Domingo XV Tiempo Ordinario, Ciclo C

El Buen Samaritano

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

Sitio Web del Padre

 

 

¿DE QUÉ TE SIRVEN TUS SACRIFICIOS, SI NO TIENES MISERICORDIA? 

1
. “Escucha la voz del Señor tu Dios, guardando los preceptos y mandatos, lo que está escrito en el código de esta ley” Deuteronomio 30,10.. Como argumento para que el pueblo escuche la voz del Señor y se convirta a su Dios con todo el corazón y con toda su alma guardando sus mandatos, Moisés les dice y nos dice que la Ley, como expresión de la voluntad de Dios, puede ser cumplida, porque no excede sus fuerzas acrecentadas por Dios, no es inasequible, pues no está en lo alto del cielo o en Dios mismo, o a distancias espaciales que exijan subir a las estrellas o a la otra orilla lejana del mar. No. Aunque Dios es misterioso, distante e inalcanzable, se ha revelado, se ha hecho cercano y camina con los hombres y ha encarnado sus mandamientos y los ha traducido en palabras humanas comprensibles. Así, su misterio se ha hecho cercano. El mandamiento de Dios está muy cerca de tí, dentro de tí, en lo más íntimo de tu conciencia. De hecho, todo hombre sabe que matar y robar es malo. El ambiente y la rudeza pueden embotar la conciencia, pero a medida que va creciendo el conocimiento ésta se va puliendo y afinando, se oye la llamada del timbre de la transgresión de los otros mandamientos, porque la Ley que nos ha sido dada y promulgada, está dentro del pueblo de la alianza, la puede pronunciar con su boca, memorizarla y meterla en el corazón. La Ley de origen divino, se ha encarnado en la palabra humana, y mediante ella viene Dios en el Sinaí en busca de su pueblo, y sale al encuentro de su pueblo, haciéndose cercano y prójimo, próximo de su pueblo. Y en el camino, encuentra al hombre medio muerto y lo cura. 

2. Desde que el Espíritu Santo se cernía sobre las aguas, y el Creador dialogaba con la primera pareja humana; desde que acompañó a Noé y Abraham, Dios ha bajado como Samaritano para estar con los hombres, para caminar con ellos, para ser su prójimo. Desde que caminaba con los Profetas, con los Jueces, con los Reyes y en el desierto y en el Jordán caminaba con Juan Bautista, hasta que vino a caminar con nosotros con su Hijo Jesucristo, Dios se ha hecho nuestro prójimo, lleno de amor y de poder para curarnos como Buen Samaritano. El personaje principal de la parábola evángelica de hoy es El, Dios a nuestro lado y en nosotros.

3. Por eso canta confiadamente el autor del Salmo 68: "Yo soy un pobre malherido... tu salvación me levante". El pueblo debe hacer suya y apropiarse la Palabra de la Ley, aunque el Señor ya se la ha escrito en el corazón (Jr 31,33). Sin este grado de apropiación, la ley es carga insoportable. Sólo cuando viene impulsada desde dentro y se convierte en una urgencia de responder filialmente a Dios que se revela Salvador y Buen Samaritano, se convierte en miel para el paladar (Sal 118,103), y se la ve y se la oye como la voz más íntima que la misma persona, que habla en lo más profundo del yo. Entonces se puede cumplir la Ley, no con las fuerzas humanas, siempre débiles y escasas, sino con la energía de Dios que anima y robustece al hombre. Es Dios quien da la fuerza para responder a Dios.

4. A través de toda la experiencia y sabiduría del pueblo de Israel, que repite durante toda su vida tres veces al día el Shema, Israel, el letrado sabe que tiene que amar a Dios y cómo tiene que cumplir ese mandamiento, pero no conoce cómo tiene que amar al prójimo, porque en la praxis del judaísmo no sólo no se había acentuado esta segunda parte del máximo mandamiento de la ley, sino que se había adulterado. Por eso el maestro de la Ley pregunta: "¿Quién es mi prójimo?". Los hombres creen que su prójimo es su nación o región, su familia, su congregación, su grupo, su asociación, su equipo, su peña de amigos, los que pertenecen a su partido. Los demás son extraños. Me invitaron a comer, cuando párroco, en una fiesta de la Orden. Menos yo, todos eran de aquella familia religiosa. Estuve convidado de piedra. Toda su conversación daba vueltas a sus programas, acontecimientos, recuerdos, anécdotas, planes y a sus intereses. Al invitado forastero se le ignoró, claro, no era de los suyos, y se lo hicieron notar. Diríamos que ni siquiera hubo educación, ni cortesía, ni menos, elegancia. Y mucho menos, cristianismo. Cualquiera pensaría que la asociación cumplía el fin de ensanchar su yo, su prestigio, su simpatía, su ...egoismo. Su único objetivo parecía clavar su ego indomable por encima de las cabezas de los demás mortales. Nada por encima de lo suyo. Lo suyo, lo mejor. Hasta que apareció lo suyo, el mundo estaba en tinieblas. Es una trasposición de su ego a su Orden. Es la psicología de los fariseos, los que no son como nosotros ni de nuestro pueblo, son unos malditos. ¿Ayudar, propagar lo otro, lo que no sea lo nuestro? Nada de nada. No entienden esa actitud. Lo mejor es lo suyo, y eso es lo que hay que difundir por todos los mares y la tierra: “¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que recorréis mar y tierra para ganar un prosélito y, cuando lo conseguís, lo hacéis digno del fuego el doble que vosotros!” (Mt 23,15). Lo demás, lo ignoran. Los que no hablan nuestra lengua o no son de nuestro tipo sanguíneo no son nuestro prójimo. 

5. Lo he vivido en mi propia carne y no podía creerlo. Era yo muy joven cuando Dios quiso que fundara una Institución nueva. Un santo sacerdote, me había invitado a dirigir Ejercicios Espirituales en su Parroquia, y me dijo: V. ya sabe que los sacerdotes no quieren bien a los fundadores. ....!!!.Yo qué voy a saber! Muy pronto lo pude comprobar o sufrir. Se me cerraron muchas puertas, antes bien abiertas. Y no sólo de sacerdotes, sino de otros Institutos religiosos, a quienes antes había atendido y favorecido. Antiguas personas que yo había dirigido espiritualmente y que, me debían la vocación, se escondieron. Sus superiores les prohibieron relacionarse conmigo. Por lo visto me consideraban un competidor... Pero esto, ¿qué es? ¿A qué estamos jugando? Que almas consagradas a Dios piensen así y actuen de esta manera tan rastrera, no me cabe en la cabeza. En la Llama de amor viva, San Juan de la Cruz, en tema tan espiritual y sublime, se atreve a escribir que algunos confesores tienen celos de las almas como si fueran casados. Y como esta segregación, vamos a llamarla espiritual, existe, más de lo que creemos, Jesús les va a decir a los maestros de la Ley que están en un error, pues todos son hijos de Dios, que por muy judíos y conocedores que sean de la Ley, no la han entendido en absoluto. Dios camina con todos y a veces más con los herejes que con los creyentes fanáticos. Para ellos todo está en función de hacer prosélitos, asedian al que ven con capacidad apetecible para sus planes. Y cuando se ven frustrados, abandonan todos sus halagos, sin darse cuenta de que abren una herida, pero no les importa, encerrados y ciegos como están en su campaña egoista y antievangélica. Por eso Jesús cuenta la parábola, tan conocida, del buen samaritano, imagen de la auténtica santidad.

6. Como otras veces, introduce en la escena a un samaritano, hereje y no practicante del culto judío, que hace el contrapunto al sacerdote y al levita, piadosos, que bajan los 27 kilómetros que dista Jerusalén de Jericó, y se supone que vienen de ejercer sus funciones religiosas. Uno y otro, miran hacia el otro lado. Dan un rodeo. No quisieron ni contaminarse ni comprometerse. Era ilegal tocar la sangre y les incapacitaría para realizar sus actos de culto. Entre tanto, el pobre apaleado y medio muerto, queda tirado en la cuneta. El centro de la parábola es «un hombre». Lucas ha escogido el término «hombre», y no otro de los muchos posibles, y lo acompaña del indefinido «un/cierto»: este individuo personifica la humanidad y, en concreto, la que está de vuelta en sentido figurado: «un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó» (10,30). «Bajar de Jerusalén», siendo «Jerusalén» el término sacro empleado para designar la institución judía y, en especial, su centro, el templo, tiene sentido negativo. El alejamiento del templo se paga muy caro, pues puede significar desde el punto de vista judío, la pérdida de la propia vida. Lucas lo expresa en imágenes: «lo asaltaron unos bandidos, lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon dejándolo medio muerto» (10,30). Se explica, ahora, que bajando por aquel camino un sacerdote del templo y un levita o clérigo perteneciente a la misma alcurnia, uno y otro den un rodeo y pasen de largo (31-32). Pensarían: Le está bien empleado, por abandonar las prácticas religiosas..., ¡él se lo ha buscado! ¿Qué religión practicaban aquellos profesionales de la religión y especialistas de la ley? Todo era superficial, o peor, hipocresía. Para la religión de Israel era primero el culto que la caridad. Jesús va a propinar un duro golpe a aquella mentalidad.

7. Ahí está el delicioso samaritano, proscrito por los hombres de la Torá, que, seguro no viene del templo de Jerusalén, pues los samaritanos celebraban sus ceremonias en el monte Garicim y sin ningún remilgo, descabalga, comprueba el estado del herido, siente lástima, lo lleva a la posada en su propia cabalgadura, lo cuida, y pasa la si no hay alguna proximidad real y física noche con él. Paga al posadero, le encarga que siga cuidándolo, y que lo ponga todo a su cuenta. Cuando todos han escuchado la parábola diáfana, pregunta Jesús al letrado: "¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?". -"El que practicó la misericordia con él", respondió abrumado el letrado. "Anda, haz tú lo mismo", cerró satisfecho Jesús.

8. No necesitamos más argumentos. La lección está clara. Donde veas una necesidad, cuando veas en un apuro a tu hermano, practica con él la misericordia y estarás cumpliendo el primer mandamiento de la ley. El samaritano se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Se ha acercado al herido, se le ha aproximado. Sin alguna proximidad real y física no puede haber amor efectivo y eficaz. El amor del prójimo comienza interrumpiendo el propio camino, para ir al encuentro de otro. Este humilde inicio cuesta, porque supone abandonar el propio camino, los propios proyectos, el propio futuro y aceptar el del necesitado durante un cierto tiempo. Después, el samaritano se ofrece al herido como su futura mediato para sí mismo: es precisamente lo que hace curando las heridas, derramando aceite y vino y cargando sobre sus hombros a aquel hombre para montarlo en su misma cabalgadura. El herido es su única preocupación. El samaritano cede su puesto al herido. No es fácil saber ceder el propio puesto y aceptar el del otro. El samaritano es un hombre como los demás, con un pasado, una tradición, una familia, un trabajo, unas leyes y también unos proyectos. Le estaban esperando su trabajo, su familia, sus amigos. Pero, por un tiempo, lo ha dejado todo aparte. Sólo se aleja y continúa su viaje cuando ha confiado al herido a la organización especializada después de pagar al posadero dos denarios. Al final la respuesta a la pregunta de cómo hacerse prójimo: con los hechos y no sólo con palabras. Juan dirá: -“Hijos míos, no amemos de palabra ni con la boca. sino con obras y de verdad (1 Jn 3,18). Si el samaritano se hubiese contentado con acercarse y decirle a aquel desgraciado, que se estaba desangrando: Pobrecillo, ¡qué pena! ¿Qué ha pasado? ¡Animo! ¡Cúidese! o palabras semejantes y se hubiese ido, ¡eso si que habría sido penoso! 

9. Jesús da un giro espectacular al concepto tradicional de prójimo. Prójimo es el samaritano, no el heridor. Esto significa que no hay que esperar a que el prójimo aparezca en el propio camino. Nos toca a nosotros estar atentos a que está ahí y lo hemos de descubrir. Prójimo es el que cada uno de nosotros está llamado a ser. No hay que plantearse la pregunta como la ha formulado el doctor de la Ley: «¿Quién es mi prójimo?» sino cambiarla por esta otra: “¿de quién puedo hacerme prójimo aquí y ahora?”.

10. Dice Orígenes que el hombre que descendía de Jerusalén a Jericó es Adán, la humanidad entera; Jerusalén es el paraiso; Jericó, el mundo; los ladrones son los demonios y las pasiones que hacen caer al hombre en pecado provocándole la muer­te; el sacerdote y el levita son la Ley y los profetas, que han visto la situación del hombre, pero no han podido hacer nada para cambiarla; el buen samaritano es Cristo, que ha derramado sobre las heridas humanas el vino de su sangre y el aceite del Espíritu Santo; la posada, a la que lleva al hombre recogido en el camino es la Iglesia; el posadero es el pastor de la Iglesia, a la que confía el cuidado; el hecho de que el samaritano prometa volver, indica el anuncio de la segunda venida del Salvador (Orígenes, Homilías sobre Lucas, 34). Jesús dijo a sus discípulos, después de haberles lavado los pies: «Os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis lo que yo he hecho con vosotros» (Juan 13,15). La parábola espera ser encarnada en nuestra vida diaria. El sacerdote y el levita son los que omiten prestar socorro para evitar complicaciones y responsabilidades.

11. Toda la civilización cristiana tiene su origen en esta parábola, ha escrito Cerfaux. Aunque muchísimos cristianos hoy parece que han heredado y practican más las actitudes del sacerdote y del levita que las del samaritano.

12. ¿De qué les sirvieron sus rezos y ceremonias al sacerdote y al levita? Los que estuvieran atentos para crer en lo sobrenatural, a la actitud de estos dos comerciantes de la ley, a estos dos profesionales del culto, tenían motivos para no creer, al menos en aquellos hombres y, en consecuencia, en lo que ellos representaban.

13. Cuando practicamos el amor y la misericordia estamos imitando la misericordia del Padre, que nos ha enviado a Jesús, su Hijo amado, a curarnos cuando estábamos apaleados por el demonio y caídos en la cuneta del pecado, como dice San Agustín, siguiendo a Orígenes. Jesús es el Buen Samaritano, que ahora nos está curando las heridas con el aceite de su palabra, y después con el vino de su sangre.