Domingo XXIV Tiempo Ordinario, Ciclo B

Cristo, el Siervo Paciente, la Palabra hecha Hombre

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

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1. "El Señor me ha abierto el oído" Isaías 50,5. Isaías describe al Siervo de Yavé como hombre de la palabra, con la misión de consolar. Para poder cumplirla debe vivir a la escucha, porque no dispone como quiere de las luces vivificantes de la palabra. Con la palabra que recibe el Israel teológico, puede cumplir su misión profética de consolar, confortar al Israel histórico, hoy nosotros, abatido, cansado, inerme, descorazonado y fatigado en el camino de la cruz. Por eso cada mañana necesita recibir la inspiración, la palabra del Señor, como los árboles el agua, las flores el rocío, nuestros cuerpos el alimento, los edificios los cimientos, los sembrados el sol. Si no está a la escucha: ¿cómo dirá? ¿qué dirá? Naturalmente que el Señor puede dirigir la palabra en medio de las circunstancias más diversas, pero es lógico que lo haga mejor en el tiempo de la audiencia y escucha, donde modela enteramente al Siervo: le abre el oído para que oiga la palabra. En una nota del Diario, Santa Faustina Kowalska, recientemente canonizada, afirma que "una palabra de un alma unida a Dios procura más bien a las almas, que elocuentes debates y sermones de un alma imperfecta". Con la energía de la palabra no se resiste y soporta: "yo no me he rebelado, ni me he echado atrás". Con ella puede aceptar el sufrimiento. El Señor le ayuda a sufrir. Y con su ayuda y con el consuelo de sus palabras, el Siervo pasado y el futuro, Cristo y la Iglesia, han tenido y tendrán fuerzas para poder "ofrecer la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba", máxima humillación, porque la barba era símbolo de dignidad social. El Siervo de Yave, Jesús, todo discípulo suyo, no aparta su rostro ante los insultos y la abyección de los salivazos. Y como hombre de carácter manso y fuerte, ofrece su rostro como pedernal. Sabe que completa la pasión de Cristo, que la profecía avanza (Col 1,24). 

2. Con el salmo, el Siervo de Yavé llora su situación: "Me envolvían redes de muerte, me alcanzaron los lazos del abismo, caí en tristeza y angustia". Y alborozado, proclama la liberación de la muerte: "Arrancó mi alma de la muerte, mis ojos de las lágrimas, mis pies de la caída" Salmo 114, anticipando la resurrección de Jesús, que él mismo va a anunciar a sus dicípulos, después de preguntarles:

3. "¿Quién dicen los hombres que soy yo?" Marcos 8,27. La pregunta de Jesús no indica ni ignorancia ni curiosidad. Es un recurso pedagógico introductorio de una instrucción importante a sus discípulos. Catequesis necesaria: porque ellos, hijos de su tiempo, han respirado mesianismo y nacionalismo, ambos terrenos; y porque es el núcleo del evangelio. Después que los discípulos han aportado las distintas corrientes, Jesús les pregunta qué piensan ellos: ¿qué pensáis vosotros de mi? Ellos pensaban bien de él, pero su concepto era inexacto, porque estaban lejos de creerle Dios, y sólo Pedro iluminado por la Revelación del Padre, confiesa:

4. "Tú eres el Mesías". La confesión de Pedro es trascendental. Tanto, que en este momento comienza el Reino, porque el pequeño rebaño reconoce la verdadera identidad del Maestro. Después de esta confesión de Pedro ya en el terreno de la fe, Jesús anuncia el kerigma con toda claridad y crudeza: "El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar a los tres días". Muerte y Resurrección. Hasta ahora, los Apóstoles han seguido a Jesús por el atractivo de su Persona, por sus obras, por su bondad y sencillez y por la confianza y el amor que les demuestra. Hoy comenza para ellos la etapa de la fe, la Iglesia. Y todo estaba profetizado por Isaías, en el anuncio del Siervo de Yavé. 

5. Hoy, como nunca, acecha el peligro de un cristianismo "humanista". Una falta de integración del Evangelio con el Antiguo Testamento ha producido un conocimiento de un Jesús abstracto, que ha dado pie a inventar su figura, por lo que ha podido ser convertido en un personaje sociológico, humanista, romántico y futurista; y a su Iglesia en una institución humana más. "Con una lectura parcial del Concilio se ha hecho una presentación unilateral de la Iglesia como una estructura meramente institucional, privada de su misterio", constató el Sínodo de los Obispos a los 20 años del Concilio. Tal afirmación nos da la clave del desmedulamiento a que se ha llegado en la praxis y en la concepción del hecho cristiano. Como un concepto erróneo nos introduciría en el error; y un concepto inexacto dejaría nuestras vidas flotando a la deriva en el vacío de dudas e incertidumbres, esta homilía intenta dar vigor nuevo racional a la verdad, desarbolando a un tiempo estas concepciones erróneas, de escaso calado teológíco y bíblico.

6. Si a grandes males hay que oponer grandes remedios, la pregunta es si se pone remedio a tanto mal grave. O si al menos, se sabe ver dónde está el remedio. Si se acierta en su diagnóstico. Una predicación con poca solidez doctrinal y sin robustez de fe, que no provoque la conversión del corazón y no construya al hombre interior, y una acción apostólica dañada por el activismo, no serán suficientes. No se puede curar un cáncer con aspirinas. 

7. Los brotes de un cierto neoromanticismo, muy pernicioso; la afirmación del yo, el exclusivismo en el apostolado, la independencia, la proclamación a ultranza de los derechos del hombre, muchas veces contra los de Dios y en pugna con la legislación positiva; la vanidad, la presunción y búsqueda de sí mismo y la ostentación de la propia personalidad y la jactancia, pueden hacer estéril la nueva evangelización.

8. Siempre existe el peligro de deformar al Jesús auténtico, ya por la racha de opiniones favorables a Jesús en libros, canciones, gurus, nuevas sectas, ya por el movimiento de la New Age, o el esoterismo. La innovación y la predicación de un Jesús de Nazaret fácil, producto del sentimiento y de la imaginación, que todo lo tolera y permite; guerrillero unas veces, humanista y permisivo, otras; que ni es el Jesús del Evangelio, ni revela genuinamente al Padre, no será el remedio decisivo. Un Jesús falsificado, el Jesús de la Pascua y no el de la cruz; una separación entre la Pascua y la Cruz, como si la primera fuera la fiesta, y el llanto la segunda, disociables, y no unidas, con ignorancia intolerable y culpable, no trae la Buena Noticia. ¿No dijo Nietzsche: "Si Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, le ha salido bien, porque el hombre ha creado un Dios hecho a su imagen y semejanza también"? Los emperadores se proclamaron dioses hasta nuestros días. Fue necesario que el Japón sufriera la derrota en la segunda guerra mudial para que el emperador Hiro Hito, confesara ante sus súbditos que él no era dios. Pero los hombres siguen idolatrando el dólar y el "pobre" euro, el sexo procaz y el poder, como camino de ambos, haciendo realidad el pronóstico del funesto filósofo. 

8. Todo cristiano ha de participar en la pasión y Muerte de Cristo, para tener parte también en la Resurrección. Porque esto nos resulta duro, no lo queremos, como Pedro, "que se puso a increparlo". 

9. La pregunta sobre el Mesías, es también hoy pregunta fundamental. De la respuesta depende todo: la fe y la praxis coherente, la esperanza y la lucha. Los primeros cristianos de Palestina, los de Roma torturados por Nerón, los caballeros de las Cruzadas, los teólogos de la liberación, pueden discrepar en puntos sustanciales. Y a nadie se le ha concedido patente de corso para crear un Jesús nuevo. El afán debe concentrarse en conocer auténticamente al Mesías de Dios enviado a este mundo. Sólo por el conocimiento del Jesús histórico, sin olvidar el misterio, se puede entrar en la comprensión de su mensaje de salvación. Jesús no es sólo grande sino que es incomparable y único por ser el Mesías de Dios, con una misión que cumplir por el camino de la cruz. La contestación al Documento "Dominus Jesus" reciente, garantiza la realidad de estas afrmaciones. El anuncio de la Pasión pertenece a la esencia del mensaje. Pedro no lo entiende y opone resistencia. Y Jesús responde con la palabra más dura de todo el evangelio. ¡Quitate de mi vista, Satanás! La voz de Pedro es la voz de la razón que no comprende; la de Jesús expresa la sabiduría divina de la cruz.

10. La cruz es el punto de convergencia y la síntesis más perfecta de la Redención, a condición de ser bien entendida. Para san Juan, el momento de la cruz es el glorioso momento de la exaltación; sólo por su muerte vence Jesús a la muerte, sólo a través de ella se llega a la vida (Jn 12,32). Pero la cruz provoca reacciones de rechazo. Por eso ninguna campaña electoral, ni ninguna propaganda de la sociedad de consumo utiliza la cruz como logotipo. Ante las mismas cruces inevitables de la vida se alza la rebeldía y la blasfemia. Freud, protestaba en sus dolores de muerte: «Yo soy ateo y no culpo a nadie; pero mi protesta queda como protesta aunque no encuentre contra quién». El suicidio, la eutanasia, la droga, el nirvana como evasión, son escapatorias ante la realidad de la cruz.

11. Jesús es tajante y firme: Yo tengo que padecer y el que quiera ser discípulo mío ha de entrar por mi camino. Ser discípulo de Jesús es cerrar los oídos a las voces humanas de protesta y aprender la sabiduría divina de la cruz (1 Cor 1,23), que no consiste en dos palos cruzados y vacíos, sino en el esfuerzo por cumplir la voluntad de Dios por amor, abrazados a Cristo crucificado. 

12. No se trata de comparar a Jesús con los grandes de la historia sino de convencerse de que es incomparable y único, y de comprender de quién nos fiamos. Y el que confiesa con Pedro «Tú eres el Hijo de Dios», ha sido objeto de una especial iluminación del Padre. El vacío de Dios y el proceso de secularización occidental no significa desinterés por lo religioso. Religiosidad y modernidad no parecen excluirse. Los nuevos movimientos se apoyan en Jesús, al que reclaman como algo suyo. Pero cuando sólo se ve en él la grandeza humana, puede producir entusiasmos temporales para extinguirse luego como un fuego artificial. Si Jesús no es Hijo de Dios no puede salvar a nadie definitivamente. "No ha sido dado a los hombres otro nombre que pueda salvarlos" (Hch 4,12).

13. "Pensamos como los hombres, no como Dios". Y tentamos a Dios como como Pedro, pidiendo el éxito sin la cruz. En el hombre espontáneamente brota el deseo de afirmación por el poder. Pero Jesús dice: "El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga". El "niéguese" significa: "No me conozco", no me preocupo de mí mismo. Es la expresión de Pablo en su despedida de Efeso: "La vida no tiene importancia para mí" (Hch 20,24). Si no hemos comprendido el misterio de la cruz, podemos pasarnos la vida huyendo de lo duro, de lo sacrificado, que es lo que vale, lo fecundo, lo que fructifica.

14. "Cargar con su cruz" es aceptar con paciencia el camino del Siervo de Yave, que deja que le llenen la cara de salivazos y que le insulten. Su fuerza está en el Señor, de quien recibe cada mañana la inspiración de su palabra, que le permite, no sólo soportar pacientemente, sino sostener al cansado, al escéptico, al abrumado y al desilusionado. "Es necesario dejar detrás de sí el pasado, y una «metánoia» en el sentido profundo del término: un cambio de mente y de vida. El camino que propone Cristo es estrecho, exige sacrificio y entrega total de uno mismo. Es un camino que conoce las espinas de las pruebas y las persecuciones: «Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros» (Jn 15,20). Es un camino que hace misioneros y testigos de la palabra de Cristo, pero que exige que los apóstoles no tomen «nada para el camino, más que un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla» (Mc 6,8).

15. El seguimiento no es un viaje agradable en un camino llano. En un momento de desaliento, Jesús preguntó: «¿También vosotros queréis marcharos?» (Jn 6,67). El riesgo de la traición permanece al acecho para Pedro que, sin embargo, al final seguirá a su Maestro y Señor con el amor más generoso. De hecho, en las orillas del lago de Tiberíades, Pedro hará su profesión de amor: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero». Y Jesús le anunciará «la muerte con que iba a glorificar a Dios», añadiendo dos veces: «¡Sígueme!» (Jn 21,17). El seguimiento se expresa de manera especial en el discípulo amado, que entra en la intimidad con Cristo, recibe el don de la Madre y lo reconoce en la resurrección (Jn 13,23).

16. La meta última del seguimiento es la gloria. El camino es el de la «imitación de Cristo», muerto por amor en la cruz. El discípulo, «debe entrar en Él con todo su ser, debe "apropiarse" y asimilar toda la realidad de la Encarnación y de la Redención para encontrarse a sí mismo» («Redemptor hominis», n.10). Cristo debe entrar en su yo para liberarle de su egoísmo y del orgullo, como dice san Ambrosio: «Que pueda entrar en tu alma, Cristo, que tenga mi morada en tus pensamientos, Jesús, para cerrar todo espacio al pecado en la sagrada tienda de la virtud».

17. La cruz, signo de amor y de entrega total es el emblema del discípulo llamado a configurarse con el Cristo glorioso. Un Padre de la Iglesia de Oriente, poeta inspirado, Romano el Melode, interpela así al discípulo: «Tú posees la cruz como bastón, apoya en ella tu juventud. Llévala en tu oración, llévala a la mesa común, llévala en tu lecho y por doquier como tu título de gloria... Dile a tu esposo que se acaba de unir contigo: me echo a tus pies. Dona, en tu gran misericordia, la paz a tu universo, tu ayuda a tus Iglesias, la atención a los pastores, la concordia al grey para que siempre cantemos nuestra resurrección»" (Himno 52 «A los nuevos bautizados», estrofas 19 y 22) (Juan PabloII).

18. La cruz de Jesús se la preparó su Padre, contando con la mezquindad de los hombres. Su obediencia consistió en seguir estando con los hombres, con todas las consecuencias de haberse sumergido en un mundo de pecado, de envidia, odio, revanchismo, intereses creados, intrigas políticas, celos, represalias, rencores, difamación, juicios falsos, traiciones, afán de dinero, chantages, soberbia, ansia de poder, deseo de que nadie nos haga sombra, de ser los más queridos, los más buscados, los preferidos, los que siempre triunfan, los que ascienden más pronto y más alto. Si Jesús viviera hoy no moriría en la cruz, sino confinado en una cárcel, o asesinado en la plaza de San Pedro, o de un infarto causado por una difamación horrible, o de un ostracismo provocado por el poder. 

19. Lo difícil no es que acepten a Jesús los agentes de cambio y bolsa, sino los técnicos de la ley. Si hubiera estado en manos del Sumo Sacerdote el poder hacer callar a Jesús, ya no hubiera sido necesaria la muerte, porque Jesús no hubiera actuado ni hablado. Con sólo jubilarle, todo arreglado. La voz de San Juan de la Cruz en la Consulta de Doria, era molesta, se le deja sin voz y ya no puede molestar. La historia de la Iglesia está poblada de santos, pero también de simoníacos; de mártires, pero también de verdugos; de almas limpias, pero también de difamadores. A Jesús le llamaron loco; no ha habido santo que no haya sido así calificado. A San Juan de Ribera, Arzobispo de Valencia, se le llamó "bort" (Borde, hijo natural de su padre Perafán de Ribera y madre desconocida) hasta en los pasquines de la época.. La vida que se gana es la que se sacrifica por el bien de los demás. La que se pierde es la que el hombre egoísta y cerrado, quiere guardar para sí. Cristo, que sacrifica su vida, la salva resucitando.

20. ¡Qué bueno sería que en la Iglesia encontráramos muchos Siervos de Yavé, pacientes y llenos de sabiduría, que se entregaran plenamente y que equilibraran la malevolencia de los maldicientes! ¡Corazones buenos y santos, como el Siervo, que injertaran la cruz en el árbol viejo del pecado, y la ayudaran a llevar, como cireneos redentores, caminando en presencia del Señor; así es como "nuestras obras darían testimonio de nuestra fe" Santiago 2,14. Para eso nos da Jesús a comer su cuerpo y a beber su sangre en este sacrificio al que nos ha convocado, para que la vida recibida haga operante nuestra caridad (Gal 5,6).