Ha llegado nuestra liberación 

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

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1.- A los pastores que velaban por la noche sus rebaños, se les presentó un ángel del Señor, y «les anunció la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy en la ciudad de David, os ha nacido un salvador: el Mesías, el Señor» Apareció enseguida una legión de ángeles que alababa a Dios: «Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres a quienes Dios ama» (Lucas 2,1. Cantan los ángeles porque hoy es día de gloria en el cielo y el día grande para los hombres, porque hoy Dios se ha desposado con la humanidad en un niño recién nacido a quien su madre contempla y abraza, canta, ríe, llora, adora. Anonadada por ver a su hijo en sus brazos, le rodea con el amor más puro, encendido y tierno que cabe en este mundo con los ojos arrasados en lágrimas de dicha.

2.- Ahora sí que «ha aparecido con claridad la bondad de Dios y su amor al hombre que trae la salvación a todos los hombres» (Tito 2,11). Dios es amor y el amor desea, quiere, busca y consigue el bien del que ama. Dios nos manifiesta su amor infinito en un niño chiquito. «Dios ha derramado copiosamente el Espíritu Santo sobre nosotros por medio de Jesucristo, nuestro Salvador» (Tit 3,6). Ha sido una lluvia torrencial de amor y de misericordia para limpiarnos de nuestros pecados. «Ya somos herederos de la vida eterna en esperanza» (Tit 3,7). «Él nos pastoreará con el poder de Yavé». Ya no somos «ciudad abandonada». Hemos sido buscados por Dios por medio de un Niño, que es su Hijo muy amado, a quien hoy ha engendrado (Isaías 62,11).

3. - «Hoy ha brillado una luz sobre nosotros, porque nos ha nacido el Señor. Ha amanecido la luz y la alegría para los rectos de corazón» (Salmo 96). Salieron corriendo los pastores después de oír al ángel, que les había anunciado la gran alegría, que sería también para todo el pueblo: «Encontraréis un niño envuelto en pañales reclinado en un pesebre» (Lucas 2,11 ). Corrían los pastores transfigurados, «envueltos en la claridad de la gloria del Señor», con una felicidad y alegría interior que nunca habían experimentado. «Y encontraron a María, a José y al Niño acostado en un pesebre» (Lucas 2,16). En la gruta oscura ha nacido Dios. En su ciudad él es el Cordero que la ilumina. En la cueva de Belén sólo unas luces rústicas y primitivas apenas consiguen dejar la estancia en penumbra. Pero allí está Dios. Dios que se ha abajado hasta el polvo y el estiércol. Siendo el Camino, no puede andar. Siendo la Verdad, no puede hablar. Siendo la Vida, tiene que recibirla de los pechos de una mujer, María, la bienamada, la llena de gracia, sumergida en el misterio viendo cómo chupa a sus pechos dulces, su leche materna.

5. - Los pastores traen sus regalos y miran absortos. No habían sentido nunca un gozo tan interior y profundo. Nunca han estado tan cerca de Dios, aunque no lo saben, y no quieren perderse la contemplación de aquella maravilla, María les deja que acaricien aquella carita capullo de rosa. Jamás podrán olvidar lo que tienen la suerte de estar viendo. Quedarán marcados toda la vida. Contaban a María y a José lo que los ángeles les habían dicho del Niño, y María se llenaba de asombro y de alegría, y sonreía escuchándoles. «Y María conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón» (Lucas 2,19).

6.- Dios nos ha amado tanto que se ha hecho tan pequeño. Dios se ha eclipsado en un bebé. Ya no es la zarza que arde..., ni el Sinaí llameante entre el resonar de truenos. Es como si el sol entero se hubiera encerrado en una bombillita. El amor de Dios se ha manifestado más en Belén que en la cruz, porque hay mayor distancia de Dios a hombre, que de hombre a muerto. «Si Dios se ha hecho hombre, ser hombre es lo más importante que se puede ser» (Ortega). Si Dios se ha hecho hombre, ser hombre ha sido incrementado. «Cuando Cristo apareció en brazos de su madre revolucionó al mundo» (Teilhard de Chardin).

Hagamos posible que cuantos celebran la Navidad la comprendan. Para ello, en vez de hacer ternurismo, hagamos teología navideña. No hagamos tópicos más o menos fervorosos. Ni consideremos al hombre como un «superman» casi Dios. Sino consideremos su creaturidad y precariedad, elevada por el amor divino a su propio nivel.

7. - «Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído». Como ellos, nosotros bendigamos y glorifiquemos a la santa Trinidad que ha querido enviarnos a Jesús, Verbo divino encarnado, para hacer su morada entre los hombres, para salvarlos. La salvación ya está en marcha. Abramos nuestro corazón para que la Navidad se prolongue durante toda nuestra peregrinación por esta tierra. Jesús, en seguida, vivo sobre el altar. Venid, adoremos.