Discurso sobre la Suma Teológica de Santo Tomas de Aquino

El Sacramento del Bautismo

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

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La comunidad humana no es un contrato libre de individuos dueños de sí mismos como quiere Rousseau, sino que está enraizada en la naturaleza social del hombre. La búsqueda de la adecuada forma de comunidad es para el hombre al mismo tiempo una búsqueda de su propia realización personal. Esto conduce ya en los pueblos primitivos a los llamados ritos de iniciación, por los cuales los individuos se insertan en la comunidad tribal, y los adolescentes en la comunidad de los adultos, ritos de pubertad, ritos tribales. Lo esencial de estos ritos se saca al niño de la familia y juntamente con los demás bajo la dirección de los adultos, realiza en solitario duras pruebas de confirmación, que en los pueblos primitivos presentan algunas aberraciones, como luchas, seccionamiento de venas, mutilacjones, etc. A estos ritos van unidas alteraciones simbólicas, como la circuncisión, corte del cabello, cambio de vestido o del nombre, etc. A continuación viene un periodo prolongado de prueba y de confirmación o catecumenado. Como última etapa sigue la acogida en la tribu como ciudadano de pleno derecho, el retorno a la familia, no ya como niños, sino como miembros de la estirpe con igualdad de derechos.

 

Aún cuando la Iglesia rechazó las diversas desviaciones y corrupciones de la cultura pagana, sin embargo ya desde el principio aceptó varios elementos de los ritos de iniciación en el desarrollo de la liturgia del bautismo. La Constitución sobre la liturgia del Concilio Vaticano II subraya que en los países de misión, además de los elementos de la iniciación contenidos en la tradición cristiana, pueden admitirse también los que se encuentren en uso en cada pueblo, mientras puedan acomodarse al rito cristiano. Como precedentes del bautismo fuera de la religión revelada entran en consideradón sobre todo las abluciones rituales y los ritos de iniciación en los misterios.

 

Las abluciones del culto judío fueron adquiriendo progresivamente el sentido de acciones cultuales, como rito de iniciación que designa y produce la pertenencia al pueblo elegido de Dios y la participación en la benevolencia de Yahvé, recibió de Dios Abraham la circucisión. "Ésta es mi alianza que habréis guardar, entre mi y vosotros, y tu posteridad después de ti: todo varón de entre vosotros será circuncidado. Circuncidaréis la carne de vuestro prepucio, y será ésta la señal de alianza entre mí y vosotros. A los ocho días de nacido, todo varón de entre vosotros será circuncidado a lo largo de vuestras generaciones, tanto el nacido en casa como el comprado con dinero" (Gen 17, 10. Después del exilio se subraya el sentido moral y religioso de este rito como circuncisión del corazón y los oídos (Lev 26, 41). La circuncisión es para Pablo el modelo del bautismo y así escribe: "En Cristo fuisteis circuncidados por la circuncisión; sepultados juntamente con él en el bautismo (Col 2,11 ).

 

EL BAUTISMO DE JUAN

   El bautismo de Juan era un rito de iniciación bajo formas nuevas. Tiene su modelo tanto en los ritos bautismales de los esenios del Qumrán, que acogía mediante este bautismo a los nuevos miembros en su alianza religiosa, determinada por la idea escatológica. El bautismo de Juan es bautismo de penitencia en orden al perdón de los pecados y por ello exige frutos dignos de penitencia (Mt 3,8). Es preparación para el futuro reino de Dios y a la vez una referencia al bautismo por «el Espíritu y el fuego», que Cristo nos proporcionará (Lc 3, 16). El bautismo por tanto es conferido también a los judíos ya circuncidados y sólo se recibe una vez. Tertuliano considera el bautismo de penitencia de Juan como la acción anticipada del bautismo y santificación auténticas en Cristo. El concilio de Trento formula: "el que diga que el bautismo de Juan tiene el mismo efecto de grada que el bautismo de Cristo, sea anatema" (D 857).

EL BAUTISMO DE JESÚS.

Jesús se hace bautizar por Juan (Mc 3,13) para que se cumpla toda justicia (Mt 3,15), porque Cristo ha tomado sobre sí (Jn 1,29) los pecados del mundo como cordero de Dios (lb Jn 19,36). Al mismo tiempo Juan pedirá en la revelación de después del bautismo de Jesús la prometida claridad acerca del Mesías (Jn 1,31). El bautismo cristiano ha de estar configurado y preparado en el bautismo de Cristo. El bautismo que los apóstoles confirieron siguiendo el bautismo de Juan, era igualmente, contra la opinión de san Agustín y de santo Tomás, un mero bautismo de penitencia, como el bautismo del Precursor. Si el bautismo en el Jordán ha de considerarse como base radical del bautismo cristiano instituido por él después de la muerte y resurrección, esta revelación de Dios con motivo del bautismo de Jesús, es de gran importancia también para entender el sentido del bautismo cristiano.

 La Iglesia es el cumplimiento del antiguo püeblo de Dios y como aquél, tiene también su propio rito de iniciación, que consiste en el bautismo ordenado y fundado por Cristo, como resulta del primer sermón de san Pedro en la fiesta de Pentecostés, donde a la pregunta del pueblo, "¿hermanos, qué hemos de hacer?", da la respuesta: "Convertíos, y que cada uno de vosotros se bautice en el nombre de Jesucristo para remisión de vuestros pecados y recibiréis el don del Espíritu Santo" (Hch 2,38). La comunidad primitiva confirió el bautismo desde el comienzo, y sin excepción y en forma obligatoria, como lo muestra la narración de los Hechos de los Apóstoles (2,41), en la fiesta de Pentecostés: (8,12); Felipe en Samaría (836); el etíope, (9,18); Pablo, (10,47); Comelio por medio de Pedro (19,5); los discípulos de Juan en Éfeso. Y esto ya desde el siglo III, según consta por las Catequesis mistagógica de de San Cirilo de Jerusalén.

 

EL BAUTISMO FUE INSTITUIDO POR JESUCRISTO

Ésta es la doctrina de la revelación, subrayado en Trento (D 844 - DS 1601) y en el decreto Lamentabili (1907). La predicación de Jesús en los sinópticos menciona como condiciones para la entrada en el reino de Dios únicamente la conversión y la fe. Sólo del resucitado se narra (Mt 28, 19) que en su mandato misional, que es la base de su fundación de la Iglesia, ordenó bautizar en el nombre del Padre y del Hlio y del Espíritu Santo. Juan nos informa acerca de la conversación nocturna del fariseo Nicodemo con Cristo, en la que éste explica como condición para la entrada en el reino de Dios: "Quien no nace de agua y de espíritu, no puede entrar en el remo de Dios” (Jn 3,3). En la siguiente narración sobre el bautismo que Jesús ordenó administrar a los apóstoles, por lo que éstos disputaron con los discípulos de Juan (Jn 3.22), muestra que con este renacimiento se hace alusión al hecho del bautismo.

 

San Pablo en su carta a Tit 3,5 llama al bautismo "baño regenerador del Espíritu Santo" y explica el bautismo sobre la base de su místíca de Cristo, en el sentido teológico-mistérico (GaI 3,27 en 1ª Cor 12,13 y en Rom 6,2). El bautismo cristiano, prefigurado ya en el bautismo de Juan, fue anunciado por los profetas. Así habla Ez 36,25: "Os rociaré con agua limpia, quedaréis limpios... Os daré un corazón nuevo y pondré en vuestro interior un espíritu nuevo; quitaré de vuestro cuerpo el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Pondré mi espíritu en vuestro interior y haré que procedáis según mis leyes... Residiréis en el país que di a vuestros padres y seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios". De forma similar dice Zac 13, 1: “En aquel día habrá una fuente abierta para los habitantes de Jerusalén contra el pecado y la inmundicia”. En la época de Jesús era convicción  general que el bautismo del perdón de los pecados debería ser proporcionado por el Mesías, por lo que los enviados de los fariseos preguntan a Juan el Bautista (Jn 1,25): "'Entonces ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías...?"

 

El carácter de iniciación y el efecto de remisión de los pecados por el bautismo resulta visible en la tipologfa Adán = Mesías conocida ya por el judaísmo en tiempos de Jesús: "el primer Adán terreno es figura del segundo Adán celestial, Cristo (1 Cor 15,45). Como el primer Adán condujo a la humanidad al pecado, así el segundo Adán ha proporcionado la salvación a todos (Rom 5,12). Cristo trae por ello la nueva creación (2 Cor 5,17), él es el primogénito de toda la creación (Col 1,15), y cada uno de los hombres debe despojarse del hombre viejo (Adán) y vestir el hombre nuevo (Cristo) (Col 3,9). Aquí resulta con claridad el sentido histórico-salvífico del bautismo como rito de iniciación cristiana.

 

En la edad media sobre todo, surgió una controversia sobre cuándo y como instituyó Cristo el sacramento del bautismo, y hay diversas oplniones: Según San Bernardo de Claraval. Estius y otros, en la conversación con Nicodemo (Jn 3,1). Según San Gregorio Magno, San Agustín, el seudo-Dionisio Areopagita, Pedro Lombardo, Santo Tomás de Aquíno y el Catecismo romano, Jesús instituyó el bautismo en su propio Bautismo. Aquí, según la doctrina de estos teólogos, Cristo santificó el agua, aquí se manifestó la Trinidad, en cuyo nombre se confiere el bautismo. La mayor parte de los teólogos ven la institución del bautismo en el mandato de bautizar dentro del envío misional después de la resurrección del Señor (Mt 28,19). Así lo afirma Tertuliano: “Nuestra muerte sólo pudo borrarse por la pasión del Señor, nuestra vida no se ha podido restaurar sin su resurrección. Lo mismo enseñan Juan Crisóstomo, San León Magno y Alejandro de Hales. Hay que preguntarse si el mandato del bautismo no supone la institución del bautismo como fundación de Cristo y hasta qué punto la formulación del mandato misional no es ya teología de la comunidad. San Buenaventura compendia inteligentemente los diferentes momentos: Cristo instituyó el bautismo materialmente en su propio bautismo por Juan. Formalmente en el mandato de bautjzar, efectivamente por su muerte y por la misión del Espíritu Santo, y finalmente en la conversación de Nicodemo, donde muestra su necesidad. Cristo insinuó primeramente el bautismo (Mt 3,13); después lo instituyó (Jn 3,22 y finalmente lo ordenó (Jn 19.34), que son las tres etapas de desaIlo que siguió en la institución de la eucaristía y en el primado de Pedro.

 

LA FORMACIÓN DE LA IGLESIA COMO EFECTO DEL BAUTISMO

El Bautismo no es sólo la puerta de acceso al reino invisible de la gracia, sino que primariamente es rito de iniciación de la Iglesia, comunidad visible de Cristo en este mundo. Por ello surgen algunos problemas respecto de la irrepetibilidad del bautismo. El acceso al reino invisible de la gracia por medio de la penitencia y la conversión, del perdón de los pecados y de la concesión de la gracia es constantemente posible para el hombre en este mundo, mientras vive. También en la Iglesia como corporación de de derecho civil en su dimensión mundana existe una salida de la iglesia y una nueva aceptación en la misma. La Iglesia que habla la doctrina de la fe, tiene en cuanto realidad natural y sobrenatural, visible e invisible, una estructura sacramental en este mundo, de manera que sólo por medio del sacramento del bautismo puede el hombre ser acogido en ella; y esto en forma tan definitiva que aquel que fue acogido una vez por la recepción del sacramento del bautismo en la Iglesia, ya no se puede separar efectivamente de ella, ya no puede dejar de ser cristiano ante Dios. El sacramento del bautismo como rito de iniciación es eficaz e incorpora a la Iglesia incluso en el caso de que el sujeto adulto del bautismo recibiera este sacramento sin disposición interna, sin voluntad de penitencia y conversión, por razones meramente externas, sociales o incluso totalmente económicas, de manera que el sacramento no pudiera desarrollar en absoluto su efecto de gracia justificante. La Iglesia ha desarrollado en este sentido la doctrina bíblica del seño en la doctrina teológica acerca del carácter indeleble, sello inextinguible. Al igual que una marca de fuego, grabada a fuego una vez en la piel, permanece siempre, así el bautismo sella al neófito como marca del Señor, señal de Cristo, que en cuanto hecho histórico no se puede borrar ya de la historia de ese hombre.

 

De aquí resultan tres afirmaciones importantes: Santo Tomás basa esta unicidad del bautismo (q 66, a 9) en la referencia a la irrepetibilidad del renacer, como es irrepetible el nacimiento (Jn 3,4s), a la unicidad de la muerte de Cristo y de su resurrección con las que une el bautismo (Rom 6,2), a la unicidad del pecado original que se borra sobre todo por el bautismo (Rom 5, 18), así como a la unicidad del carácter sobrenatural.

 

INAUGURACION DE LA MISION DE JESUS

Jesús se despidió de su madre, que ya había notado que su Corazón no estaba en la casa. Y desde Galilea se fue al Jordán para que Juan lo bautizara. Entra en el río sin pecado personal y cargado con los pecados del mundo. Es el Cordero que comienza a purificar a la humanidad, su esposa, para dejada limpia con su sangre: “Mirad a mi siervo a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre El he puesto mi Espíritu" (Is 42,1). "Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre El. Y vino una voz del cielo que decía: “Este es mi Hijo, el amado, mí predilecto" Mateo 3,13. Son dos textos, luminosamente paralelos y coincidentes; 1; “Sobre El he puesto mi Espíritu”, dice Isaías. 2: "El Espíritu bajaba como una paloma y se posaba sobre El", nos relata Mateo. Para Isaías Jesús es: "Mi elegido, a quien prefiero". Para el evangelio: “mi Hijo amado, mi predilecto". Entre Isaías y el evangelio hay otra diferencia: Isaias dice: "Mi siervo". Mateo en su evangelio dice: Éste es "mi Hijo". Se da pues un progreso de Revelación en el Evangelio: El Padre REVELA AL HIJO, que viene a revelar al Padre.

 

 El Siervo de Yahvé viene a realizar la misión trascendental de renovar la alianza de Dios con Israel, repatriar a los exiliados y establecer el espíritu de la verdad en medio de todas las naciones paganas. Para expresado Isaías se sirve de la terminología propia de la creación: "Yo te he formado y te he hecho", dice el Señor del Siervo de Yahvé, según la lectura de Isaías. En el Génesis, en efecto, cuando Dios se díspone a crear al hombre, dice: "Hagamos al hombre" (Gen 1,26). Estamos pues ante la creación del hombre nuevo, réplica del primer hombre. Por tanto, si es creado un hombre nuevo, ahora comienza un Mundo Nuevo, una creación Nueva, un Orden Nuevo, una alianza nueva, sellada con la Sangre derramada en la Cruz., Bautismo de sangre, que el Bautismo en el Jordán está anunciando, y así como en la primera Creación el Espíritu se cernía sobre las aguas (Gén 1,2), en la nueva creación que comienza hoy, el Espíritu se posa sobre Jesús. Todo será nuevo desde ahora. Los ciegos abrirán los ojos a la luz de la revelación del Padre, que les irá descubriendo Jesús, el amado Hijo, nos revelará a sus hermanos, que somos hijos del Padre por adopción, amados en El y herederos por El.

 

Como Rey, en contraste con los de su tiempo, implantará el derecho y la justicia, según Dios y no según los hombres, por encima de los mismos conceptos modernos impregnados de legalismo, ni con las normas y principios socioIógicos, sino a través de una actividad salvífica a todos los niveles. No actuará con modos militares; ni gritará en medio de las plazas. Como Sacerdote, debe exponer lo mismo que el rey debe implantar. Como Profeta debe ser el altavoz del Padre ante todos los pueblos. Por eso Juan confiesa que: "Yo os bautizo con agua. El os bautizará con Espíritu Santo y fuego", que es juicio destructor y transformante. El fuego purificador, que quema el pecado y transforma en Dios. Viene a transformar a los hombres desde dentro, a partir de su interioridad. Va a salvar a cada hombre, reavivando la mecha que está a punto de extinguirse, haciendo la revolución verdadera querida por Dios, por la acción dinámica del Espíritu que le anima, con mansedumbre y humildad transformando a las personas, una a una llegando a lo más intimo de su ser, haciéndolos hijos cada vez más plenos del Padre. Esa es la revolución que Jesús va a comenzar con el Espíritu, la revolución de la santidad, que comienza por sacar a los presos de la cárcel de sus pecados para crear hombres interiores, adoradores de Dios en espíritu y verdad (Jn 4, 24). Creando una caña nueva allí donde hay una resquebrajada, no aplastando, sino sanando y curando.

 

Así actuará Dios por Jesús, por sus sacramentos, por la Iglesia como comunidad salvífica e intercesora y mediadora universal. Ese es el sentido del bautismo de la Iglesia, que nos hace hijos de Dios; y para que lo seamos y porque lo somos comeremos el Pan de la vida. Por eso pudo decir Pedro: "Cuando Juan predica el bautismo, Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, pasó haciendo el bien. Hechos 10,34. "Todo lo ha hecho bien" (Mc 7,37). "Soy yo el que necesito que Tú me bautices", confiesa Juan. "Debemos cumplir lo que Dios quiere!”, responde Jesús. Su obsesión es hacer la voluntad del Padre. Y ese debe ser el programa de todo cristiano.

 

Jesús entró en el Jordán como el Siervo de Yahvé que personaliza a todo el pueblo de Dios. Igual que Moisés al frente del pueblo de Israel entró en el Jordán y lo atravesó para entrar en la tierra prometida, entra Jesús en el Jordán a la cabeza de su pueblo nuevo, para llevarlo a la tierra nueva que mana leche y miel. Jesús entró en el río. Y porque se sumergió en el río nuestro de nuestra vida, el Padre dijo que le amaba porque cumplía su voluntad. Jesús entró en el río para hacer un río nuevo en un mundo nuevo con hombres nuevos, nacidos de las aguas del bautismo.

 

"Apenas se bautizó Jesús, se abrió el cielo, descendió el Espíritu sobre J esús, como una paloma y se posó sobre él. Y el Padre proclamó que es su Hijo Amado". El BautIsmo de Jesús culmina con una teofanía, en un momento imponente y trascendente en el que se manifiesta la Familia Trinitaria presente y actuante. El Padre y el Espíritu Santo presentan las credenciales de Jesús ante Israel y ante el mundo para ampliar la Familia.

 

"El bautismo de Jesús inaugura su misión de Siervo Doliente. Se deja contar entre los pecadores; es ya el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; por amor acepta el bautismo de muerte para la remisión de los pecados. Así mana de El el Espíritu para toda la humanidad, envejecida. Por el agua restaura nuestra naturaleza corrompida y nos viste con su incorruptibilidad. Se abren los cielos, que el pecado de Adán había cerrado. El cristiano se incorpora sacramentalmente a Cristo por el bautismo, que anticipa su muerte y su resurrección. Debemos entrar en este misterio de rebajamiento humilde y de arrepentimiento, descender al agua con Jesús para subir con El; renacer del agua y del Espíritu en hijos amados del Padre y vivir una vida nueva" (CEC). Vida nueva que el mismo Cristo alimenta y robustece con su Pan y Vino, sacramento para la vida del mundo. "La voz del Señor que se oye sobre las aguas torrenciales, es potente y magnífica y descorteza las selvas" Salmo 28, destruye las cortezas de las selvas de nuestros pecados.

 

Aunque Dios no ha limitado su fuerza salvífica infinita a la acción sacramental, y puede santificar al pecador por los caminos que a El le plazca, ha determinado por Jesucristo el camino ordinario de regeneración por el sacramento del Bautismo, que viene a ser a la vida cristiana lo que el nacimiento a la vida humana: la puerta de la vida, y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos, "por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos participes de su misión. (Concilio de Florencia, CIC 204, 1) O, como dice el Catecismo Romano: "El Bautismo es el sacramento del nuevo nacimiento por el agua y la palabra". Santo Tomás, siguiendo a San Agustín, afirma que el Bautismo fue instituido por Cristo cuando entró en el Jordán para ser bautizado por San Juan.

 

El Bautismo fue promulgado por Cristo en la misión de los Apóstoles: "Id y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo". En el Jordán Jesús se anonadó y llevó consigo a toda la humanidad pecadora, haciéndose El mismo pecado, para engendrarla para Dios, y el Espíritu que en la creación primera se cernía sobre las aguas, descendió también sobre Cristo, origen de la nueva creación.

 

La materia del Bautismo es la ablución en la que el hombre participa en la muerte de Cristo, con El es sepultado y con él resucita. "Cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte, sepultados junto con él por el bautismo en la muerte, para que resucitando de entre los muertos como Cristo por medio de la gloria del Padre, vivamos una vida nueva", dice San Pablo en su carta a los Romanos (Rm 6).

 

"El Bautismo es el más bello de los dones de Dios: don, gracia, unción, iluminación, vestido de incorruptibilidad, baño de regeneracíón, selo y todo lo más precioso que hay. Don, porque se confiere a los que no aportan nada; gracia, porque se da incluso a los culpables; bautismo, porque el pecado es sepultado en el agua; unción, porque los ungidos son sagrados y regios; ilumínación, porque es luz resplandeciente; vestidura, porque cubre nuestra vergüenza; baño, porque lava; sello, porque nos guarda y és él signo de la soberanía de Dios" dice San Gregorio Nacianceno” (CIC 1216).

 

El Bautismo es el primer sacramento que imprime carácter indeleble, sello que permanecerá eternamente para gloria o para ignominia de los que se condenen. Igual que por el hecho de haber sido engendrados y haber nacido de nuestros padres, llevamos y llevaremos siempre la naturaleza humana que ellos nos han transmitido, por haber sido bautizados, permaneceremos perpetuamente hijos de Dios.

Santa Teresa dice que las almas por el bautismo son esposas de Cristo.