por la que son introducidas en la Circumincesión, comuni6n y vida trinitaria de las Divinas Personas, y participan en la Liturgia divina del Trisagio, en expresión de Henri Stéphane.

Queda dicho que la Ubicuidad es la presencia actual de Dios en todas las personas, cosas y lugares, por tanto supone ya la creación y existencia de las cosas. Por la Ubicuidad, Dios no circunscribe su presencia a ningún lugar determinado, aunque está presente íntimamente en todas las personas, en todas las cosas y en todos los lugares. Con gran belleza canta el Himno de la Liturgia de las Horas:  

"E árbol toma cuerpo, y el agua melodía;

tus manos son recientes en la rosa;

se espesa la abundancia del mundo a mediodía,

y estás de corazón en cada cosa.  

No hay brisa, si no alientas, monte, si no estás dentro,

Ni soledad en que no te hagas fuerte

Todo es presencia y gracia. Vivir es este encuentro:

Tú por la luz, el hombre, por la muerte".  

La verdadera doctrina es que Dios está presente en todas sus criaturas por presencia, visión o conocimiento, porque las ve todas. Por potencia, porque influye y ejerce su poder en todas. Y por esencia, porque las está creando y conservando, con lo que la conservación es una creación continuada. En resumen: Dios nos ve a todos y todo. Dios actúa en todos y en todo. Dios nos sostiene a todos y a todo. Si él retirara su mano todo volvería a la nada, como confiesa el salmista: "les retiras el aliento, y expiran y vuelven a ser polvo" (Sal 103

Después de leer a Santo Tomás, de escuchar a los teólogos y de reflexionar por nuestra cuenta sobre la Sagrada Escritura con la ayuda de la teología y de la filosofía, lo que es necesario para la formulación del dogma, nos hemos de dar cuenta de que hemos estado hablando racionalmente poniendo etiquetas de palabras y desarrollando argumentos, que no es lo mismo que beber del frasco. Y nadie que tiene sed la satisface leyendo o hablando o discurriendo sin beber. Quien tiene sed de Dios, y todos los humanos la tenemos o la carecemos, queda saciado con conocer su definición y sus atributos. Nadie sacia su amor, mientras no ama y se siente colmado de amor. Ni nadie que llega al restaurante, sacia su hambre leyendo la carta que le enseña el maitre. Lee la carta y el estómago sigue vacío. Prefiero experimentar la Trinidad que hablar de ella, dice Kempis. ¿Se emborracha alguien con la definición del vino? ¿Se quema alguien leyendo la palabra fuego? Son muchos los que se pierden en palabras, conceptos, silogismos, razones y discusiones y no procuran hacer el silencio en el ocio divino de que habla San Juan de la Cruz, lo que es la noche oscura, y así no han podido gozar de la dulzura y la suavidad de Dios.  

Dicen que le ocurrió a un pececito joven, sumergido en medio del océano. Le preguntó, por aquello de que los fabulistas tienen el privilegio de hacer hablar hasta a los peces, a un pez grande y viejo: ¿Dónde está el océano del que oigo hablar tan a menudo?- Estás sumergido en él, le respondió el pez experimentado, y no lo sabes. Estamos respirando a Dios en Dios, estamos embebidos en él, como la esponja en el agua, como los pasajeros del avión que los conduce, como el pájaro que vive en el aire, que es su elemento. Y no nos damos cuenta.  

Nadie sabe lo que es el perfume de la rosa si no la acercado a su pituitaria, aunque haya leído en enciclopedias enteras el nombre de la rosa. Ni nadie conoce el sabor de la nectarina, si no la ha paladeado. Buscamos a Dios y nos podemos perder en palabras, siendo que él vive en el silencio. Santa Teresa, que creía en la sola presencia de Djos por gracia, se encontró desorientada cuando por vía mística experimentó la presencia de inmensidad. Lo preguntó a un letrado, que lo ignoraba tanto como ella, y le dijo que era así, Que sólo estaba presente por gracia. Le había pasado lo sjguiente: "Estando una vez en la oración – cuenta ella misma – se me representó cómo se ven en Dios todas las cosas y cómo existen todas en él. Dios es como un diamante y dentro de este diamante está toda la creación, porque fuera de esta grandeza no hay nada". Eso es la Inmensidad. Un gran letrado la sacó de su duda, con lo que se consoló mucho.