¡Inmaculada!

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

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POEMA ORIGINAL del seminarista teólogo,  

Jesús Martí Ballester  

PREAMBULO  

En la preparación inmediata  del Gran Jubileo con motivo del 2000  cumpleaños de Jesús, nacido de María Virgen, quiero mi felicitación con este POEMA que, aunque lo escribí cuando era seminarista, a los veinte años, lo veo granado y me emociona podérselo dedicar a la Mujer que aceptó que naciera, como pimpollo de canela, de sus entrañas maternales y virginales, como una delicada flor de pascua, en la fiesta de este año final del milenio y ante la inmediata proclamación del GRAN JUBILEO DEL año 2000. La poesía es un anhelo humano, un esfuerzo amoroso de acercarse al misterio. Rilke  dejó escrito, que la poesía es "la cantidad de misterio que el hombre puede soportar". Queriendo bucear en el  privilegio de la Concepción Inmaculada de María, el gran buscador de Dios que es el hombre, siente que desahoga  su inquietud en esta tierra. Con este esfuerzo del POEMA,  quiero unirme, e INVITAR a  que lo hagan conmigo todos los lectores, a la mente lúcida y al gran  corazón del Santo Padre Juan Pablo II, a quien Dios nos guarde, como testigo del amor de Dios, en la obediencia de la fe a Cristo y a su Madre, cuyas palabras de la Bula "Incarnationis Mysterium", transcribo:

"La alegría jubilar no sería completa si la mirada no se dirigiese a aquélla que, obedeciendo totalmente al Padre, engendró para nosotros en la carne al Hijo de Dios. En Belén a María "se le cumplieron los días del alumbramiento" (Lc 2, 6), y llena del Espíritu Santo dio a luz al Primogénito de la nueva creación. Llamada a ser la Madre de Dios, María vivió plenamente su maternidad desde el día de la concepción virginal, culminándola en el Calvario a los pies de la Cruz. Allí, por un don admirable de Cristo, se convirtió también en Madre de la Iglesia, indicando a todos el camino que conduce al Hijo.  

            Mujer del silencio y de la escucha, dócil en las manos del Padre, la Virgen María es invocada por todas las generaciones como "dichosa", porque supo reconocer las maravillas que el Espíritu Santo realizó en ella. Nunca se cansarán los pueblos de invocar a la Madre de la misericordia, bajo cuya protección encontrarán siempre refugio. Que ella, que con su hijo Jesús y su esposo José peregrinó hacia el templo santo de Dios, proteja el camino de

 todos los peregrinos en este año jubilar. Que interceda con especial intensidad en favor del pueblo cristiano durante los próximos meses, para que obtenga la abundancia de gracia y

 misericordia, a la vez que se alegra por los dos mil años transcurridos desde el nacimiento de su Salvador".

 

 

                                    ESCENA PRIMERA

 

 

    OTEANDO EL MISTERIO

 

Caída del género humano.

Promesa de la Inmaculada

 

(Mientras el piano preludia, declama el...)

 

 

LOCUTOR:

 

Amanecer exultante,

gozoso,

de la joven creación...

Bosques y bosques y bosques

de palmeras,

estrellas verdes

en extática oración...

Amanecer jubiloso,

amanecer:

Vergel florido

el mundo, recién salido

de las manos de Dios,

es alabastrón de nardo

es... una gigante flor.

Amanecer…

Naturaleza escancía     

flores y frutos y miel;

es como una cornucopia          

que brindando está el placer;

 inusitada patena

 en ofertorio de Edén

que, sagaz, incita a Eva

 a desobedecer...

 

(Pausa.)

 

La fruta mordida...

el sol se oculta de pena

 y los ángeles apagan en los cielos

las estrellas

 

 

(Transición musical repentina, que cambia las negruras de la escena, trocándolas en luces de alborada.)

 

Cuando todas fueron idas

Dios encendió una más bella

y sus pétalos de fuego

dibujaron en la tierra

el emblema de una madre,

de una Virgen, de una Reina,

azucena de pétalos blancos,

de perfume que embelesa

azucena que derrota la serpiente,

 azucena,

¡ Qué purísima azucena!

 

(Una voz dice entre bastidores, sobre fondo

musical: "Pongo perpetua enemistad entre ti y la mujer; y entre tu linaje y el suyo; éste te aplastará la cabeza”). (Gén, 3, 15) (Termina el piano y el locutor anuncia la

 

 

 

ESCENA SEGUNDA

 

 

AVE GRATIA PLENA

 

(El piano suena como cantarían los ángeles en Nazaret. Recita el...)

 

Locutor:

 

Nazaret…

Una cascada

De estrellas rutilantes

Sobre la mansión de la desposada…

Un concierto

de cítaras y cítaras…

Un Arcángel...

Unas palabras…

Dios te salve, Ave María, Gratia Plena...

Batir de alas…

Campanitas de cristal en la ventana...

Y en un búcaro una rosa...

Y en sus pétalos escrito:

“INMACULADA”.

 

(Mientras se retira el locutor, la Schola canta el Ave maría, como remembranza sublime del verbo del Arcángel).

 

 

ESCENA TERCERA

 

 

(Al alzarse el telón, aparecen en. escena, al son marcial del himno regional de Valencia, el Rector de la Universidad y el Obispo Canubio, de Segorbe. El Rector besa el anillo del Prelado.)

 

 

Rector:

 

Beso el anillo

pastoral de Vuecencia.

 

Obispo:

 

¿ Sois Vos, acaso, el Rector

de la Universidad de Valencia?

 

Rector:

 

Sí tal... ¡Y a fe que somos hermanos

en ansias y en ideal!…

 

Obispo:

 

Lo sé. Vuestra espada se ha posado,

 humilde, sobre el altar.

Habéis sido los primeros,

valencianos, en jurar

defender el dogma santo

de María concebida

sin pecado original.

¡ Bien hayan los hombres bravos!

(Le abraza.)

¿Jurasteis? Pues, ¡a luchar!...

Que vuestra tierra bendita,

bendita de Dios será...

Inmaculada es María

lo jurasteis proclamar.

Vuestro cielo azul lo dice

y lo cantan… vuestro mar,

vuestra brisa y vuestras flores,

vuestro impoluto azahar...

y los cientos de campanas,

con sus voces de cristal

a los cuatro vientos cantan

el mismísimo cantar,

la mismísima sonata,

sonoroso ritornello celestial:

Que María es concebida

sin pecado original.

Y por eso vuestra Madre,

la que vosotros llamáis

perla dorada del Turia,

“Mare dels Desamparats”,

tan a su gusto se halla

en vuestra bella ciudad

que, por profesar a Dios

y a su Madre lealtad,

dos eles lleva en su escudo

la doblemente leal.

Valencia la bien amada,

Valencia la señorial...

 

RECTOR:

¡ Qué bien habláis, gran Obispo!

¡ Qué buen Obispo será

el que de Santa María

tan enamorado está!

¿Qué haréis vos, el día grande

en que Roma dictará

la Concepción de María

sin pecado original?

Yo pienso sembrar las calles

de blanquísimo azahar,

y lanzaré mis campanas

por los aires a volar,

y el Miguelete gallardo

será un exvoto filial.

Y vos ¿ Qué pensáis hacer,

 gran Obispo, en día tal?

 

Obispo:

 

Yo seré el humilde heraldo

de tan fausta novedad.

Y saldré por las mis calles

de la mi noble ciudad

y gritaré enamorado,

lleno de felicidad:

"Es María concebida sin pecado original”.

 

(Los primeros acordes del Himno Nacional

dan la bienvenida a España, que aparece, gallarda, en escena.)

 

ESPAÑA:

 

Os escuchaba...

Y me siento orgullosa...

¡ Es tan dulce, tan grato ser madre

de hijos tales que la honran!

Soy España...

Soy un trozo de tierra

escogido por el dedo de Dios,

quien, todo luz y armonía,

con cantiles de rocas y guirnaldas de espumas,

demarcando un pedazo del planeta, decía...

 “Esta huerta de flores que yo tomo por mía,

será España, señora

de la tarde y la aurora

de la paz y la guerra;

hija buena y fecunda

que tendrá desde ahora

una estrella en los cielos

y un camino en la tierra.

Soy España... Mas no siempre fui buena...

 

(Termina la Marcha Real y comienza el himno del Pilar.)

 

 

Aún recuerdo...

y el recuerdo

de nostalgia me llena...

 

Era una noche toda luz...

María, con sus huellas

desflecaba las fimbrias de las aguas

del Ebro en la ribera...

Y allí, amados hijos,

como el non plus ultra

del amor maternal de María,

 un Pilar quedó en la tierra.

 

Soy España...

Y cuando beso,

son mis besos más robustos que la piedra.

 

¡ Dígalo el Pilar Sagrado!

¡ Hable la columna enhiesta!

Soy España...

¡Qué orgullosa me siento

de que cantéis a porfía,

hasta enronquecer,

las glorias de nuestra Santa María!…

 

Yo tengo en mis lomos cientos

de ermitas y de capillas

y mi gesto es un alarde

de la protección divina;

por eso mis flechas son

cinco rosas sin espinas

que en el corazón de Dios

 hornaguean cual caricias.

 

¡ Proclamadla INMACULADA

Tú, Segorbe, y tú,

Valencia, mi hija,

en nombre de aquesta tierra,

que tanto huele a Maria,

y tejedle una guirnalda,

guirnalda de siemprevivas

 que compendie los cantares

 de aquesta tierra bendita.

 

 

 

ESCENA CUARTA

 

 

Perfil de Fray Juan Duns Escoto, franciscano, llamado el Doctor Sutil.

 

(Mientras el piano acompaña, recita el...)

 

 

LOCUTOR:

Humilde...

Sencillo...

Hijo fiel del pobrecillo

Crucificado de Asís,

el de los pétalos ígneos,

estigmas de Serafín,

el que llevando en su alma

torrentera de jazmín

en su carne inmaculada

estalló, con gozo, al fin.

Digno padre de tal hijo,

el sin par Doctor Sutil,

adalid de la Purísima.

 

Dulce Francisco de Asís,

¡Norabuena al roble santo

que germinó tan gentil!

 

(Cesa el piano.)

 

En París...

El aula rebosa...

La gente ya ansiosa espera al Doctor...

Fray Juan ha llegado.

—En el nombre del Padre y del Hijo

 y del Espíritu Santo.

Dígnate que yo te alabe,

Virgen Sagrada— ha rezado.

 

La gente se pasma...

 ¡Milagro, milagro!

Una imagen de la Virgen

 su cabeza ha inclinado

 mientras rezaba Fray Juan.

 

“Dignare me” —ha repetido

Escoto, y al continuar,

quédase la sala muda,

muda ante prodigio tal...

Y Fray Juan Escoto llora

viendo a María inclinar

su cabeza, y ha jurado

 esa cabeza nimbar

de rosicleres divinos.

 El misterio estudiará.

 

¡Quién sabe si Duns Escoto

la cabeza aplastará

de los que acérrimos luchan

 contra el Dogma Marial!

 

 

 

ESCENA QUINTA

 

 

(Se abre la escena y aparecen Fray Generoso, dominico, y Hernán Gómez, clérigo. Acaban de escuchar, en el aula, la lección del Doctor Sutil.)

 

 

HERNAN GOMEZ:

 

¿ Qué os pareció,

Fray Generoso, el Doctor?

 

FRAY GENEROSO:

 

Es mucho hombre Fray Juan.

Tiene mucho corazón.

Pero a mí no me convence.

Quizá lleve su razón

en la distinctio formalis;

en la hecceidad también soy

de su parte; pero opino

que en el dogma flojeó...

 

H. GóMEZ:

 

Como vos opino yo.

Desmenuza las cuestiones

demasiado, a mí entender;

aquello no son razones,

pues a fuerza de extender

sutilísimos distingos,

 intercepta el entender.

 

FRAY Generoso:

 

¿ Oísteis bien el argumento

con que quiso demostrar

que la dilección de Dios

ha sido causa final

de la Encarnación? Quizás

 a ti te convenciera con aquella razón, mas

muy duro se me hace

el tener que comulgar

con esa tesis tan suya

del Pecado Original.

 

H. Gómez:

 

En efecto, Cristo vino

a redimir al mortal

y, si María escapó

del contagio general,

a Cristo le resta gloria.

Su Redención no es total.

 

(Telón.)

 

 

 

ESCENA SEXTA

 

 

(Celda de Duns Escato. Libros en su mesa. Un Crucifijo. En la pared, una Inmaculada. A sus pies está orando el fraile. Permanece en silencio y en esta actitud unos momentos. Se levanta, hace reverencia a la Virgen. Siéntase a su mesa. Hojea unos libros. Vuelto a la Inmaculada, le dice:)

 

 

ESCOTO:

 

Te defendí con tesón.

Yo vislumbro una sonrisa en tus labios,

Madre Purísima,

Inmaculada

Concepción...

 

¿Te gusta que te defienda?

Fortalece mi cabeza, Madre mía,

Silla santa

de la Sabiduría.

Yo lucharé si me das

mirada aquilina

 

(Transición. Al púb1ico.)

 

Erase una vez un médico

famoso;

excelente cirujano.

Cayóse su hijito

en un barranco escarpado.

¡ Qué compasión y qué lástima

causaba el muchacho!

Herido, maltrecho,

como muerto, magullado,

pero el padre

era padre y cirujano.

Y cabeza y corazón

fueron para su muchacho

y le redimió solicito,

dando vida

a su hijo lastimado.

Y fue su padre dos veces...

Cuando nació y al sanarlo.

 

 

 

 

Erase otro médico,

como el primero,

exquisito cirujano,

Un hijo tenía

juguetón y vivaracho.

Corría éste un día

y jugueteaba

por la orilla de un río profundo

por la orilla de un cauce inhumano

do habían caído,

con final muy trágico,

cuantos hombres habían venido

cuantos hombres habían pasado.

Las aguas esperan al niño;

sus fauces abiertas

ansían tragarlo,

¿qué será del niño?,

¿ qué será del pobre,

infeliz muchacho?

¿Caerá en el río?

¿ Morirá ahogado?

 

Su padre que llega.

¡ Pobre infortunado!

¡Su hijo! ¡Su hijo!

Un momento.., y será despeñado...

 

El padre se lanza

rapidísimo, nervioso, como un rayo...

 

En sus brazos paternales,

todo enamorado,

estrecha ardoroso

al hijo salvado.

 

Así fue salva María

 y concebida sin pecado,

porque Dios,

al destinarla para Madre de su Verbo,

estrechándola en sus brazos,

 por los méritos previstos de su Hijo,

preservóla de pagar tributo humano.

 

(Dirigido a María.)

 

Así lo cree Duns Escoto.

Así lo defiende osado.

Por esto se me persigue

 y en público y en privado

mis doctrinas redentoras

atacan algunos sabios...

 

Fortalece mi cabeza, Madre mía,

Silla santa

de la Sabiduría.

Fortalece mi cabeza

que contemple tu sonrisa, Madre mía

 y, con mirada aquilina,

 

(Como que se duerme sobre los libros. Una pausa.

 

El piano interpreta finamente, delicadamente, el Ave María, de Gounod, y Duns Escoto comienzo a decir, como en sueños, extático:)

 

¡ Estrellas! ¡ Estrellas!

Rosas blancas...

¡Oh! ¡ cuántas estrellas!

 Manojos de nardos

 a la Virgen bella...

fulgídisima entre estrellas...

Maria sin mancha,

Maria es el tallo,

Jesús es la flor...

¡Qué hermosísima azucena!

Si era Dios y crearla no pudo, no es Dios.

Si era Hijo y crearla no quiso, no digáis que es hijo.

 

Porque era Dios y porque fue su Madre

la quiso sin mancha.

¡Maria es Inmaculada!

Potuit. Decuit. Ergo fecit.

 

¡Resuenen las trompetas!

¡ Atruenen las campanas!

A los cielos azules

remóntense las águilas

y rubriquen armoniosas un nombre:

¡¡INMACULADA!!

 

 

ESCENA SEPTIMA

 

(Mientras el piano acompaña, re cita el...)

LOCUTOR:

 

En Roma, la ciudad papal.

Campanas que rompen el cielo,

 carcajadas de cristal.

Gentes que esperan ansiosas.

La voz de la cristiandad

es un beso arrebatado

a la Reina Celestial..   

Esperan que Roma hable

porque dada la señal,

no habrá boca que no cante:

“Con aplauso general

 sois concebida, María,

 sin pecado original”.

 

El Pontífice va a hablar.

Escuchemos reverentes

y hagamos

composición de lugar:

 

Han cuajado las palomas

su raudo volar...

Las campanas se adormecen

con preludio musical...

Pararon los ríos su curso

con fe sin igual

y el mundo cristiano,    

como un girasol, -

ardiendo esperaba,      

gozoso anhelaba

el broche final.

Y el Papa llorando

gozoso saboreando

la frase trascendental

con su palabra infalible,

modulada por su voz pontifical,

definió.., escuchemos sus palabras,

que declaran a Maria

sin pecado original:

 

(El piano preludia el himno de las trompetas de plata del Vaticano).

 

Para honor de la Santa e Indivisible Trinidad, para honor y decoro de la Virgen Madre, para exaltación de la fe católica y aumento de la cristiana religión, por la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de. los, bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y por la nuestra,

—Declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina que afirma que la bienaventurada Virgen María  fue preservada y totalmente exenta de la mancha del pecado original desde el primer instante de su concepción, por un privilegio y gracia singular de Dios omnipotente y en vista de los méritos de Jesucristo, salvador del género humano, es una doctrina revelada, y por consiguiente, debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles.

(Bula lneffabilis Deus, 8 diciembre 1854. Pío IX.)

 

¡ Resuenan las trompetas!

¡Atruenan las campanas!

¡ Ya lloran los cristianos

felicísimas lágrimas!

A los cielos azules

remóntanse las águilas

y rubrican armoniosas un nombre:

¡¡ INMACULADA!!