Domingo XXV Tiempo Ordinario, Ciclo C

Ganaos amigos con el dinero

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

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1. Al comienzo de la misa hemos oído al Señor que nos dice: "Yo soy la salvación del pueblo". En la comunión oiremos a Jesús: "Yo soy el buen pastor" Juan 10,14. Nuestra respuesta a Dios que nos salva en Jesús, extendiendo sus brazos en la cruz, ha de ser la de una gran fidelidad en el cumplimiento del amor a Dios y a los hombres hermanos. 

2. El profeta Amós alza el látigo de una valiente y minuciosa denuncia de injusticias sociales, que sólo en la forma desentona con la actualidad, pero el fondo es idéntico: afán desenfrenado de dinero, y corazón de piedra ante la miseria de los pobres. Es tan insaciable la ambición de los poderosos, que ya no celebran las fiestas para honrar al Señor, sino como pesada carga que les pone nerviosos porque les impiden sus negocios. Es el reflejo de la sociedad de consumo que destruye a los hombres avarientos que no se detienen ante las injusticias más repugnantes, devorados por el ansia por lo terreno, por lo económico y material, arriesgándose a sumergirse en los negocios más sucios e ilegales. No se dan cuenta de que creando desamparados que no tienen nada que perder, los están llenando de odio, terreno abonado para todas las insidias, venganzas, odios, revoluciones y terrorismo.

3. Por eso Jesús nos enseña a usar el dinero. El peligroso dinero, del cual desconfía tremendamente, mientras privilegia a quienes no lo tienen: "Dichosos los pobres" (Mt 5,3)... Aunque su desconfianza no recae sobre el mismo dinero, sino sobre la ceguera que el dinero produce.

4. ¿Necesitamos hoy que Jesús nos proponga una parábola sobre la corrupción que engendra el dinero? ¿No tenemos innumerables ejemplos en la vida actual?. No hay día que no salte a las páginas de los periódicos y a las pantallas de la televisión un escándalo de dinero: Sin Dios todo es posible, igual que para Dios todo es posible (Mt 19,26). 

5. Sin Dios... Dice Jesús en la parábola que el hombre rico, cuando oyó las denuncias, destituyó al administrador Lucas 16,1. El hombre rico hizo justicia, despidiendo al administrador derrochador. Hoy se denuncian las corrupciones y las apropiaciones indebidas, (el uso de los eufemismos, como la interrupción del embarazo, ¿cómo no llaman también la interrupción de la respiración al que ahorcan), intenta dulcificar con el nombre la negrura del crimen, a costa de la sangre de los pobres, y no se cesa al administrador. En una sociedad que quiere ignorar a Dios, todo vale. Si no se teme a Dios, tampoco se teme a la historia, en primer lugar porque se la falsea. Ni a la justicia, porque se intenta y se consigue autoamnistiarse. Y tan campantes. Pero Dios no va a callar: "Usáis balanzas con trampa, compráis por dinero al pobre. El Señor jura que no olvidará vuestras acciones", nos ha dicho el profeta Amós 8,4. 

6. “Así son los malvados: siempre seguros, acumulan riquezas” (Sal 72). En cambio, los verdaderos pobres del mundo, los verdaderos pueblos sin despensa y sin historia, las naciones paupérrimas de África y de Asia no alimentan el terrorismo ni entrenan terroristas, sino que ayunan, enferman, sufren, mueren. Los que dirigen la guerra nueva, que es el terrorismo, no son los pueblos pobres y sin historia. Las naciones pobres lo son porque sus dirigentes tiranos se quedan con la parte del león y al pueblo sólo le llegan las migajas. Las naciones donde el terrorismo tiene sus cuevas y campos de entrenamiento y tienen dinero para comprar armas y para preparar costosas operaciones de destrucción y muerte, son aniquiladas. Hay países que un tiempo fueron emporios de riqueza, de cultura y de poder y que hoy podrían vivir con la venta del petróleo y sin embargo viven en la miseria. Damasco, Bagdad, Marruecos dominaron Asia, África y parte de Europa. Sus grandes y bellas mezquitas pueblan el mundo antiguo. Sus bibliotecas y su cultura se extendían por toda la tierra entonces conocida. Los africanos que ahora vienen a España en pateras mortales son pueblos esquilmados por la rapiña de sus jefes. Mientras no haya administradores justos y capaces, por mucha ayuda externa que socorra a los pobres del tercer mundo, es imposible que salgan de la lacra de la miseria, y de la indignidad y que prosperen.

7. El administrador destituido, que nunca ha dado golpe, ¿qué hace? Otra injusticia. Vende favores a costa de su amo, que es una forma de prolongar su administración, de seguir en el poder. Se convierte en un poder en la sombra que sigue manejando todos los hilos. ¡Había conocido todos los secretos y fraguado muchas amistades e intereses!

8. Jesús quiere que los hombres cambiemos de táctica: "Ganaos amigos con el dinero injusto". ¿Qué amigos? Los pobres. "Para que os reciban en las moradas eternas". "No podéis servir a dos amos". "No podéis servir a Dios y al dinero". Quien absolutiza la riqueza se hace enemigo de Dios y de su Reino. Con el dinero se puede hacer mucho bien, en primer lugar, administrarlo bien, sobre todo, cuando no es propio, sino de los administrados, a quienes se ha pedido el sacrificio de los impuestos. 

9. A este respecto, y hace algunos años a raíz del escándalo de Gescartera, escribió Juan Velarde Fuertes, Presidente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas: “Pues bien, hay que decirlo alto y claro. La Iglesia tiene obligación de, con los fondos que administra, obtener las mayores rentas posibles, para dedicaras a sus fines pastorales: tareas caritativas, acciones misioneras, atención pecuniaria de los servidores del culto, desarrollo de los centros de enseñanza. Por tanto, nada de desgarrarse las vestiduras porque estos fondos se inviertan en los mercados financieros. Otra cosa sería estúpido. Dicho esto, es también evidente que se trata de dinero sagrado, esto es, que no es tolerable cometer con él imprudencias, como se ha puesto, por ejemplo, en evidencia más de una vez, y no sólo en el caso de Gescartera, en el que la acumulación de estupideces y de estúpidos asombra. Por ello creo que ha llegado el momento, para la Iglesia española, de crear un Consejo, Comisión, o cosa así, de notables expertos en cuestiones financieras a los que se convoque y que tendrían, a mi juicio, responsabilidad moral grave si no acuden a esa convocatoria para aconsejar a la Jerarquía en estas cuestiones. Con este Consejo o Comisión, no hubiera sido posible que se cayese en el garlito de los pingües beneficios que anuncian, más de una vez, los aventureros y desaprensivos. Simultáneamente la Iglesia debe señalar que la lucha para eliminar la pobreza es su labor, y que centrar la vida en el dinero es reprobable, y que no tiene sentido, como ya sostuvo Aristóteles, identificar el comportamiento racional del hombre con la búsqueda incansable de la riqueza. También que debe apoyar la búsqueda del orden del mercado, como ha sostenido la Escuela de Friburgo tan ligada a esa Universidad Católica alemana, para impedir monopolios. Igualmente, que se debe luchar contra la masificación y que el mercado no debe afectar a nada que suponga restringir la dignidad de la persona humana, o lo que es igual, que el mercado laboral no puede ser libre. Nada de eso quiere decir que se pueda descuidar el que de los activos económicos eclesiásticos sean administrados de modo tal que sean capaces de rendir los mejores resultados materiales posibles. Hay que recordar, con la ciencia económica en la mano, aquello de los Hechos de los Apóstoles: “Oí una voz que me decía: Anda, Pedro: mata y come. Yo respondí: Ni pensarlo, Señor; jamás ha entrado en mi boca nada profano o impuro”. Ayunos de conocimientos de economía; no fue éste el caso de la Escuela de Salamanca, a lo largo del siglo XX se han declarado impuras demasiadas tomas de posición en economía, que han impedido matar y comer cosas que Dios había declarado puras no solo a los miembros individuales del pueblo de Dios, sino a la propia Iglesia”.

10. En segundo lugar, hay que jerarquizar el gasto con justicia y evitar crear parásitos sociales con las subvenciones. En tercer lugar, incentivar el ahorro para educar al pueblo a vivir con austeridad. Pero parece que se siga la política de "detrás de mí el diluvio".

11. Jesús quiere que sus hombres no absoluticen el valor del dinero. Que hagan con él lo mejor que se puede hacer: "ganaos amigos en los pobres", no subvencionándolos para que no tengan necesidad de trabajar, sino colocándolos en la posibilidad de trabajar, para que crezcan y construyan su personalidad trabajando y para que hagan crecer el mundo y su bienestar. No dándoles pan hoy y hambre para mañana, ni dándoles un pez, sino enseñándoles a pescar. 

12. "Si no fuisteis de fiar en el vil dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras?". Hay que ser fieles en lo pequeño =dinero vil, para que se nos confíe lo grande, lo que vale de veras =el Reino.

13. Los pobres son los predilectos del Señor, que sabe "levantar del polvo al desvalido, alzar de la basura al pobre, para sentarlo con los príncipes de su pueblo" Salmo 112.

14. San Pablo quiere que roguemos para que los gobernantes cumplan con sus deberes de justicia social y distributiva: "Hagamos súplicas por los reyes, y por todos los que gobiernan, para que podamos llevar una vida tranquila y apacible con toda piedad y decoro" Timoteo 2,1. ¡Qué necesario es pedir luz del Espíritu Santo para los gobernantes en el momento crítico en que estoy escribiendo, ante una guerra inminente! 

15. La riqueza de Dios ha hecho al hombre plenamente rico al elegirle y perdonarle. Ese amor de Dios y su Reino exigen obras, es decir, una vida que no quede paralizada en un espiritualismo sentimental, sino que sea ofrecida a la comunidad con amor, traducida en obras. El uso de los bienes de fortuna según Cristo, reflejará la acción de Dios en nuestra propia vida. El mensaje de la parábola en la que el "amo felicite al administrador injusto por haber sabido astutamente ganarse amigos", es hacer lo que ha hecho el administrador: ganarse amigos para el mañana eterno entre los pobres, para que nos reciban en las moradas eternas.

16. Entre la doctrina marxista de repartir la riquezas violentamente y el derecho a la propiedad privada, está el principio de que los bienes de este mundo están originariamente destinados a todos (Vaticano II, Gaudium et Spes, Populorum progresio y Sollicitudo rei socialis). La doctrina social de la Iglesia asume una actitud crítica ante el capitalismo liberal y ante el colectivismo marxista, que reprime el derecho de iniciativa económica, y la creatividad del individuo que engendra pasividad, dependencia y sumisión al aparato burocrático, que dispone y decide y coloca a todos en una situación similar a la de obrero-proletario en el sistema capitalista. De donde se deriva la frustración, la desesperación y la despreocupación de la vida nacional y la necesidad de emigrar. 

17. Es también antievangélica la existencia de un primer mundo, y segundo, tercero y hasta cuarto mundo. Que pocos posean mucho y muchos posean poco. La multiplicación o continua sustitución de los objetos que se poseen por otros más perfectos, sin tener en cuenta su posible valor permanente para uno mismo o para otro ser humano más pobre. Si no se ataja la civilización del consumo, o consumismo con tantos deshechos y basuras, ella acabará con nosotros. Es intolerable que una multitud ingente de hombres, mujeres y niños, adultos y ancianos sufran el peso salvaje de la miseria. Hagámonos amigos de ellos, con nuestra preferencia por los pobres.

Con la fuerza de la palabra y del sacramento del Cuerpo de Cristo.